ARGENTINA / Hablemos y definamos cosas importantes / Escribe: Hernán Brienza






La política argentina, incluso los sectores más dotados de "política" como lo es el kirchnerismo en su más amplio sentido, por momentos parece ingresar en el juego de la gestualidad mediática efímera y sin sentido. A veces, los gestos se convierten en más importante que los hechos; adquieren una relevancia tal que hacen olvidar las verdaderas cuestiones de fondo. En los medios, en las redes sociales, en la calles, sectores sociales comprometidos en mayor o menor grado con la realidad del país caen presos de discursos sin sentido y un tanto superficiales. No será el autor de esta nota quien reniegue del valor de los simbolismos políticos, ya que considera que, incluso la historia, se construye con simbolismos que quedan fijos en la memoria de los pueblos en el sentido más amplio del término. Pero una cosa es un símbolo –una señal, si se quiere– y otra un mensaje obvio y chabacano.


La visita de Daniel Scioli al Espacio Clarín, en la costa, es apenas un mensaje. Ni siquiera es un símbolo. Una muestra, si se quiere, pero no mucho más. El gobernador de la provincia de Buenos Aires ya ha mandado más de un mensaje en ese sentido: no está dispuesto a perder espacios comunicacionales de campaña con tal de llegar a un público que el kirchnerismo sólo no alcanza. Aunque deba casarse con el mismísimo diablo. Scioli hace esta especulación: "Si es el candidato del Frente para la Victoria, los votos kirchneristas estarán prácticamente cautivos porque no tienen alternativa, excepto el voto en blanco. Por lo tanto, debe ir en búsqueda del voto no kirchnerista. Y para eso debe hablar en los espacios que no utiliza el gobierno nacional habitualmente." Es pura lógica de persecución de votos de centro: mostrar equilibrio, suturar supuestos desencuentros, mostrar urbanidad, previsibilidad, recuperar una "racionalidad" ecuánime que, para la mentalidad políticamente correcta es una de las principales virtudes. O al menos, así lo venden en los espacios de comunicación pública.

¿Importa la foto de Scioli sonriente en el stand de Clarín? Poco y nada, la verdad. Hacer política con fotos es de una vacuidad poco interesante, digna de un programa de chimentos, de mal periodismo o de servicios de inteligencia más que de política. Incluso, podría ser visto como un error, un mal cálculo, o una mera estrategia de acumulación política. Pero claro que hay un mensaje que es desafortunado: Héctor Magnetto es, sin dudas, el enemigo público número uno del kirchnerismo y de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en términos políticos. Y es en ese sentido que se torna "peligroso" el gesto de Scioli: podría pensarse que es parte de un nuevo pacto político, de nuevas formas de maridaje con las corporaciones mediáticas, del abandono de una pelea que fue constitutiva del kirchnerismo.

Pero hay algo más importante que la foto. Y es la proyección política del sciolismo. El Frente para la Victoria tiene un candidato –o varios– que no garantiza exactamente la continuidad del modelo. Pero para saber de qué continuidad hablamos, hay que intentar delinear qué es el Modelo, porque si no puede ocurrir que confundamos la foto con la película.


¿Continuará Scioli, por ejemplo, con la política de negociación soberana de la deuda externa? ¿Tendrá capacidad para defender los intereses del Estado en una negociación tan cruenta como la de los fondos buitre? ¿Profundizará la línea de complementariedad comercial con China y Rusia o se alineará automáticamente con Estados Unidos como hizo Carlos Menem en los años noventa? ¿Qué significa cuando se dice que un candidato quiere volver a los '90? ¿Cuánto hay de eslogan vacío en esa frase y cuánto de solidez ideológica?

Pero hay más preguntas para hacerse: ¿Cuál será la forma de acumulación, ahorro y redistribución de la riqueza? Más allá de la Asignación Universal, una herramienta útil y eficiente pero no un dogma, ¿de qué manera el sciolismo garantizará la profundización de la distribución de la riqueza? ¿Cómo redistribuirá los recursos del Estado? ¿Cuáles serán los sectores económicos favorecidos? ¿Qué tipo de equilibrio representará en la repartición de ganancias el sector del trabajo? ¿Cuál será el rol del mercado interno? ¿Seguirá generando crecimiento a través de la inyección de demanda? ¿De qué manera pondrá límites a las corporaciones monopólicas que en todos los rubros fijan precios y vehiculizan la inflación? ¿Tendrá condiciones para profundizar el desarrollismo industrial que la Argentina necesita y que a pesar de todo lo que se hizo no se pudo alcanzar? ¿Continuará con un proyecto de inversión en infraestructura de tipo federal?

Pero no carguemos las tintas sobre el sciolismo –ya que no es una cuestión personal– sino una simple preocupación política. ¿Qué sectores dentro de la política argentina han demostrado capacidad de gestión en sus territorios? Porque, quizás, es preferible un candidato que sepa gestionar, aún cuando esté volcado en el espectro ideológico más a la derecha que uno que pueda mostrar más tibiezas que buena gestión. Es sólo una pregunta, nada más.


Por último, quedan una serie de cuestiones culturales y sociales a resolver que, también, son más importantes que una simple foto: las políticas de seguridad, las discusiones ideológicas, el clima de época, las políticas de derechos civiles e individuales, las políticas de género, los Derechos Humanos, la comunicación pública, el perfil artístico, de la relación con los medios empresariales de prensa, la desarticulación de entramados verdaderamente autoritarios en la Poder Judicial y en las fuerzas de seguridad, entre tantas otras cosas.

Es por eso que preocuparse por una simple foto o por una visita es una nadería. Habiendo tantas cosas para pensar dentro del peronismo y del Frente para la Victoria macartear a un candidato por lo que haga o deje de hacer en campaña parece más de fantasmas robándose las sábanas unos a otros que de política sustantiva.

La clase política argentina debe tener una sola obsesión en los próximos años: garantizar un complejo que equilibre creación acelerada y distribución justa de riquezas. Lo demás debe pasar a un segundo plano. Y, desgraciadamente, lo debe impulsar la clase política porque los sectores empresarios están preocupados simplemente por la acumulación de riquezas sin más.

El 2015 es un año trascendente para todos los argentinos. Hablemos y definamos cosas importantes.

(Diario Tiempo Argentino, domingo 11 de enero de 2015)

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