MENDOZA / Código civil e iglesia / Escribe: Roberto Follari






Las reformas al Código Civil impulsadas desde el gobierno nacional han encontrado buen eco en la población e incluso en parte de la oposición política. Ciertas reservas o rechazos, en cambio, han provenido de la cúpula del Episcopado nacional. Reservas o rechazos que parecen no hallar mucho eco social.

Hay temas controversiales como el aborto, donde algunos ciudadanos coinciden con la posición de la Iglesia y otros no; pero cuando se trata de aborto terapéutico, necesario por ejemplo ante casos de violación, hoy la opinión pública tiende a aceptarlos. En otros problemas, como el de muerte digna o la posibilidad de un contrato prematrimonial, las reformas planteadas desde el gobierno tienden a facilitar procedimientos. Las separaciones y divorcios de hecho existen, y no los habrá en mayor número porque se haga menos penoso el trámite de separación de bienes; es más, a nadie se le ocurriría razonablemente que un matrimonio debiera resguardarse complicándole los procedimientos de divorcio o separación, de modo de que los cónyuges continuaran juntos y unidos sólo -como diría Borges- no por el amor sino por "el espanto".


La Iglesia Católica es una institución añeja, que lleva 21 siglos desde la vida de Jesucristo, y poco menos desde su institucionalización posterior como Iglesia oficial del Imperio Romano (con el emperador Constantino). Cuando algún filósofo la calificó como "aparato ideológico del Estado", pretendiendo que la Iglesia justifica el stablishment de los poderes establecidos, no advirtió que si bien a menudo la Iglesia asume esa posición, la asume en provecho propio, no de gobiernos o de algún estado. Los estados han caído (el Imperio, los señores feudales, las monarquías absolutas, luego incluso algunas repúblicas capitalistas) y la Iglesia siempre -de algún modo abierto o soterrado- ha permanecido.

Se trata de una institución fuerte, sin dudas. También se vaticinó que desaparecería con el avance científico y tecnológico (como lo hizo Freud en su ensayo "El porvenir de una ilusión"), y nada de ello ha sucedido. La necesidad de consuelo ante el dolor y de sentido para la existencia, parecen sostener una apelación a lo religioso, al menos para parte importante de la población.

Pero la Iglesia no debiera confundir lo dicho con la pretensión de mantener su poder de otros tiempos. No estamos a comienzos ni a mediados del siglo XX. Se asumió la libertad corporal y sexual, se acortaron las faldas, se alargaron las malenas masculinas, se alivianaron las costumbres, se modificaron las creencias. Hoy la Iglesia es rechazada por muchos y respetada quizá por muchos más, pero muy pocos acuerdan sus conductas diarias a los dictados formales de lo que digan los sacerdotes y obispos. La sociedad está secularizada. La fe tiene aún mucho peso, la creencia en Cristo también; el seguimiento litúrgico a la Iglesia bastante menos, y el seguimiento cultural a sus dictados es francamente minoritario.

Quizá cabe pensar en cuánto la "Iglesia electrónica", de rasgos simplificados y carismáticos, ha quitado espacio a la modalidad más burocrática de la Iglesia oficial. Quizá haya que pensar en lo que ocurrió con la Ley de Matrimonio Igualitario, donde la Iglesia puso alumnos de sus colegios en movilización, se alió con religiones a las que en otros tiempos considerara cuasi-heréticas, y sin embargo cayó estrepitosamente en la votación legislativa. Un pronunciamiento civil definido y mayoritario que los purpurados debieran escuchar.

Con casos de espionaje intestino en El Vaticano, con miles de denuncias por pedofilia en países diversos, no pasa la Iglesia por su mejor momento para pretender decidir lo que la sociedad realice en cuestiones civiles. En los hechos, la separación de lo secular y del campo de la fe como espacio de la privacidad, se da cada vez mucho más. Las autoridades civiles se eligen por votación y se rigen por sus propias instituciones, es un campo en que la Iglesia ya poco puede intervenir. Y no por decisión promovida desde el Estado, sino por convicciones que hoy arraigan en los pliegues de la sociedad misma.

Image Hosted by ImageShack.us