Albizu Campos es detenido y enjuiciado bajo la Ley de la Mordaza.Con él irán a juicio muchos otros nacionalistas.
Más represión.
El 1948 será un año muy significativo en las luchas estudiantiles puertorriqueñas.
Como represalia contra el izamiento de la bandera puertorriqueña a que acabamos de aludir, el rector Jaime Benítez suspende sumariamente a los estudiantes Juan Mari Bras, Jorge Luis Landing y Juan Noriega Maldonado.
Al comenzar el segundo semestre 1947-48, la lucha entre el rector y los estudiantes se intensifica.
Los estudiantes deciden decretar una huelga.
Benítez llama a la policía a los terrenos universitarios y procede a suspender a un número mayor aún de estudiantes.
A algunos profesores no se les renuevan los contratos.
En conjunción con la huelga universitaria y el retorno de Albizu Campos, la Asamblea Legislativa de Puerto Rico aprueba la Ley 53, mejor conocida como la Ley de la Mordaza.
Como habrá de confesar el representante Benjamín Ortiz a la sazón, ésta no era sino una traducción al español de la opresiva Ley Smith vigente en los Estados Unidos.
Con la ayuda de la policía y el uso de mano dura contra los estudiantes, el rector Benítez logra conjurar la crisis y emerge victorioso mediante la virtual emasculación del movimiento estudiantil universitario.
Entramos ya en la época de la posguerra y los comienzos de la llamada guerra fría.
La ONU ha sido creada y los imperios tradicionales se hallan demasiado débiles para retener sus antiguas colonias.
El proceso de liquidaciones del coloniaje cobra gran ímpetu.
Los Estados Unidos emergen de la prueba como la más grande potencia mundial, fortaleciendo este hecho por el monopolio atómico de que disfruta.
Mientras tanto la nación más poblada del mundo se asienta en el continente asiático como el primer país socialista en ese confín del planeta.
La situación colonial de Puerto Rico le crea un serio problema a los Estados Unidos ante la opinión pública mundial.
Todavía es menester que el poder imperial rinde informes sobre este territorio dependiente.
Como medio de evitar la continuación de esta situación indeseable, el Congreso Norteamericano aprueba la Ley Pública 600, que autoriza a los puertorriqueños a redactar su propia Constitución.
Un nuevo término es creado para bautizar a la criatura: "Estado Libre Asociado". Así los Estados Unidos podrá presentarse ante la comunidad internacional como una potencia no colonial después que los puertorriqueños hayan ratificado su deseo de seguir siendo colonia.
Los independentistas no se llamaron a engaño.
El Partido Independentista Puertorriqueño boicoteó la llamada "Convención Constituyente".
Albizu Campos y los nacionalistas fueron aún más lejos.
El 30 de octubre de 1950 hubo varios brotes armados en diversas partes de la isla. El 1º de noviembre de 1950 los nacionalistas Griselio Torresola y Óscar Collazo atacan la Casa Blair en un intento infructuoso de matar al presidente Truman.
El propósito de dicha acción era dramatizar ante la opinión pública mundial la verdadera situación de Puerto Rico y todo cuanto se hacía para ocultarlo.
Un despliegue masivo de fuerza es la respuesta del gobierno colonial. Cientos son detenidos.
Los insurrectos resisten heroicamente pero son apabullados por fuerzas muy superiores.
Albizu Campos es detenido y enjuiciado bajo las disposiciones de la Ley de la Mordaza.
Con él irán a juicio muchos otros nacionalistas. Encontrado culpable es sentenciado nuevamente a una larga pena de prisión.
Algunos de sus compañeros recibirán sentencia montante a más de 400 años de presidio.
Ya para ese momento el Maestro Nacionalista se halla muy quebrantado de salud.
El gobernador Muñoz Marín le indulta respondiendo a presiones de tipo internacional y nacional.
Sometido a una vigilancia constante se le apresa ya definitivamente después que el 1º de marzo de 1954 los nacionalistas Lolita Lebrón, Irving Flores Rodríguez, Rafael Cancel Miranda y Andrés Figueroa Cordero tirotean la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos.
Dicho acto -hecho con el propósito de dramatizar el problema del reclutamiento de las juventudes puertorriqueñas en el ejército estadounidense- es justificado por Albizu con las siguientes palabras:
-Nuestra patria ha venido sufriendo la intervención militar de Estados Unidos hace más de medio siglo. La intervención militar es la guerra en todos sus aspectos: económico, político, cultural, etc., porque las intervenciones militares se llevan a cabo con un solo fin que es destruir la nacionalidad ocupada y convertirla en colonia del imperio, explotable en todas sus formas...
-Nuestra fe en el derecho nos dio una infinita paciencia para resistir los desmanes del poder ocupante norteamericano. Esa paciencia nuestra ha confundido a los dirigentes de Estados Unidos que nos catalogaron entre los pueblos pasivos de la tierra y los llevó hasta la insolencia de que, siendo víctimas de su imperio, pretenden reclutar a nuestros hijos por la fuerza para servir a sus fines imperialistas en el mundo entero...
De ahí en adelante el Maestro Nacionalista recobrará su libertad poco antes de su muerte.
Paralizado como resultado de un infarto, pasará sus últimos años encarcelado en el Hospital Presbiteriano.
Había pasado más de veinticinco años de su vida en la cárcel.
Al acercarse el momento de su muerte, el gobernador Muñoz Marín decreta su indulto.
En casa de la abnegada Juanita Ojeda pasa sus últimos días de su vida. Pero ante la noticia de su muerte el pueblo patriota puertorriqueño responde masivamente.
Una enorme multitud que se estima en unas 60.000 personas asisten a su sepelio.
Al sonar el aldabonazo final de la conciencia de los puertorriqueños que significaba su muerte física, se hacía patente el juicio de su discípulo Juan Antonio Corretier emitido poco antes de su muerte: -nada ni nadie puede ya contra Pedro Albizu Campos.
-El estoico retador de todos los dolores salió a la inmunidad por la puerta de todos los dolores.
-Quien lo quiera encarcelar verá que no puede. Quienes lo mataron comprenderán que no pueden matarlo. El lisiado ha reducido a la impotencia a los todopoderosos.
Albizu en acción
La exacta dimensión histórica de un personaje se mide por su capacidad para perpetuarse en las memorias de las generaciones presente y por venir.
Dicha capacidad se halla en función de las fuerzas que determinan el desarrollo histórico y que imparten a éste un determinado derrotero.
En ese sentido hay también fuerzas retardatarias, fuerzas que estorban el desarrollo histórico en vez de acelerarlo.
En el mundo en que vivimos las fuerzas defensoras del colonialismo y del neocolonialismo son las retardatarias que impiden el logro pleno de la liberación nacional , mientras que los individuos, grupos y clases que pretenden lograr la erradicación de dicho sistema son los que constituyen la más alta expresión de los intereses de la humanidad.
A lo largo de nuestra historia como pueblo colonial hallamos la pugna entre estas dos tendencias.
Es la lucha entre Betances Y Baldorioty, entre Muñoz Rivera y De Diego, entre Muñoz Marín y Albizu Campos.
Pero más que la lucha de estos hombres es la lucha de los intereses por ellos representados. Se trata de una lucha mundial, es universal.
Es Lumumba contra Tshombe, Cao Key contra Ho Chi Minh, Onganía contra el Che Guevara.
Es en efecto, la gran toma de conciencia de aquellos sectores de la humanidad que, previamente marginados del desarrollo histórico, son hoy sus actores principales.
La grandeza de los hombres y de los pueblos dependerá esencialmente del lugar de éstos respecto a las fuerzas antes mencionadas.
Poco importa, en ese sentido, que los grandes libertadores puedan decir con el apóstol Martí: -Porque yo no cobijaré mi casa con las ramas del árbol que he sembrado.
Cuando lo que se ha plantado es el árbol de la libertad las futuras generaciones sabrán rendir el justo homenaje a quienes tuvieron el valor de sembrarlo.
Eso y no otra cosa es la inmortalidad.
Al pronunciar su famoso discurso ante las tumbas de los inmortales Hiram Beauchamp y Elías Rosado decía Albizu Campos que -cuando el hombre pasea serena y tranquilamente sobre las sombras de la muerte, entonces es que el hombre entra en la inmortalidad.
Al pronunciar dichas palabras estaba sin saberlo escribiendo su propia apología.
Su nombre se halla inscrito como nunca antes en la mente y en el corazón de las vanguardias de nuestra juventud.
Albizu Campos vive.
Vive en su ejemplo preclaro y en su arquetípica postura de desafío y de resistencia al imperio que nos regentea.
Fue inútil intentar encarcelarlo, silenciarlo, asesinarlo. No se encarcela ni se asesina un principio. No se puede silenciar una causa.
Los símbolos vivirán siempre más allá de la existencia física de quienes la sustentaron.
En un determinado momento histórico en que todo parecía estar perdido para la lucha patriótica, Albizu Campos representó ante los ojos de la humanidad el decoro de este pueblo.
Porque bien lo dijo el apóstol Martí: -Cuando hay muchos hombres sin decor, hay unos pocos que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Éstos son los que se rebelan con fuerza terrible contra aquellos que pretenden robarles a los hombres su libertad, que es su decoro.
Combatiente, intelectual, brillante. tribuno de la libertad, mártir y héroe de nuestra independencia patria, se halla justo al Padre de la Patria emitiendo desde la inmortalidad el famoso grito de guerra del caborrojeño: -Los grandes no son grandes sino porque estamos de rodillas. Levantémonos.
Tomado de: "La conciencia nacional puertoriqueña".
Don Pedro Albizu Campos
Siglo XXI Editores, SA
PEDRO ALBIZU CAMPOS (Ponce, Puerto Rico, 1893 - San Juan, 1965) Patriota y político puertorriqueño que fue la figura más relevante en la lucha por la independencia de Puerto Rico durante la primera mitad del siglo XX nació el 12 de septiembre 1891. Formado en las universidades norteamericanas de Vermont y Harvard, Albizu Campos comenzó a interesarse por los asuntos políticos durante su estancia en Estados Unidos. Allí formó parte del Cosmopolitan Club, dirigió movimientos en favor de la independencia de Irlanda y la India y creó y presidió los Caballeros de Colón, organización que agrupaba a estudiantes hispanoamericanos. Se enroló como voluntario en el ejército en los años de la I Guerra Mundial, aunque no llegó a ser enviado al frente europeo. Graduado en Ingeniería Química y Filosofía y Letras, rechazó varios puestos en el servicio diplomático y en el Tribunal Supremo estadounidense, para regresar a Puerto Rico y completar en su universidad la carrera de Derecho (1921). Ese mismo año ingresó en el Partido Unión de Puerto Rico, de carácter independentista, pero lo abandonó al poco tiempo para unirse al recién creado Partido Nacionalista de José Coll y Cuchí, del que Albizu fue nombrado primer vicepresidente en 1925. Bajo su influencia dicho partido abogó por una lucha activa en favor de la independencia de Puerto Rico, pero las dificultades eran muchas y Albizu se vio obligado a enviar a su familia al Perú (país natal de su esposa Laura Meneses), vender todas sus propiedades e iniciar un largo periplo de casi tres años que le llevó por las Antillas, América Central, México y Venezuela para dar a conocer y recabar apoyos a su causa, así como para fomentar la solidaridad política entre los países latinoamericanos. En 1927 fundó en Cuba la Junta Nacional Pro Independencia de Puerto Rico y en 1930 regresó finalmente a la isla junto a su familia dispuesto a liderar de manera activa el movimiento independentista. Ese mismo año fue nombrado presidente del Partido Nacionalista, al que orientó hacia la lucha revolucionaria como medio para alcanzar sus objetivos; predicó el retraimiento en las elecciones por considerarlo un mecanismo al servicio del opresor. En 1933 dirigió con éxito una huelga contra las empresas que ostentaban el monopolio eléctrico de la isla, Puerto Rico Railway y Light and Power Company, y al año siguiente hizo lo propio frente a los intereses de las compañías azucareras. El recrudecimiento de las actividades del partido motivaron la respuesta violenta por parte de las autoridades, con episodios como la "Masacre de Río Piedras" dirigida por el jefe de policía Francis Riggs en octubre de 1935 o el asesinato de Hiram Rosado y Elías Beauchamp, y finalmente la desarticulación total del movimiento con el propio encarcelamiento de Albizu junto al de los principales líderes independentistas en la cárcel de la Princesa en 1936. Juzgado y condenado a diez años de prisión por el delito de sedición, fue trasladado a la cárcel federal de Atlanta. En 1943 enfermó gravemente y tuvo que ser ingresado en el Hospital Columbus de Nueva York, centro en el que permaneció hasta casi el final de la condena. Regresó a su tierra natal en 1947. El atentado de un grupo independentista el 1 de noviembre de 1950 contra la Casa Blair de Washington (residencia en ese momento del presidente Harry Truman, por hallarse la Casa Blanca en obras) le llevó nuevamente a prisión. Durante esta segunda condena, como experimento o con el simple propósito de causarle la muerte, fue expuesto a radiaciones radioactivas que mermaron seriamente su salud. El gobernador Luis Muñoz le concedió el indulto en 1953; Albizu lo rechazó y fue expulsado de la cárcel. El indulto le fue revocado tras otro atentado nacionalista en el Congreso estadounidense en marzo de 1954. En marzo de 1956 sufrió un ataque cerebral que le paralizó el lado derecho y le dejó sin habla, a pesar de los cual no recibió asistencia médica hasta pasados cinco días. En 1964, pocos meses antes de su muerte, recibió el indulto definitivo. Muere el 21 de abril de 1965. El traslado de su féretro al cementerio de San Juan se convirtió en una ceremonia de homenaje por parte de miles de compatriotas. Admirado por muchos que lo consideran un héroe nacional y denostado por algunos otros debido al empleo de métodos violentos para conseguir sus objetivos, la figura de Albizu Campos es una de las más controvertidas de la historia puertorriqueña.