30 de marzo de 1982, “paz, pan y trabajo”: apurar la democracia / Escribe: Gustavo E. Maure V.






La dictadura militar ya no podía impedir la agudización de su deterioro y el creciente descontento popular. Luego de seis años en el poder, el gobierno militar se encontraba jaqueado por los permanentes reclamos políticos y sindicales exigiendo el retorno a la democracia. Más de medio millón de trabajadores y trabajadoras, dirigentes, militantes y delegados, fueron despedidos o prescindidos. La mayoría de los exiliados y de los presos y más del 60 % de los desaparecidos fueron dirigentes o trabajadores. La acallada pero permanente resistencia de los trabajadores con acciones emergentes como el paro de 1979 y las marchas a San Cayetano eran los pocos hechos públicos de esa resistencia.
En su intención de mostrarse aperturista, la Junta había incluido en el gabinete a dirigentes políticos, entre ellos el mendocino Amadeo Frúgoli, a quien sectores militares consideraban un hombre potable para potenciarlo para una posible candidatura presidencial en un retorno “controlado” a la democracia. Fue así que se realizó en la localidad de Victorica, en La Pampa, lo que se llamó el “asado más grande del mundo”, con la participación de empresarios y políticos adherentes al Gobierno alrededor de su figura.
Nadie sabía que en secreto preparaban un plan para perpetuarse en el poder con la locura de la guerra y más muerte de la ya instalada en todo el territorio.
La CGT definió movilizarse en todo el país, en conjunto con las fuerzas políticas y sociales bajo la consigna “PAZ, PAN Y TRABAJO” exigiendo “la reversión de la situación económica y la vuelta a la democracia”.



El Ministerio del Interior adujo que la CGT no había solicitado la autorización correspondiente para realizar la marcha y que los actos podían ser utilizados para producir alteraciones a la seguridad y el orden público, a la vez que recordaba que seis dirigentes sindicales, entre ellos Saúl Ubaldini, se encontraban procesados por haber declarado una huelga general el 22 de julio de 1981. Pese a todo ello, tanto la CGT nacional como las regionales, entre ellas la Regional Mendoza ratificaron la marcha.
LA MARCHA EN BUENOS AIRES:

En la Ciudad de Buenos Aires, al grito de "se va a acabar la dictadura militar" miles de manifestantes pertenecientes al movimiento obrero, a partidos políticos, a organismos defensores de los derechos humanos y a las Madres de la Plaza de Mayo, marchan sobre Buenos Aires. Más de mil quinientas personas resultaron detenidas durante la manifestación nacional aquel 30 de marzo de 1982. Hubo tres horas de enfrentamientos entre los manifestantes, que intentaban llegar hasta la Plaza de Mayo, y centenares de policías apostados en distintos lugares.



La represión no sólo arremetió contra los manifestantes, sino que detuvieron también a tres periodistas y a tres reporteros gráficos. Los grupos populares se armaban y desarmaban rápidamente en distintas esquinas, para reaparecer en otras.
Fueron detenidos Saúl Ubaldini, y otro cinco integrantes de la comisión directiva de CGT; el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, junto a un grupo de madres de Plaza de Mayo y dirigentes de diferentes partidos políticos que también había adherido oficialmente a la marcha. En otros lugares del país también hubo represión, como sucedió en las ciudades de Córdoba y Rosario, pero en todos estos casos hubo heridos de escasa consideración.
LA MARCHA EN MENDOZA:
Un día antes –el 29 de marzo- el comandante de la Octava Brigada de Infantería de Montaña, Carlos Horacio Garay, dio a conocer un comunicado en el que recordaba que estaba vigente el estado de sitio, mientras el ministro de Gobierno mendocino, Alberto Aguinaga, les comunicaba a los sindicalistas mendocinos Mario Zaffora, Carlos Valenzuela (ferroviarios), Ignacio Alonso (gastronómicos) y Fernando Lira (vialidad) que se prohibía la marcha y que por resolución del Ministerio del Interior, “la Policía de Mendoza quedaba bajo el control operacional del Comando de Zona del Ejército”.
En Mendoza, la CGT concentró para la Movilización desde su sede y diferentes grupos de compañeros trabajadores y de las incipientes juventudes políticas salieron pacíficamente a las calles de Mendoza con la legítima voluntad de reclamar con un petitorio que pretendían entregar en manos del gobernador Bonifacio Cejuela. En silencio, sin armas ni banderas, caminaron para llegar a Casa de gobierno. La concentración de compañeros se completó en la esquina de Mitre y Colón con un nutrido grupo de jubilados. Se avanzó por calle Mitre hacia Pedro Molina en grupos dispersos, sin banderas ni cantos sectoriales o de conjunto. Entre los grupos se comentaba la información que obtenían distintos compañeros. Era la gente con la que se cruzaban, la que les avisó que el parque cívico, alrededor de la casa de gobierno, estaba lleno de gendarmes y milicos.
El oficial de Gendarmería a cargo del operativo antidisturbios les reclamaba que no avanzaran pero sus exigencias no eran escuchadas. Los disparos comenzaron cuando se cantaba el Himno. Al sonar el primer disparo un compañero gritó: - “la única arma que tenemos es el pecho y un petitorio para el gobernador”. En ese momento, con el Himno Nacional de fondo cayeron dos compañeros heridos. Uno de ellos era Benedicto Ortiz.
Fueron centenares de tiros, algunos de ellos dirigidos hacia la copa de los árboles, pero otros hacia la multitud. La gente caía herida y mientras muchos huían despavoridos, algunos como el ex dirigente de Comercio José Della Fazia, corrían en dirección de los disparos para ayudar a los heridos. Fue precisamente Della Fazia quien llevó en brazos a José Benedicto Ortiz hasta la recepción de un edificio para realizarle las primeras curaciones. La mayoría de los heridos fueron trasladados a pulso, entre los manifestantes, hasta la clínica Mitre, ubicada a pocos metros del lugar de los hechos, mientras Benedicto Ortiz permaneció en el edificio a la espera de una ambulancia que lo trasladó al hospital Central. El balazo le reventó un pulmón. A los cuatro días murió en una sala del mismo hospital.
José Benedicto Ortiz tenía 53 años, era trabajador de la Fábrica de Cemento Minetti, militante y secretario general de AOMA (Asociación Obreros de la Minería Argentina), “El líder sindical de los mineros”. Su familia lo definía como un padre, un trabajador y un sindicalista honesto, sencillo y callado.
Resultaron heridos además Juan Enzo Ortiz (obrero ferroviario), de 48 años, Raúl Aldo González, de 54 años; Ricardo Jorge García, de 22 años; Bruno Antinori, dirigente de los jubilados, de 73 años de edad, en el muslo derecho y Héctor Moirán.
Con la segunda ráfaga de tiros todos tratan de esconderse y refugiarse. Unos, desde dentro de las acequias vieron pasar a los compañeros que llevaban corriendo a sus compañeros heridos a la clínica Mitre. La descontrolada represión dispersó los grupos y mientras algunos recuerdan haber salido corriendo porque de pronto se encontraron solos, otros se reunieron en la misma esquina desde la que partieron.
Es ahí donde un compañero bajó del mástil de la clínica Mitre, la Bandera Argentina con la que comienzan “la otra movilización”.
“Nos reunimos todos en la esquina de Colón, llegaba mucha gente más que se sumaba formando algo así como una asamblea espontánea para deliberar cómo seguíamos…” Comentan algunos compañeros. “….Caminamos por calle Colón en contramano. A medida que avanzábamos para el centro se incorporaba gran cantidad de gente. En San Martín y Rivadavia la columna ya tenía varias cuadras y ocupaba toda la calle San Martín. No se rompieron vidrieras ni autos… No hubo saqueos, y nadie se separaba de la columna que se hacía cada vez, más compacta....Después, la desconcentración ... A pesar de la bronca y la conmoción por la represión, nos alejamos... sin generar problemas, no se rompió nada. No circulaban colectivos y los compañeros que habíamos estado en la marcha, íbamos en la misma dirección, no hablábamos porque no nos conocíamos pero nos cuidábamos entre nosotros”.
Cuarenta y ocho horas después nada aparece en los medios de la movilización y reclamo popular, todo se tiñe de la supuesta “Gesta de Malvinas”.
Al comenzar la Guerra muere en combate el mendocino Capitán Giacchino transformado por la prensa en ícono de la gesta; muchos años después identificado por víctimas de la ESMA como activo partícipe del horror. Es así que, nuestro compañero José Benedicto Ortiz muere en la más absoluta soledad e indiferencia el día 3 de abril de 1982. En su partida de defunción figura como causal de muerte: “problemas pulmonares”.



Sin embargo, el compañero minero mendocino muerto fue tomado como bandera del reclamo por el retorno de la democracia que encabezó la central obrera nacional en cada una de sus manifestaciones.

En todas las marchas, una pancarta con su nombre encabezaba siempre la movilización, mientras en el despacho de Saúl Ubaldini, en calle Brasil, se destacó durante años una gigantesca fotografía de José Benedicto Ortiz.

Hoy lo hacemos presente, como a tantos otros trabajadores, dirigentes sindicales y sociales honestos que siempre, siempre caminan de igual a igual a la cabeza de la marcha del Pueblo en la conquista de su propia dignidad.

(Publicado por la revista CANTO MAESTRO, 2008)

Image Hosted by ImageShack.us