Al comienzo de la nueva conducción de la Universidad Nacional de Cuyo, con Pizzi a la cabeza -un radical cobista- nos manifestamos con un breve análisis de la "que se viene" con esta conducción. Y lo centrábamos en el punto justo medio de la política y la ideología. Apenas un par de días después de haber asumido, esa nueva conducción dio muestras claras que no se iba a andar "con chicas" en ese nivel , o sea político-ideológico, o sea de la esencia de su gestión. En efecto, algo más de un centenar de empleados empezaron a ser despedidos con el cuento de que era personal "no de planta". Y al respecto, aparece el sector más sensible: el de la comunicación. No fue poco el número de personal en esta planta que fue dejado cesante de inmediato.
Nuestra posición con respecto a los medios de comunicación, al periodismo, a la estructura del derecho y la libertad de expresión en el marco del capitalismo, no es ingenuo ni inocente. En ese marco, afirmamos y admitimos que es el dueño del medio el que, con toda potestad y legitimidad, tiene el privilegio de ejercer un derecho que deviene de su poder crematístico. Porque la única forma de ejercer a pleno ese derecho, es el de ser dueño del medio. No hay otra. Lo demás es"jarabe e'pico", como decía mi tía Eulalia cuando se refería a lo que se pretendía aparecer como verdad revelada.
No obstante, vamos a ejercer el derecho al "pataleo" contra la hipocresía de ciertos grupos políticos, como es el que estamos tratando. Precisamente son los personeros del radicalismo -camiseta que se pone Pizzi- y sus socios en maquinaciones anti institucionales, que hacen alardes de estar asistiendo a las embestidas contra los derechos a la libre expresión y la de la prensa. Y aquí hacemos una breve distinción: la libertad de expresión es el derecho que tiene cualquier bípedo que habita este bendito suelo argentina para decir lo que se le dé en gana, aún contra las calidades humanas, morales, éticas, sensoriales, anales, de los representantes del Estado. A tanto, que fue esta misma administración la que impulsó que se anulara el calificativo de la blasfemia, o sea el insulto soez (yegua) y otras lindezas por el estilo. Así se hizo, y hoy en día, Cobos, Alfonsín (h), Sanz, Morales, Cornejo, Suárez el intendente capitalino, radicales ellos pueden decir lo que se les dé la gana y al mismo tiempo hablar de atentado a la libertad de expresión (están amordazados, pobrecitos!!).
Incuso de la libertad de prensa, porque hay que distinguir entre libertad de expresión y libertad de prensa. Esta última es la libertad que tiene cualquier bípedo de manifestarse libremente por intermedio de un diario, de una radio, de una TV. Claro, para ello hay que tener mucha plata, como Clarín, La Nación, Los Andes, el UNO, y todos los que chillan diariamente contra el despotismo de la Cristina, de Kicillof, de Randazzo, del Paco Pérez, de la Cámpora, de las motos de Boudou. Desentonan profundamente con la realidad, y atentan, incluso a lo que dicen defender. Nada que ver con las voces que se esmeraron en colocar bien alto en las teorías del conocimiento a la libertad de expresión: Para Voltaire y Roussau, la posibilidad del disenso, sólo posible con la libertad de expresión, fomenta el avance de las artes y las ciencias y la auténtica participación política. Desde Aristóteles y Platon ya se hablaba de la libre expresión, aunque se limitaba al terreno de la Academia. Paradojalmente, desde la academia universitaria de Cuyo, la libertad de expresión se convierte en un mito.
Pura cháchara, pura hipocresía. De un manotón institucional, el Pizzi radical y sus acólitos en la UNC, han apuntado bien desde el mismo momento de la asunción: precisamente a quienes tienen la cualidad de ser periodistas. Pero claro, no cualquier escriba, porque tanto el Gordo Alberto Marino,de Minga!, como el Sapunar de la Latinocracia, ambos con sendos programas en la emisora universitaria, no podrán seguir con los mismos porque las autoridades les cuestionan sus contenidos, al que califican de kirchnerista. Además, ya han dejado cesante a varios trabajadores de prensa, como lo ha sido Penélope Moro, columnista de nuestra 5ta.Pata.
Al respecto, MARINO presentó un recurso administrativo en cuyo texto manifiesta lo siguiente:
"...el 3/11/14 hablé con el operador de turno para acordar la música del programa siguiente y me informó que dada la decisión de las nuevas autoridades de cerrar la sala de grabación, los domingos él ya no se encontraba autorizado a cargar la música del programa y menos entregarme una grabación del mismo... Dicha decisión me afectó ya que, tal como lo expresé al operador, como cualquier otro de los programas, Minga! no se reduce a su sola salida al aire, sino que comienza con la producción del mismo, varios días antes se emite, se graba y termina con la suba del mismo a internet... Esto es grave porque me encuentro ante una decisión de hecho, no un acto jurídico por escrito, fundado y notificado... Hago reserva de los derechos adquiridos durante estos casi cinco años... en un marco de absoluta libertad y que en las actuales condiciones implican una restricción a la libertad de expresión".