MENDOZA / Chavismo para rato / Escribe: Roberto Follari






Nos guste o no. Estemos del lado del fallecido líder o en su enconada contra, dado que nunca mereció medias tintas. Pero sea quien sea, que se acostumbre a la idea: en vez de aquel funesto "muerto el perro, se acabó la rabia", es el fantasma de El Cid el que aparece. El que ganó batallas estando muerto. Y Chávez seguirá galopando.


El paralelo, muy claro para los argentinos, es el peronismo. Hubo quien creyó que lo acababa con el golpe de 1955, y el peronismo gobierna la Argentina casi sesenta años después. Movimiento que fue resistencia en los cincuentas y sesentas, gobierno de nuevo en el 73, lucha armada antes y luego de esa fecha. Fue muchas cosas; lo único que no puede afirmarse del peronismo a casi cuarenta años de la muerte de Perón, es que haya sido poco importante en la vida política argentina. Y con el chavismo, el paralelo en cuanto a simbología y liderazgo popular resulta por demás evidente.

Hay muchos que se creyeron (y algunos que quisieron creerse) la vulgata según la cual Chávez era un dictador. Por cierto no era nada perfecto, y su verborragia podía superar la paciencia de algunos. Su estilo popular era poco soportable para los ilustrados. Y sin embargo, él era un ilustrado, que recitaba de memoria largos pasajes de filósofos y politólogos. Un ilustrado que se comunicaba maravillosamente con los de abajo (de donde venía), y por eso ganó 15 elecciones. Nada menos. Y pudo escribirse y decirse en los medios masivos venezolanos que en Venezuela no hay libertad de expresión; si pudo decirse, es que hay libertad de expresión. Nada más ridículo que denunciar supuesta falta de libertad, en el momento de ejercerla denunciándola. Cuando hay dictadura, nadie puede decir que la hay. El recuerdo de la dictadura argentina (afectos a la cual son algunos de los antichavistas) con todas las radios intervenidas militarmente y con censura absoluta, muestra la enorme diferencia con las libertades que existen en Venezuela (y también, dicho sea de paso, en Argentina o Ecuador). En Argentina fueron asesinados 100 periodistas por la dictadura, como para que se note de qué estamos hablando cuando se habla livianamente de "dictadura" para referirse a gobiernos legítimos, democráticos y populares.


No se trata de discutir si nos gustaba o no el estilo de Chávez. Se trata de advertir que mejoró todos los índices sociales de su país: mortalidad en nacimiento, desnutrición infantil, pobreza, indigencia, desempleo. Todo disminuyó con él. Y la salud, la alfabetización y la educación en general, llegaron para todos.

En lo internacional algunos critican que fuera aliado del gobierno sirio o el iraní, como si ser aliados del gobierno israelí (como lo son casi todos los proestadounidenses antichavistas) no fuera ser aliados de un estado autoritario y a menudo ilegal -no cumple las resoluciones de la ONU-; o como si apoyar a la resistencia siria -obviamente pagada y armada desde EE.UU. y la OTAN- no fuera también una política abiertamente vergonzosa, que la prensa suele presentar como "altamente democrática".

Un párrafo (no merece más) para el grotesco del "chavismo antikirchnerista", que obviamente va contra Chávez y contra el chavismo, asociados ambos abiertamente al gobierno argentino, no sólo en diplomacia e intercambio. Gobiernos públicamente hermanos, aliados y -en buena medida- homólogos. El colmo de ese grotesco se implicó cuando algunos de estos sedicentes "chavistas" se encontraron con que la apelación a su súbito candidato Binner -el único modo que tienen de obtener votos- era a un partidario de Capriles, el candidato de la derecha en Venezuela, el que es antichavismo en estado puro. Una vergüenza para recordar.


Volviendo a temas de importancia, Chávez abrió el ALBA, la emisora Telesur, Petrocaribe, el Banco del Sur. Y fue central para -nada menos- UNASUR y CELAC, organismos regionales que no se rinden a la voluntad del Amo del Norte. Una batería de organizaciones centrales para una Latinoamérica unida y solidaria.

Todo esto, sin contar la solidaridad que -desde un país más débil que el nuestro- llevó a Chávez a comprar bonos argentinos cuando nadie daba nada por nosotros. O el petróleo a precio abaratado a países de pocos recursos económicos como Cuba o Nicaragua. O echar al embajador de Estados Unidos, porque este país se extralimitó en Bolivia. O ayudar a enterrar el ALCA, junto a Fidel, Kirchner y demás líderes de la región.

Demasiado para que la muerte se lo lleve. Los líderes populares no mueren en la memoria colectiva. No sólo es altamente probable que el chavismo gane la próxima elección presidencial, sino que es casi seguro que el chavismo marcará la política venezolana de maneras diferentes (aún no siendo gobierno) por los próximos cincuenta años. O aún por bastante más.-

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