MENDOZA / Cuentito político para dormir a los niños en la noche / Escribe: Marcelo Padilla






Había una vez en un país llamado Argentina -el más austral del continente americano, donde gobernó un señor de patillas llamado Carlos Menem, vestido al principio de poncho y botas de potro, parecido a un caudillo del interior, travestido luego en un trajeado muñeco de torta- una tristeza muy grande, honda como un abismo, porque la gente fue perdiendo el trabajo, se hacían cada vez más pobres y no tenían para comer.


Cada vez más la gente no tenía para comer. Sin embargo, una parte importante de la sociedad de ese país, haciendo que no veía, apoyaba a ese presidente porque les había prometido el paraíso en la tierra. Esa parte importante de la sociedad que no tenía hambre se confundió esperando el paraíso porque imaginaba un paraíso ideal, de los cuentos, de las películas, bíblico. Pero el paraíso resultó real, muy muy real. Era un shopping.

El paraíso prometido (ser parte del primer mundo, de los mejores) llegó en forma de shopping. Y ahí la gente iba mañana, tarde y noche. Una especie de Meca, una cápsula al vacío donde las relaciones no podían estrecharse demasiado porque la gente, atestada, caminaba en cámara lenta, mirando como estúpidos las vidrieras de los locales comerciales.

O se mataban en la cola para comprar una hamburguesa, esperando una hora, con los niños colgados, y sacados, de los brazos de la madre. Esa gente se cansó de ese paraíso “real”. Empezó a mirar a su alrededor y se dio cuenta que la pobreza los rodeaba, los acechaba e iba por ellos.

Cuando las cosas no daban más, otros señores políticos, de la oposición del gobernante de turno, armó una Alianza, un rejunte de partidos de centro, algunos del partido del gobernante de turno que se fueron del partido oficialista y demás. La idea era juntar a todos los contra y lo lograron.


Hete aquí que los señores de esa Alianza ganan las elecciones y ponen a un nuevo presidente del país. Un señor pelado, que le costaba hacerse entender, lento, aburrido. La gente se empezó a dormir después de la esperanza. El tipo no prometió demasiado, fue más bien la sociedad que esperó demasiado y así fue que el gobierno del señor aburrido se fue cayendo a pedazos y si bien parecía bueno resultó muy malo y se limpió a más de 30 personas en la calle cuando toda la gente salió a protestar porque la pobreza que los rodeaba ya se les había instalado en la casa.

La Alianza resultó ser un fiasco, hizo las cosas peor que el presidente de las patillas y liquidó al pueblo en su conjunto. Ahora que las cosas mejoraron bastante con un nuevo gobierno que se ocupó mucho más de la gente que los anteriores, otra vez aparecen los mismos.

La Alianza vieja es igual que la nueva UNEN. La diferencia es que aquellos fracasaron porque fueron lo mismo o peor de lo que había. En cambio, éstos, quieren cambiar lo bueno de lo que hay y repartir helicópteros para ir directo al paraíso.

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