Un día vendrán los hombres y mujeres sencillos de esta tierra, a preguntarles qué hicieron cuándo la Patria se apagaba lentamente, qué hicieron cuándo los pobres consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en la enfermedad y la miseria, qué hicieron cuando los “gringos” vinieron a imponernos esa nueva forma de vida “occidental” que todo lo corrompe y compra el dinero. Quizás para ese momento, la vergüenza que provoque el silencio como respuesta, no sea suficiente como castigo.” Bernado Alberte.
Luego de leer en un matutino la aprobación en general de la nueva ley que modifica la vigente Nacional de Ejecución Penal Nº 24.660 y su adhesión provincial mediante Ley Nº 6.513 y por supuesto a partir de leer los 273 artículos que contiene, no me quedó otro impulso que escribir esta carta.
Se que Petri es el mascarón de proa de esta iniciativa y que atrás se esconden, perdón, suscriben otros tantos diputados de ambos partidos mayoritarios, pero convengamos que esta ley se recordará siempre como “Ley Petri”, aunque ya sabemos que la fama es “puro cuento” y la fama suele cobrar sus dividendos.
Pero volviendo al impulso inicial y salvo leer sobre restricciones a los beneficios excarcelatorios de los condenados y encontrar que pretenden respetar uno a uno los Derechos Humanos consagrados en los Tratados y Convenciones Internacionales ratificados por nuestro país (al menos lo enuncian) no pude evitar detenerme en el artículo 14 inciso d. Los otros artículos, aclaro, metodológicamente son de una confusión absoluta.
En dicho artículo se menciona al Organismo Técnico Criminológico quién tendrá a su cargo: “Proceder a la extracción de ácido desoxirribonucleico (ADN) para su identificación e incorporación en el Registro de Huellas Genéticas Digitalizadas de la Provincia, en oportunidad de la realización de los estudios médicos de ingreso y admisión”. No aclara a quiénes o si a todos.
Juro que no pude dejar de maravillarme como Petri y su equipo de asesores pudieron resucitar a César Lombroso a más de 100 años de proclamada su teoría del “delincuente nato”. El 15 de abril de 1876 (comienzo del Proceso de Organización nacional en nuestro país y de la campaña al desierto, notable no?) se puede considerar que es la fecha oficial en que nace la Criminología como ciencia , ya que ese día se publica el ”Tratado Antropológico Experimental del Hombre Delincuente” donde expone su teoría. Sostenía que el delincuente nacía como tal, aunque lamentablemente los avances de la ciencia no le permitieran encontrar y aislar el gen del delito. Otro detalle notable de Lombroso es que llego a la conclusión que el delincuente es el eslabón perdido, pues en la evolución de la especie, el simio se convierte en hombre, pero queda un pequeño espacio que es en donde entra el hombre delincuente, ser que no llego a evolucionar adecuadamente, quedando en una etapa intermedia entre el simio y el hombre. La descripción física es bastante obvia.
Algo conozco de lo expuesto porque tuve la oportunidad de trabajar como investigadora en el Instituto Nacional de Ciencias Penales, dependiente de la Procuraduría General de la República Mexicana en los años ’80. Por entonces resultaba muy difícil discutir con los colegas que destruían uno a uno los fundamentos de Lombroso a través de la Criminología Crítica y probaban que las personas –entes bio-psico-sociales no nacían delincuentes, que la sociedad poco igualitaria generaba clases excluidas de todo derecho y por ende propensas a incursionar en el delito. Se permitieron además analizar el fenómeno delictivo contemplando no sólo al autor sino además al hecho en sí y a la víctima (victimología), quién podía ser entre otros conceptos imprudencial o provocativa. En suma, criterio no tan simplista como el lombrosiano y demasiado “humanista” para el gusto de entonces. Dejo de lado en el análisis que en pleno siglo XXI el gobierno mexicano cambió en su concepción sobre el delito y decidió sacar al ejército a la calle y en cuatro años suman 50.000 los muertos, personas, campesinos, gentecita como dicen en Ecuador.
Pero volviendo a Petri y sus seguidores, deduzco que además de completar los ficheros de huellas digitales con el ADN, por si en la escena del crimen aparecen gotas de sangre, saliva del agresor, semen en el caso de violaciones, pretenden encontrar, aislar el gen delictual. Deduzco también que dan por hecho que los 2.300 detenidos a la fecha son delincuentes natos dado que pertenecen a las capas más bajas de la sociedad y tienen rasgos lombrosianos, pero olvidan proponer un registro de los delincuentes de guante blanco donde no creo, dudo, pretendan aislar el gen.
A propósito de estos últimos, recuerdo a Moneta, entre tantos, que se alzó con los dos bancos provinciales provocando el despido de cientos de empleados y la muerte por suicidio de al menos 20 de ellos. Deprimidos, sin futuro, se volvieron ausentes. Las mujeres con más recursos ya que podemos cuidar enfermos, niños, ser domésticas en casas de familia, en hoteles alojamiento o burdeles, donde asisten entre otros ciertos diputados y no precisamente para dormir, salimos a resolver el problema económico, dejando a cientos de niños a la buena de Dios. Esos niños de los noventa son los delincuentes natos de hoy. Propongo leer el fenómeno de los Maras, pandillas incontrolables en Centro América, producto también de los 200.000 muertos de la dictadura (sólo en Guatemala) y la muerte o abandono de sus padres sobrevivientes, viajeros a EEUU para mandar las “remesas” que sustentarían a sus hijos, mientras éstos forjaban su futuro en la calle, en pandillas con afectos, identidad y códigos propios.
En suma no existe el delincuente nato, todos podemos ser delincuentes, algunos más o menos según funcione el control social, se internalice el deber ser. Pasamos por ciudadanos probos, con un profundo miedo al “otro”, ése que viene a apropiarse de lo nuestro adquirido de buena fe o no y que encima se regodea en su resentimiento ante la exclusión, mientras nosotros a veces, sólo a veces, compramos autopartes robadas o artículos de dudoso origen.
Pero lo más grave, diputado Petri, es la idolatría de una sociedad a la viveza criolla, al “fierita”, ese que desde los estratos más altos delinquen con el beneplácito social porque los admiran por su capacidad de joder al resto merced a su ingenio y escasos escrúpulos. Recuerdan? “Qué vivo que era el turco, mujeres, Ferrari, Río Tercero, etc, etc”.
Los admiro, me fascina la subordinación a los poderes de turno, pero no puedo dejar de alertar que mantener a la “gentecita” encerrada de por vida, no impedirá de ninguna manera, que los “laxos” al control social sigan generando más y más excluidos, hasta que no haya rejas y cámaras de seguridad que impidan que vengan por lo que legítimamente les corresponde.
Para terminar una anécdota de mi paso por el Instituto. Año 1982. Volvíamos parte del equipo interdisciplinario de una visita al penal de Almoloya de Juárez en el Estado de México luego de realizar entrevistas a los internos y entre ellos (los investigadores) comentaban sobre los detenidos de las sierras de Guerrero por su participación en la guerrilla de entonces. Los definían como “sociópatas” y tal generalidad en sus dichos me llevó a preguntar, con aparente ingenuidad, si los guerrilleros del Frente Sandinista de Nicaragua también eran sociópatas, a lo que respondieron al unísono: No ellos son gobierno. Aclaro que habían tomado el poder en julio de 1979.
En estos tiempos que corren, con tantos gobiernos latinoamericanos llevando adelante un proyecto nacional, popular y de integración entre nuestros países, puede ser que los “delincuentes natos” comiencen a ser gobierno y entonces volveremos a la Criminología Crítica, donde no importe la genealogía sino el apego irrestricto a las normas -pero a todas- las incluidas, por incluir y las ratificadas en nuestra Constitución Nacional, dentro de una aireada y bienvenida democracia.