INTERNACIONAL / A Dios rogando y con el mazo dando / Escribe: Alberto Dearriba






El histórico discurso del Papa pronunciado en uno de los países más subdesarrollados de América latina eclipsó cualquier declaración de los candidatos presidenciales argentinos embarcados en una campaña electoral anodina que no permite identificar diferencias ideológicas.

Francisco produjo un discurso terrenal de hondo contenido, que está objetivamente a la izquierda de los principales aspirantes al sillón de Rivadavia. Si bien la doctrina social de la Iglesia habilitó a los clérigos a la "opción por los pobres", por mucho menos que lo que dijo Francisco, en anteriores papados, un religioso podía ser apartado del sacerdocio o acribillado a balazos. En pocas palabras, el Papa no sólo condenó a la pobreza, sino al sistema capitalista.



Salvo honrosas excepciones, la Iglesia Católica latinoamericana siempre fue un factor de poder aliada al establishment y en la Argentina ha sido sumamente reaccionaria. Para colmo, apañó los asesinatos producidos durante la última dictadura militar y no se preocupó mucho por el retorno a la democracia. Los curitas u obispos que se animaron a luchar junto a su pueblo, corrieron el mismo destino que los militantes populares laicos.

En los últimos años, el episcopado argentino se acuerda insistentemente de los pobres,eternos olvidados en décadas anteriores. Pero sus periódicos documentos no denuncian claramente que las carencias de buena parte de los argentinos obedecen a un sistema excluyente, que produce la riqueza de unos pocos y la pobreza de las mayorías.

Cuestionan la existencia de la miseria como si fuera un fenómeno producido exclusivamente por la perversidad humana y no inherente al sistema capitalista; no señalan que es la contracara de la riqueza, la concentración económica y la voracidad.

Por supuesto que esos documentos no reconocen con claridad los avances en favor de una mayor justicia social logrados por los gobiernos de Cristina Fernández y Néstor Kirchner, a los cuales se opusieron. Sin duda, la cúpula de la Iglesia Católica argentina sigue siendo una institución tan conservadora como cuando la integraba Jorge Bergoglio. Pero Francisco se parece cada vez menos a Bergoglio.

El Papa señaló en Santa Cruz de la Sierra la causa profunda de la exclusión social al culpar lisa y llanamente al sistema capitalista por esta lacra mundial, "Hay que cambiar el sistema, ya no se aguanta", dijo en medio de aplausos y cierta sopresa.Y clamó por "un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras" para "poner la economía al servicio de los pueblos". Fue un discurso que sin duda se convertirá en documento liminar para la izquierda latinoamericana.

Hasta el momento del cierre de esta página, sólo un candidato presidencial, Daniel Scioli, había elogiado, el contenido social del discurso papal. Pero la discusión de campaña electoral en la Argentina, está muy lejos de plantear cuestiones tan profundas como la expuesta por Francisco. Va de asuntos municipales a otros procedimentales, tales como si Martín Lousteau debe participar o no en el balotaje.

Los dos principales candidatos a presidente, Scioli y Mauricio Macri, se cruzaron por asuntos despojadas de ideología, como las respectivas capacidades para gobernar una ciudad o una provincia que, según el gobernador bonaerense, es 1500 veces más grande que la Capital Federal.Al menos el candidato del FPV recordó que defendió la recuperación de YPF, las jubilaciones y el Plan Conectar Igualdad, en tanto su adversario se opuso. Y que apoyó la política de desendeudamiento mientras el alcalde porteño endeudó peligrosamente a la Ciudad. Pero hasta ahí llegó la diferenciación.

Ninguno de los dos dice cómo hará para reducir la pobreza. Para colmo, ambos parecieron coincidir con una discutible afirmación de Scioli: "No se puede ser candidato si no se es moderado". Menos se podría entonces ser Papa. Pero el discurso de Francisco en Bolivia no tuvo moderación sino contundencia. Sólo el tono fue moderado, acorde con la investidura de un Sumo Pontífice, pero su contenido fue disruptivo.

Para profundizar los cambios, no hace falta moderación sino contundencia. ¿Cómo se hace para distribuir la renta con justicia sin provocar la reacción de los poderosos? Moderado era Fernando de la Rúa y no cambió ni cuando el país se le caía encima. Quienes apoyan a Cristina Fernández,no lo hacen precisamente porque valoren la moderación, sino por su vocación transformadora, que siempre altera los nervios. Es consecuente hasta el final de su mandato: en su discurso en Tucumán vinculó la independencia nacional a la necesidad de cortar la dependencia económica.Es obvio, pero por supuesto que la oposición le cayó encima por realizar menciones políticas en una fecha patria. Prefieren las celebraciones vacías de contenido, moderada, cómo si la declaración de independencia en Tucumán no haya sido producto de una complicada lucha política.

La presidenta volverá a ver este fin de semana a Francisco y seguramente lo felicitará por su discurso terrenal y contundente en Bolivia. Si el Papa clama por un cambio de sistema, lo cual implica una transformación revolucionaria, el candidato de una fuerza con vocación transformadora no debería plantearse la moderación, sino dejarla para su oponente conservador.



La búsqueda de la moderación como objetivo central suele licuar el contenido de las ideas porque apela a eufemismos, para no herir los oídos de la derecha que expresa el sentido común hegemónico. Para un conservador resulta una verdadera cachetada que el Sumo Pontífice inste a pobres, excluídos y explotados a "construir una alternativa humana a la globalización excluyente".

Sería interesante escuchar qué piensa Macri sobre esta valiente denuncia papal sobre la causa de la exclusión social que "convierte al hombre en esclavo". Y acerca de que es posible distribuir con mayor justicia porque "los recursos alcanzan" aunque "el problema es el sistema".

También sería bueno saber si Héctor Magneto se sintió aludido por la condena de Francisco a la concentración monopólica en los medios de comunicación, porque ya no podrá decir que el ataque provienen de un gobernante que quiere coartar la sacrosanta libertad de prensa u obtener la misma inmunidad periodística que se le da a Macri.

Tras la entrevista de este fin de semana, los opositores volverán a sangrar por la herida por el hecho de que el Papa reciba a Cristina por sexta vez, o seguirán escandalizados por la cruz con la imagen de la hoz y el martillo que Evo Morales le regaló a Francisco. Pero sería mucho más enriquecedor que la discusión se diera sobre si es posible erradicar la exclusión dentro del sistema capitalista o es necesario un cambio de estructuras. Porque quién lo pide con mucho rigor no es un marxista, un subversivo, sino el representante de Dios en la Tierra. Tal vez porque crea en la cita evangélica que sostiene que a los tibios los vomita Dios.

(Tiempo Argentino, sábado 11 de julio de 2015)

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