Franco Revérberi, ex capellán del Ejército en Mendoza, con pedido de captura de Interpol. Según cuatro testigos, presenció los vejámenes. Hoy da misa en un pueblo de Italia.
El cura alegó inocencia en un reportaje del Corriere della Sera.
Está sentado detrás del escritorio, tranquilo en sus dichos. Debajo de la gruesa campera negra se alcanza a ver el hábito con el cuello blanco. Franco Revérberi contesta algunas preguntas y elude otras: se siente muy lejos del pasado y amparado por sus 75 años de edad. Sobre el sacerdote pesa un pedido de captura internacional por haber presenciado torturas durante la dictadura. Por el momento se encuentra en Italia, lugar que eligió para que su ausencia se prorrogara indefinidamente. “No sé nada de nada”, aseguró a un periodista del Corriere Della Sera. “Los que dicen haberme visto no me pudieron ver, ya que las fechas no coinciden”. El pasado 20 de noviembre, la Justicia argentina ordenó la detención de 35 personas acusadas de delitos de lesa humanidad, entre ellos este ex capellán del Ejército.
Revérberi emigró a la Argentina a los 11 años, desde la región de Parma, donde hoy está prófugo. “No necesito abogados, no hace falta. Yo fui capellán a partir de 1980. Dije la verdad, míreme a la cara: ¿le parece que conozco a Videla?”, se envalentonó.
En noviembre de 2010, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 2 de Mendoza condenó a la pena de prisión perpetua a varios militares y policías por los delitos de privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravada y homicidio calificado, entre otros. Durante ese juicio, Revérberi fue llamado a declarar como testigo, ya que cuatro detenidos lo vieron en dependencias de la Justicia de San Rafael, en Mendoza. “Siendo capellán, participó de una sesión colectiva de tortura el 9 de julio de 1976”, contó a Veintitrés Ricardo Ermili, presidente de la Asamblea por los Derechos Humanos local. “Numerosas personas, testimoniando de manera consistente e independiente, vieron a los torturadores, y entre ellos, al cura. Durante el juicio, el sacerdote se contradijo al decir que no sabía nada, cuando hay notas firmadas por él solicitando el uniforme militar de capitán. Las constancias lo daban como testigo, pero su condición lo hace imputable”. Según la fiscalía, la presencia del sacerdote aumentaba el sufrimiento de los detenidos, viéndose más desprotegidos al no sentirse defendidos.
“Juro que nunca supe que ocurrían esas cosas, que había desaparecidos o que torturaban a la gente. Yo daba misa a los soldados, catecismo y comuniones. Me enteré de esos hechos hace pocos años”, dijo el capellán durante el juicio, aunque reconoció su firma en algunos documentos que lo incriminan. Revérberi se fue del país durante 2011 en su condición de jubilado. En noviembre pasado, la Justicia Federal de San Rafael libró un exhorto para traer al cura implicado en delitos de lesa humanidad de vuelta al país. Hasta ahora detuvieron a 10 personas que deberán responder por 76 causas de desaparición, tortura y privación ilegítima de la libertad. Mientras tanto, Revérberi celebra misa en la iglesia de Sorbolo, un pueblo de 8 mil habitantes en la provincia de Parma. Su amigo, el cura Giuseppe, le dio asilo y los pobladores lo aman. Cuando traspone los portales del templo, saluda al carabinero de la plaza, a quien confiesa cada tanto. Si la Interpol lo busca, ya sabe dónde encontrarlo.
(Semanario Miradas al sur, 19 de diciembre 2012)