El pasado sábado 25 de mayo, durante la ceremonia religiosa que tuvo lugar en la Basílica de Luján y de la que participó la presidenta Cristina Fernández, el obispo Agustín Radrizzani -quien parafraseó varias veces al papa Francisco- citó la declaración de los obispos patagónicos sobre la minería a cielo abierto. Esa Declaración que citó el Obispo, data de diciembre del 2009 y fue firmada por los obispos de Comodoro Rivadavia, de San Carlos de Bariloche, de Viedma, de Neuquén, del Alto Valle del Río Negro, de Río Gallegos y de la Prelatura de Esquel, en la cuál, sin rechazar la actividad minera como tal, los prelados alertaron sobre la especulación que hay sobre los recursos naturales y su destrucción, sin otro interés que el económico de un sector empresario. Y textualmente advertían, allá por el 2009: “Constatamos que con frecuencia las empresas que obran así son multinacionales, que hacen aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer mundo. Generalmente, al cesar sus actividades y al retirarse, dejan grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación; pueblos sin vida, agotamiento de nuestras reservas naturales, deforestación, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y algunas pocas obras que ya no se pueden sostener.” Y añadieron: “Todas las actividades productivas y extractivas, deben respetar un determinado orden para que no se vuelvan contra el hombre.”
Clarísimo el mensaje del Obispo Radrizzani, apoyando la Declaración de los Obispos Patagónicos sobre la minería contaminante, especialmente cuando dice que las empresas que la practican, son todas extranjeras y solo tienen acá oficinas para fijar domicilio. El verdadero domicilio de éstas empresas, son las Bolsas de Comercio de los países centrales y hacia allá migran las utilidades que logran en la Argentina y en todos los países débiles del mundo. Y cuando no les conviene, con total liviandad cambian de país, como hicieron los CEO de la empresa VALE, con el proyecto que tenían para llevarse las Sales de Potasio del sur de Malargue. Y la empresa VALE no cambia su modus operandi y en otras tierras, sigue con la estrategia citada por los Obispos patagónicos: “haciendo lo que no se les permite en países del llamado primer mundo” según sus textuales palabras, tal como está pasando en Mozambique, en donde desde 2007, Vale tiene la concesión de un proyecto de extracción de carbón mineral en Moatize, zona considerada una de las mayores reservas de carbón mineral del mundo. Aclaremos que la mina de carbón de Moatize, en el norte de Mozambique, fue adjudicada al consorcio formado por Vale y la estadounidense American Metals and Coal International y este grupo minero planea la producción en tres etapas: este año 5 millones de toneladas: más tarde 11 millones de toneladas, hasta alcanzar el objetivo final de 22 millones de toneladas por año, en gran parte destinadas a alimentar el desarrollo industrial de India y de China.
Ese emprendimiento de VALE en Mozambique, está siendo muy criticado, entre otras cosas, porque unas 1300 familias debieron ser desplazadas y hoy tienen dificultades de acceso al agua, a la tierra para sus actividades agrícolas y a los medios de transporte para la atención sanitaria, entre otras restricciones. Según los denunciantes, Vale no ha cumplido con sus promesas, previas al comienzo de la obra sobre estos puntos. O sea, allá y acá, lo único que miran estas empresas, son sus balances y hacen todo lo que puedan para lograr llevar rentabilidad a sus accionistas. Lo daños que producen en los lugares en que actúan, es problema de esos lugares. Ellos llegan, sacan y se van.
Cualquier similitud con nuestra realidad no es pura coincidencia, sino que es la forma de proceder que denuncian los Obispos Patagónicos y que nosotros venimos compartiendo con Uds. desde hace varios años. Pero, para no cansarlos con nuestras reiteradas opiniones, sugerimos no confiar solo en nuestras palabras y entrar en cualquier buscador, como el Google y escribir “OBISPOS PATAGÓNICOS Y MINERÍA A CIELO ABIERTO”. Se encontrarán con más de 12 mil páginas para compartir nuestra preocupación.