Y dale. Otra vez lo mismo. Los argentinos parece que viviéramos en el eterno retorno, en una imposibilidad de avanzar en el tiempo. Repetimos una vez y otras lo idéntico. De nuevo el tema de la seguridad. De nuevo los llamados escandalizados a más policía y más cárcel. De nuevo se llama a hablar a los que no saben. De nuevo se transforma a los damnificados en expertos, y al dolor en sapiencia.
Estar en la piel de quienes sufren el asesinato de un ser querido es imposible para otros. Es un dolor enorme e insondable. Por eso mismo, las declaraciones en caliente no sirven. Por eso no va el "si me matas, te mato". Por eso el ejemplo de las Madres de Plaza de Mayo y demás familiares, que si se hubieran dejado llevar por la bronca hubieran hecho venganza y no justicia. La seguridad no se resuelve con bravuconadas ni con gritos; es fruto de condiciones políticas y sociales que muchos aplaudieron en su momento (recordar la miseria generalizada que dejaron Menem y De la Rúa). Depende de condiciones estructurales. No se resuelve en dos días.
Allí vemos a algún actual opositor que fue ministro de Cobos dar consejos. Consejos que no supo aplicar cuando él fue el encargado de Seguridad en la provincia. Vemos también al partido más conservador de Mendoza dar lecciones, cuando colaboró desastrosamente en la primer etapa del gobierno de Jaque por vía de Aguinaga y el cuestionado Rico. ¿Qué pueden decir estos actores políticos que sea serio y contribuya a una política de Estado, en vez de usar un tema tan delicado con fines electorales?
Tampoco se nota que el actual ministro asuma suficientemente la gravedad de la situación. No es con Gendarmería que se resolverá todo esto; al menos, no es sólo con Gendarmería, pues falta allí un enfoque integral de la cuestión, que trabaje sobre las situaciones penitenciarias, sociales, comunitarias, de prevención e inteligencia. Por allí debiera ir la urgente tarea de mejorar -sabiendo que será de a poco- la situación de seguridad provincial.
Ni hablar de analistas que ahora llaman a la represión, cuando hace menos de un mes un policía baleó a un joven en un procedimiento. Entonces llamaban a evitar el gatillo fácil. ¿En qué quedamos? ¿Qué pueden decirle los que hoy hablan de más represión como única salida, a los familiares del joven muerto por la policía?
Y si de policía se trata, sin dudas que ella es un elemento importante en el dispositivo securitario. Pero sólo cuando es policía controlada y dirigida por el poder político. Cuando hay corrupción en sectores de la policía, ésta se convierte en motor del delito. De tal modo, no se trata sólo de más policía, sino de qué tipo de institución tenemos. De si ella está -o no- suficientemente saneada. Simplemente más efectivos, no es garantía de mejoras.
Poco de esto se discute en la esfera pública. En cambio, vemos reaparecer los llamados a la fracasada "mano dura" como si las muertes últimas en la provincia, fueran las primeras. La misma parafernalia en todos los casos; poco importa si a veces el crimen fue pasional y por ello no sea un problema de seguridad en sentido habitual, o si en el sitio del crimen se hallaron cartuchos de fuerzas "del orden".
En fin, la superchería de lo urgente. Hay que avanzar con la seguridad, pero ello no se construye con espasmos y ruidos mediáticos. Como también sucede, por cierto y a nivel nacional, con el tema inflación.
Otra vez sopa sobre la opinión pública. Ruido y más ruido con el tema. Claro que hay inflación, y no es bueno negarla. Pero hay que explicar por qué hay alto consumo, por qué tanta gente toma vacaciones varias veces al año, por qué se llenan ómnibus y hoteles en los fines de semana largos.
Es simple. No sólo aumentan los precios, también aumentan los salarios. En muchos casos, estos más que los precios. De modo que es el poder adquisitivo lo que importa al bolsillo del ciudadano, no la inflación. Con menos inflación, De la Rúa nos hambreaba, congelando los sueldos o bajándolos. Ahora en cambio se suben, y siempre debiera decírselo cuando se habla de inflación.
Pero por mala fe o por impericia no se dice, y se busca alarmar a la población con el cuco inflacionario. Afortunadamente, la población no come vidrio. Sabe cómo está hoy en lo económico y lo social, y cómo estaba en tiempos de De la Rúa o de Duhalde. Y por eso, no está dispuesta a saltos al vacío, ni a hacer caso al canto de sirena mediático de los que pregonan un caos inexistente.-