MENDOZA / AMIA, Embajada de Israel y Torres Gemelas: sospechosas similitudes / Escribe: Héctor Eduardo Garófoli






Muchas personas en el mundo sospechan, con fundadas razones, de la verdadera autoría de los ataques a las Torres Gemelas (WTC) del 11 de Septiembre del 2001. Los motivos de la sospecha son ampliamente conocidos.


En nuestro país, en 1992 y 1994, se produjeron otras dos terribles masacres de civiles inocentes, que todo el mundo conoce: los ataques a la Embajada de Israel y a la AMIA. En estos dos casos, la trama de encubrimientos es interminable y la Justicia aún no ha identificado a los autores materiales e ideológicos de esos crímenes.
Al igual que lo sucedido con respecto a las torres gemelas, luego de los ataques producidos en Argentina, surgieron hipótesis sobre la posibilidad de que éstos hayan sido auto atentados, desde dentro de los EEUU en el caso del WTC, yla denominada “pista israelí”por estos pagos. Estas hipótesis fueron descartadas en las investigaciones, allá y aquí.
Estamos ante tres crímenes horrendos que tuvieron como consecuencia verificable la construcción de una opinión pública favorable a la justificación de la política expansionista del Estado de Israel y a la política exterior globalde los EEUU.
En el caso de WTC, se construyó una opinión pública favorable a la justificación de las invasiones emprendidas por EEUU contra Irak y Afganistán y a consolidar el respaldo de la opinión pública mundial aEEUU y al Estado de Israel para sus acciones en medio oriente.
Por supuesto, esto solo no constituye prueba alguna de auto agresión. Pero tenemos un elemento llamativo, un común denominador, presente en los tres casos: la construcción de una opinión pública mundial favorable a una determinada causa.
¿Es posible encontrar otro común denominador entre los tres casos?
Parece que sí. No hay ninguna información que de cuenta de que entre las víctimas se hubiesen encontrado algunas de las más altas autoridades de las entidades agredidas, ni de la AMIA ni de la Embajada de Israel; como tampoco de instituciones de gran importancia ni de lasgrandes corporaciones transnacionales que tenían sus sedes u oficinas en las torres gemelas. Es decir, no estaban en la Embajada de Israel el embajador ni el personal diplomático en funciones en la embajada; en la AMIA no estaban los directivos de la Institución; en las torres gemelas, no estaban los ejecutivos de alto rango de las instituciones, empresasy corporaciones globales que allí tenían sus sedes.
Si esta observación es correcta, tenemos otro denominador común entre los tres hechos: las más altas autoridades de las entidades instaladas en los sitios agredidos no estaban en su lugar de trabajo en el momento de producirse los atentados.
¿Se puede pensar seria y razonablemente que esto es pura casualidad?
Se supone que ataques de tal magnitud son planificados detallada y minuciosamente, durante un largo tiempo, por temibles criminales, de gran inteligencia, quienes no dejarían absolutamente nada librado al azar y difícilmente se preocuparían por asegurarse de no matar a encumbrados dirigentes de sus enemigos. Más bien al contrario. Estudiarían todos sus movimientos para que sus ataques sean lo más destructivos posible hiriendo profundamente a la inteligencia enemiga.
¿Podría haber otro denominador común?
En todos los casos surgieron hipótesis sobre la existencia previa de explosivos en los sitios afectados. En todos los casos, estas hipótesis no se investigaron. Llamativa unidad de criterios de todos los jueces, de dos países distintos y lejanos, en casos teóricamente no relacionadosentre sí.
Creo ver, en el panorama conjunto de los tres hechos, un modus operandi cuya matriz intelectual parece ser la misma, tanto en la ejecución de los ataques como en las posterioresactitudes políticas de EEUU y del Estado de Israel y las influencias ejercidas sobre las investigaciones judiciales.
Seguramente no estoy diciendo nada novedoso.
Pero lo que quiero decir, en definitiva,y esto es lo importante, es que los familiares de las víctimas de esos crímenesdeben exigir, en las causas en que se investigan esos hechos, tanto en EEUU como en nuestro país, que las propias autoridades superiores y ejecutivos de alto rango de las entidades atacadas sean citados a declarar en los juicios para dar explicaciones concretas, razonables y creíbles sobre sus insólitas, llamativas y coincidentes ausencias en el momento de ocurrencia de cada uno de los atentados.
Por la cantidad de víctimas y de corporaciones afectadas del WTC, parece conveniente que todas las organizaciones de familiares de las víctimas que buscan Memoria, Verdad y Justicia, de EEUU y de Argentina, se vinculen entre sí y analicen los aspectos que los tres hechos presentan en común, incluidos los procedimientos y la materialidad de los actos, las sospechosas ausencias de los “capos”, las vicisitudes del desarrollo de las investigaciones y las eventuales injerencias sobre investigadores, fiscales y jueces. Si este punto de vista fuese acertado, bastaría con uno, dos o tres arrepentidos para acercarnos a la verdad.



Esta podría ser la única forma que encontremos para desarticular la trama de poderes que sabotean el esclarecimiento de los hechos y la identificación de sus autores intelectuales y materiales.
De otro modo, nunca habrá Justicia.

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