ARGENTINA / La inseguridad y los responsables no inscriptos / Escribe: Enrique Masllorens






Culpar de todo a la presidenta forma parte de la campaña del grupo de tareas de Magnetto y de sus socios de la mentira.
Seguramente el cambio cultural más importante de estos últimos nueve años es el hecho de haber logrado encarnar en el inconsciente colectivo de los argentinos, la importancia vital del Estado en la resolución de sus problemas cotidianos y en la ampliación de sus derechos. Dar vuelta el lavado de cerebros que inició la dictadura cívico-militar y que salvo el tímido interregno del gobierno de Raúl Alfonsín, continuaron y profundizaron Menem y De la Rúa dirigidos por Cavallo y el FMI, no ha sido obra del azar ni parte de un destino manifiesto. Como decía el General Perón: “La historia no es una acumulación de etapas inconexas sino de un proceso generativo, dinámico y constante.” Y esa creatividad, energía y tenacidad para modificar esta memoria y ese relato neoliberal, fue y es posible por la impronta racional y militante de Néstor y Cristina Kirchner.


La más notoria confirmación de este cambio de paradigma es el saludable y natural aumento de las expectativas y de las demandas de todos los sectores sociales que pugnan por seguir mejorando sus condiciones de vida, de las minorías que exigen nuevos derechos y garantías y de todos aquellos que sienten que sus necesidades deben trocarse en derechos.

Y si esto es posible porque hay –para propios y extraños– una inmensa mayoría de la población que sabe que hubo y hay quien se hace cargo, que se pone al frente de los problemas y de las soluciones. Con todo el costo político y personal que esto implica –sobre todo si definen y actúan como no neutrales– hasta el de dar la vida por su pasión transformadora. Y es esa capacidad de gestión la que convirtió a Néstor primero y a Cristina después en una referencia casi única y en una exigencia constante de responsabilidad y solución de cuestiones propias y ajenas. En algunos casos, culpar de todos los problemas a la presidenta forma parte de la campaña del grupo de tareas de Magnetto y de sus socios de la mentira. En otros al inducido desconocimiento de las obligaciones que tienen en sus distritos aquellos que han sido elegidos para gestionar y mejorar la vida de sus pobladores. El ejemplo más obsceno es el del niño Mauricio Macri, el sandio militante, que les esquiva y amaga a sus obligaciones y miente con cara de “yo no fui”.

Para muchos desprevenidos y colonizados por el bombardeo mediático y la exacerbación del miedo y la manipulación del dolor y la indignación de las víctimas y de los familiares de quienes han sufrido hechos delictivos, la responsabilidad primera y última es del gobierno nacional. Sobre el sufrimiento y la angustia de los damnificados sólo cabe la contención, el respeto y el acompañamiento solidario. Digan lo que digan.

En estos días, en los que se han sucedido una serie crímenes –en algunos casos en ocasión de robo y en otros por venganzas personales o ajustes de cuentas– replicados hasta el asco por los medios monopólicos, se vuelve a poner en la mira a la presidenta y sus políticas.

Pero a cada cual lo suyo. Cualquier política de seguridad pública debe estar asentada en la inclusión, el trabajo y el acceso a la educación y el disfrute del pueblo en su conjunto. Y naturalmente de una política de seguridad preventiva y de una policía libre de toda sospecha de connivencia con el delito organizado y los carteles de la droga.

El gobierno nacional ha dado un giro de 180º en la realidad efectiva de los habitantes. No hace falta repasar los logros que supimos conseguir. Pero sí, que ante el cerco informativo sea Cristina quien tenga que recurrir a la cadena nacional y a los discursos para poder tener una libre interlocución con el pueblo, sin recortes ni censuras. Así fue como en General Rodríguez informó sobre la ingente cantidad de dinero, obras, radicación de industrias, planes sociales, además de la coparticipación que manda la ley. Instó a los gobernadores e intendentes a gestionar con criterio y creatividad los recursos en un claro mensaje a Daniel Scioli que no pudo prever ni administrar su provincia y metió mano ajustando por el lado más débil: el de los trabajadores.
El ahora candidato del poder concentrado y conservador, a quien presentan aviesamente como víctima de una guerra del kirchnerismo y que es protegido como Mauricio Macri, sigue flotando como un corcho sobre las aguas tranquilas que le aseguran los medios.

Quien comanda junto al ministro Ricardo Casal una fuerza de 60 mil efectivos es el responsable de la seguridad de la provincia de Buenos Aires. Más dispuestos a la espectacularidad mediática y a los golpes de efecto, no han podido o no han querido desarticular el entramado corrupto de muchos de sus integrantes y sus zonas liberadas, peajes por delinquir, protectores de mafias y muchas veces partícipes necesarios.

El diputado bonaerense por Nuevo Encuentro Marcelo Sain, una referencia insoslayable para el diseño de las políticas de seguridad, ha propuesto una intervención civil de la bonaerense, al mismo tiempo que informa –que a pesar de todo– los índices de criminalidad en el país han descendido notoriamente, fundamentalmente por las políticas de inclusión y ampliación de derechos de 2003 hasta la fecha.


Pero para flotar y consolidar sus propias ambiciones personales, el gobernador elige no enfrentar a los poderes fácticos, repetir cuatro o cinco consignas de autoayuda y buena onda, sumar al desleal y ambicioso Hugo Moyano y endilgarle al gobierno nacional los problemas de inseguridad de su provincia.

Es el eterno responsable no inscripto cuando aparece algún nubarrón.

Aspira a demasiado, pero a él parecen dedicados dos versos del Martín Fierro: “No pinta quien tiene gana, sino quien sabe pintar”.
(Diario Tiempo Argentino, sábado 14 de julio de 2012)

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