ARGENTINA / Números, encuestas y economía / Escribe: Eduardo Anguita






Apenas una semana y, como suele suceder con las elecciones nacionales, prologadas por pronósticos que copan el interés público. A diferencia de los comicios de 2007 y 2011, donde el FPV era favorito para todos los especialistas en opinión pública, esta vez los augurios son variados pese a contar con la devaluación de las encuestas y bocas de urna del balotaje porteño. Algún consultor se anima a decir que Mauricio Macri está por encima de Daniel Scioli aunque la gran mayoría advierten una clara ventaja por parte del candidato del FPV. La cuestión sensible es si esa diferencia es lo suficientemente grande como para ganar en primera vuelta o, al menos, para ganarle a Macri por una cifra cercana a los diez puntos. Si Scioli está por encima unos cinco o seis puntos que la suma de los tres candidatos de Cambiemos, la disputa por la segunda vuelta se hace más compleja.

Tampoco está claro que en las PASO del domingo próximo haya una polarización entre el FPV y Cambiemos. Quizá Sergio Massa y José Manuel De la Sota obtengan votos del electorado que no quieren alinearse ni con Macri ni con Scioli. Incluso, Margarita Stolbizer puede cosechar algunas voluntades radicales que no simpatizan con la decisión de la convención de Gualeguaychú que decidió unirse a Macri. El FPV, por su parte, parece contar con un voto consolidado donde las diferencias entre sciolismo y kirchnerismo quedaron atrás, al menos en la campaña electoral. A su vez, de cara a las presidenciales, la buena relación de Scioli con el Movimiento Popular Neuquino, con los hermanos Rodríguez Saá y con el electo gobernador de Córdoba Juan Schiaretti pueden darle aliados para acrecentar su caudal. De cara al domingo próximo, de las elecciones provinciales y distritales puede verse que el piso del FPV es el 33%.



Las expectativas de aumentarlo están centradas en la diferencia que pueda obtener en la provincia de Buenos Aires, donde vota el 38% del padrón y Daniel Scioli podría sacar el 40% de los votos. Si Mauricio Macri no logra anclarse en el mundo bonaerense, cosa que es un misterio, sus chances para las presidenciales, bajan.

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¿Cerraron empresas?Distintos medios destacaron que la UIA, en su reciente coloquio de Córdoba, dio a conocer un informe que da por cierto que “cerraron 798 fábricas”. El dato es de 2013 y el cálculo surge de comparar el total de empresas industriales inscriptas a fines de 2012 (60.029) en todo el territorio nacional con los datos de 2013 (59.231). El registro oficial toma a todas las empresas industriales que tienen al menos un trabajador por el cual pagan las cargas sociales correspondientes. Es decir, si cierra una empresa que tiene un trabajador, desde el punto de vista de este registro, tiene el mismo valor estadístico que si cierra una con 1.000 trabajadores. Más allá de que el valor es cierto y que la industria lleva 23 meses de estancamiento y/o caída, vale la pena cotejar estos datos con la pérdida de puestos de trabajo. En 2014, según la central industrial, se perdieron 15.000 puestos, de los cuales 9.000 corresponden a pymes y 6.000 a grandes empresas.

Los analistas de la UIA se preocupan porque en los últimos años eran las grandes empresas las que mantenían sus plantillas de trabajadores o empleaban más gente mientras que el sector pyme es más sensible a la caída de la producción. Es preciso tener en cuenta que en la Argentina hubo una fuerte caída del PBI en 2009 –por el impacto de la crisis internacional- y que en las políticas contracíclicas del Ministerio de Trabajo fueron un auxilio importante al pagar parte de los salarios de trabajadores a través del Programa de Recuperación Productiva (conocido como Repro), una política que sigue vigente y que constituye un paliativo para evitar la pérdida de puestos de trabajo.

Hay dos cosas importantes a destacar. La primera, positiva, es que en términos globales el incremento del desempleo no es pronunciado: de 6,4% en 2013 pasó a 6,9% en 2014. En términos nominales corresponde a un total de 1.200.000 personas que buscan empleo y no lo consiguen. Es más preocupante el efecto de la caída de la producción en la precarización laboral. La subocupación creció casi el triple que el desempleo. En efecto, pasó de 7,8% a 9,1% y afecta a un millón y medio de personas. El trabajo informal por su parte se mantiene en niveles altos: algo más de un tercio de la población ocupada. Cabe destacar que la población económicamente activa es de alrededor de 16.000.000 y unos 6.000.000 están en negro, no cuentan con aportes previsionales, no perciben salario familiar, no tienen aguinaldo ni vacaciones ni cobertura social. La pregunta es, ¿dónde crece o se mantiene el empleo registrado? Dentro del sector privado, paralizado el crecimiento en la industria, sí crece en la construcción y en los servicios. Lo cierto es que el gran proveedor de empleo formal de estos años es el sector público, desde los municipios hasta la Nación. Los planes universales de ampliación de derechos tienen un valor en sí mismo porque dan inclusión social y permiten a muchas familias tener un ingreso mínimo que constituye un paliativo a los sectores más postergados.

El otro tema respecto del empleo industrial es inquietante. Buena parte de la producción va al mercado interno pero eso no significa que los dueños de las empresas hagan sus cálculos al margen de la incidencia de los factores externos. Y en sectores dinámicos de la industria –especialmente la automotriz- el panorama es más complicado porque tiene un alto coeficiente de exportaciones y un creciente aumento de los insumos importados. La cooperación del sector con Brasil pasa un momento complejo por la caída de la producción y el consumo en Brasil especialmente en este 2015 y con un cambio respecto de la divisa: mientras en la Argentina el dólar oficial se mantuvo planchado, el real sufrió sucesivas devaluaciones. Aunque no lo digan abiertamente, los directivos de las grandes industrias radicadas en la Argentina quieren ser competitivos con Brasil y, aunque la incidencia del salario no siempre es muy alta en las empresas tecnificadas, quieren que el costo laboral argentino no sea más alto que el de Brasil medido en dólares. Vale la pena recordar que entre esas empresas hay muchas transnacionales brasileñas, europeas y norteamericanas pero también están las argentinas que tienen fuertes inversiones en la región. Por caso, Techint y Arcor tienen un peso muy alto en las decisiones de la UIA. De hecho, quien cerró el coloquio de Córdoba fue Adrián Kaufmann, vicepresidente tercero de la entidad, probable sucesor del actual, Héctor Méndez, un hombre surgido de la política y el lobby empresarial más que de la pequeña empresa del sector plástico.

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La presión del sector industrial de cara a las elecciones era esperable. Ningún candidato dice abiertamente que va a devaluar. La experiencia de enero de 2014, con una devaluación del 21%, no sirvió para nada. Juan Carlos Fábrega, puesto por la propia Presidenta unos meses atrás, debió hacerse cargo de la decisión que, en realidad, contó con el consenso de la Casa Rosada aunque después el propio Fábrega dejó de estar al frente del Banco Central. Aquella vez, el tipo de cambio se trasladó a los precios internos y creó un clima de zozobra. Ahora, no se conoce bien qué quieren hacer los principales precandidatos y para juntar votos la prudencia en este tema les resulta buena consejera. Daniel Scioli mantiene buenos vínculos con la UIA y parecen ciertos los datos respecto de que Miguel Peirano, el último ministro de Economía de Néstor Kirchner, de excelente relación con la UIA, podría formar parte de un eventual equipo económico si ganara Scioli. Peirano, además, se había sumado al espacio de Sergio Massa pero en el último tiempo se alejó. De todos modos, una política industrial no depende de que los exportadores de fruta, caramelos o caños sin costura reciban más pesos por cada dólar que exportan.



Scioli tiene la ambición de darle un impulso a la logística, a la actividad portuaria, a la industria naval y a otros sectores que requieren inversiones multimillonarias de largo plazo. Los niveles de globalización en estas materias son altísimos y no es fácil conseguir los dólares para fondear esos proyectos ni competir con los costos de las multinacionales. Pero no parece haber otro camino que apostar a eso. Un ejemplo de tomar desafío es YPF, todavía es difícil saber cuánta leche dará Vaca Muerta, pero una conducción de altísimo perfil empresarial y técnico sumada a la decisión política de la Casa Rosada puso en valor al gas y al petróleo. Los socios son multinacionales de Estados Unidos, Canadá, Alemania y Francia entre otras. El sueño latinoamericano en esta materia sigue vigente pero pendiente de muchas condiciones que, parece, llevarán mucho más tiempo. En síntesis, se abre un panorama de desafíos en materia de competitividad industrial donde la palabra soberanía se da la mano con la dependencia. El mejor camino es jerarquizar el talento y el capital humano. Cuidar la ocupación y el bolsillo popular es la política industrial más potente aunque, desde ya, debe estar enhebrada con un plan económico consistente y sobre todo con fuerza política para ejecutarlo.

Por ahora, la atención está en las PASO del domingo próximo. Todo indica que para las elecciones generales del 25 de octubre, los candidatos deberán comprometerse con sus equipos y con los planes de gobierno que están elaborando. En este sentido, Scioli ya picó en punta con el compromiso asumido ante la comunidad educativa y con dos figuras relevantes como los ex ministros Daniel Filmus y Mario Oporto como claves para las carteras de Educación y de Ciencia y Técnica. Pero también con la decisión de impulsar un ministerio de Economía Popular, donde convocó a los líderes del Movimiento Evita y con el diálogo abierto con la dirigencia sindical de variado signo.

(Tiempo Argentino, domingo 2 de agosto de 2015)

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