INTERNACIONAL / G-20 y Río+20. Sumas y restas / Escribe: Federico Mirré y Rafael Bielsa






La Cumbre cabeña estuvo cubierta por la sombra del vertiginoso devenir europeo y la pugna entre dos corrientes cada vez menos conciliables: desarrollo, empleo y políticas de estímulo estatal, impulsadas por los países emergentes; y ajuste y más ajuste por el lado de la mayoría de las potencias desarrolladas.



Los líderes del G-20 se reunieron por séptima vez en el balneario mexicano de Los Cabos. Los acompañó un cortejo de jefes de organismos financieros y dirigentes de la Unión Europea. Y un invitado especial: el jefe del gobierno español, Mariano Rajoy. Tema central: la crisis europea y su influencia en los EE UU, visto el riesgo añadido que representa para la economía norteamericana y para el presidente Obama, quien se juega la reelección en noviembre.
A pesar de eso, un gobernante de la UE (no del Eurogrupo), David Cameron,no dejó pasar la oportunidad para hacer demostraciones de inmoderada y arrogante petulancia. Primero arremetió contra el presidente francés, quien aplicará una tasa del 75% sobre las ganancias de unos 3500 compatriotas muy ricos. Se permitió el sarcasmo de decirle que aquella decisión sería beneficiosa para Gran Bretaña, toda vez que generaría una fuga de inversionistas hacia su país. En cambio, nada agregó sobre los paraísos fiscales, que alimentan a la City de fondos evadidos por compañías y ciudadanos ricos de su país, a cuyos ciudadanos menos afortunados va privando –vía los ajustes– de más y más beneficios sociales.

Luego se volvió el inglés hacia nuestra presidenta, a quien le espetó que tenía que tomar en cuenta el referéndum que se celebrará en Malvinas. Lo que Cameron llama referéndum es un Golem electoral concebido por el Foreign Office, que consiste en preguntar a unos 1600 colonos británicos implantados en nuestro archipiélago si ellos, que son ciudadanos británicos, desean seguir siéndolo. Habrá que insistir con los miembros del G-20 que testimoniaron tal jactancia, que Londres no se preocupó mucho de consultar la opinión de los dóciles habitantes del Archipiélago de Diego García (Océano Índico) antes de expulsarlos sin comedimiento alguno, hace ya unos años, para ceder luego las islas a los EE UU, país que levantó allí una muy impresionante base aérea, naval y de control electrónico y satelital.

La Cumbre cabeña estuvo cubierta por la sombra del vertiginoso devenir europeo y la pugna entre dos corrientes cada vez menos conciliables: desarrollo, empleo y políticas de estímulo estatal, impulsadas por los países emergentes; y ajuste y más ajuste por el lado de la mayoría de las potencias desarrolladas. John Maynard Keynes (y Jacob Schumpeter) se sentirían confundidos si supiesen que son los BRICS y países europeos como Francia quienes abogan por la aplicación de algunas de sus recetas más básicas. Y ni decir cuánto, si conocieran el estudio hecho por el mismísimo FMI que revela que sobre 173 casos de aplicación de políticas de austeridad, ninguno generó crecimiento y todos llevaron a una recesión. (“Finanza y Desarrollo”, Vol. 48, Nº 3, Sept. 2011, FMI).

Para la Argentina, este G-20 tuvo un resultado a tener en cuenta, ya que –a cambio de los nuevos refuerzos de fondos de utilización condicionada, aportados por los BRICS y las potencias centrales–, dichos BRICS recibieron del Fondo el firme compromiso de reformar la estructura y composición del directorio y reparto de los votos, promesa ya formulada en la reunión anterior del grupo pero ahora de cumplimiento mas difícil de soslayar, ya que ha habido aportes contantes y sonantes por parte de los nuevos actores. Se verá en San Petersburgo, en 2013, cuando el G-20 se reúna nuevamente.

A pesar de que algunos medios porteños que habitualmente reflejan los intereses de los “mercados” y de sus capitales pusieron el acento en lo accesorio e ignoraron lo principal, basta hojear algunos periódicos extranjeros para ver cuáles fueron los juegos y cuáles las posiciones de sus jugadores, y constatar que hubo dos temas que no fueron objeto de énfasis ni de urgente tratamiento, a saber: la persistencia de los paraísos fiscales, que viene a ser la forma de proteccionismo más dañina y antidemocrática, y el tema de las calificadoras de riesgo. Si bien hay un numeral en el documento final que las maltrata someramente, no hay ninguna alusión a la necesaria imposición de controles y reglas para su funcionamiento con un mínimo de transparencia.
Existieron datos positivos en las reuniones bilaterales de nuestra mandataria: con la presidentaRousseff de Brasil, una coincidencia firme y extendida; con el presidente Vladimir Putin, márgenes nuevos de cooperación entre Gazprom e YPF; con el presidente Hollande de Francia, de quien Cristina Fernández oyó su enfático apoyo a la Argentina y su coincidencia con nuestras posiciones políticas. Finalmente y durante una hora, una sustanciosa charla con su par chino Hu, quien respaldó sin matices nuestro reclamo sobre Malvinas a la vez que nos solicitó rubricar su posición sobre una sola China.

El resto de los temas serán desarrollados por el primer ministro Wen Jiabao durante su visita a Buenos Aires este fin de semana, que tiene peso diplomático y sabor a comercio e inversiones.

Colofón frívolo –pero no tanto–, en la mesa del almuerzo de los 20, Fernández de Kirchner se sentó entre Obama y Hu, lo que le dio una ventana adicional de unos 50 minutos para decir y escuchar a dichos protagonistas, a lo que se agregó el hecho que sus compañeros de banca en el recinto de Los Cabos fueron Hollande y Putin. Son estos detalles que la fogueada ex senadora y algunos diplomáticos experimentados no habrán dejado de anotar como útiles e indicativos.

Finalmente, a la insistencia sobre la condena al proteccionismo manifestada por muchos de los países desarrollados que aparece en el comunicado final, es bueno oponer, como medida de equilibrio analítico, una declaración de Putin sobre este punto: “¡Basta de fingir!, hay que acordar un nivel razonable de proteccionismo para cuidar el empleo.”

Río de Janeiro, ciudad velozmente atravesada por la primera magistrada argentina, gracias a otra desproporción, esta vez vernácula, protagonizada por dos generaciones de la familia Moyano, fue triste sede de una cumbre organizada por la ONU sobre nuestro planeta: la Tierra.

Veinte años después de Río 1992, que alumbró esperanzas y registró compromisos para sofrenar la velocidad a la que estamos disolviendo la belleza y la riqueza de nuestro maltrecho y único hábitat en el solitario cosmos, las pocas constataciones sin analgesia son tan duras como tristes. Citamos tres.
La primera: la deshonestidad de los líderes mundiales al desacoplar la economía y las finanzas (G-20) de la supervivencia del planeta y de la especie (Río+20). La segunda, la indiferencia de los fuertes con la cumbre de Río; no asistieron ni Obama ni Merkel ni Cameron. Sí lo hicieron Wen, Putin, Singh de la India y Zuma, de Sudáfrica. Y DilmaRousseff, obviamente.¿Cálculo o visión diferente de los BRICS? Un poco de ambas cosas.

La tercera son datos crudos (y crudelísimos): entre las dos reuniones de Río (1992-2012), la población mundial pasó de 5400 a 7000 millones y la temperatura de la Tierra aumentó + 0,4 grados. No hay mejores noticias para este boletín.




(Diario Tiempo Argentino, domingo 24 de junio de 2012)

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