La historia cuenta acerca de un bisabuelo catalán médico, eximio pianista, y otro bisabuelo alemán, pintor y concertista de guitarra, compañero de Stokovsky y responsable del rapto de una condesa para traerla a América y comenzar la siembra.
El hogar habla de letras y de músicas, de una mamá maestra y de un papá que emitía para la vecindad su colección completa de música clásica. “Vivíamos en una biblioteca y en una discoteca”, sabe Teresa.
Las noches de invierno en la sala familiar eran para compartir el ciclo de teatro leído de Radio Nacional y las tardes de verano en el campo de Mercedes para no perderse ningún baile ni bautismo ni boda de los peones, paradita Teresa junto a la orquesta, en la pista de tierra mojada.
Hija mía, mi amor
Qué linda estabas
Cuando fui a despertarte
Esta mañana
Tantas cosas pensé
Y no dije nada
Qué crecida te ví
Mi amor, qué larga
Las palabras ya ves
Jamás alcanzan
Si lo que hay que decir
Desborda el alma
Pero atiéndeme bien, cuando haga falta
A tu lado estaré, por si me llamas
Pequeña mía, por si me llamas
El país que soñé
Que tú habitaras
Aún nos cuesta dolor
Sudor y lágrimas
Pero existe, mi bien
Con tantas ganas
En tus ojos lo ví
Esta mañana
No lo olvides jamás
Pequeña y canta
Es hermoso vivir
Con esperanza
El amor puede más
Que lo que pasa
Eso quise decir, no hallé palabras
Pequeña mía, no hallé palabras