Una reflexión acerca de cómo desde los medios hegemónicos se promueve, a veces, la mano dura ante un escenario de "inseguridad"; y otras veces se "olvidan" o "perdonan" ciertos delitos, siempre que el autor sea funcional a la estrategia opositora.
Resulta alarmante la orientación editorial de las corporaciones multimediáticas que viven azuzando la mano dura y la tolerancia cero ante los problemas de la inseguridad, que habitualmente le atribuyen a los sectores poblacionales más desfavorecidos.
Al mismo tiempo, se dedican persistentemente a instalar, con carácter de autoridad moral y palabra autorizada, a reconocidos delincuentes de guante blanco. Basta tener en cuenta el blindaje mediático que les dispensan a los socios y a los autores intelectuales civiles de la última dictadura cívico-militar -y eclesiástica, como sostiene acertadamente el genial periodista mendocino Julio Rudman- y a personeros políticos de las clases acomodadas que se encuentran procesados por delitos penales, sin que ello les ocasione ningún cargo de conciencia.
Pero esto, como viene fácilmente disfrazado de “cuestión política”, lo han sacado del territorio del delito, lo han naturalizado políticamente, y ya forma parte del “sentido común” de, al menos, algunos sectores del medio pelo argentino mimetizados con las clases altas, y de ciudadanos desprevenidos de los artilugios de la prensa.
La originalidad ahora es que, a ese tratamiento de las noticias, han incorporado a delincuentes comunes provenientes de clase media, condenados por bagatelas como el asesinato de sus padres. Nada que ver con la política, pero hay que encontrarle la vuelta.
Una Madre de Plaza de Mayo, la señora Hebe de Bonafini, tuvo el gran gesto de entregarle su corazón a Sergio Schoklender, después de que éste recuperara su libertad, tras un largo periodo de tiempo entre rejas. Sergio tuvo la gran oportunidad de estudiar en cautiverio y de recibirse de abogado. Había saldado sus cuentas con la sociedad y, aparentemente, estaba preparado para integrarse a ella; era humanamente bueno, justo y lógico que tuviese la opción de trabajar dignamente.
Hoy, el Dr. Schoklender está bajo investigación judicial penal por supuesto desvío de fondos destinados a la Fundación Madres de Plaza de Mayo -de la cual era apoderado- para construir viviendas sociales. Las traicionó y usufructuó parte del dinero de la Fundación para fines ajenos a su objeto.
Todo indicaría que es un estafador, uno más de los tantos que hay en este mundo, que debería ser, sino repudiado, al menos ignorado por el diario fundado por Bartolomé Mitre. Sin embargo, este 10 de julio, en la página web del diario La Nación, el asesino de sus propios padres aparece insertado en el escenario de lo político, bajo un título impactante: “Schoklender: La Cámpora está armando una fuerza de choque formada por presos".
El diario le atribuye haber hecho esa afirmación en el programa televisivo La Cornisa, que conduce el periodista Luis Majul por la señal América TV, otro medio controlado por quienes pretenden “serrucharle el piso” a la Presidenta de la Nación y a la democracia argentina.
No hemos visto, ni vamos a ver, a los diarios Clarín y La Nación, ni a los grandes canales de televisión privados, ni a Radio Mitre, pedir mano dura y tolerancia cero con el Dr. Schoklender. Al contrario, a éste lo veremos desfilar por todos los medios de comunicación privados desparramando esa estupidez y mil más contra la agrupación política juvenil “La Cámpora” y contra funcionarios oficialistas.
¿Qué significa esto? Que un personaje tan despreciable y mentiroso, que desperdició su oportunidad de integrarse honradamente a la sociedad, es tan usable e importante para desgastar al Gobierno Nacional como podrían serlo los más encumbrados dirigentes de la oposición política argentina. Los grandes medios lo llevan a programas políticos, como La Cornisa; sí, allí, a los mismos lugares donde se sientan Hermes Binner, Ricardo Alfonsín, Pino Solanas, Francisco De Narváez, Eduardo Duhalde, entre tanto otros.
También significa que, desde la óptica de los dueños de los medios, la estatura política de los dirigentes de la oposición, por derecha, por centro y por izquierda, no alcanza para enfrentar con éxito al oficialismo en las elecciones del año próximo.
No sé por qué insisten. Antes del 54 por ciento fracasaron -¡qué coincidencia!- con el caso Schocklender, fracasaron con sus más conocidos periodistas y con toda la oposición. Pero insisten.
Además de los entrecruzamientos de intereses económicos y políticos que sirven para comprender la impotencia y la frustración que sienten hoy las corporaciones -y su evidente incapacidad para instalar una oposición inteligente-, queda expuesta explícitamente una enorme degradación moral y ética por parte de todos esos actores.
Que los grandes grupos económicos no tengan límites morales es inherente a la lógica del sistema capitalista, y que los multimedios no tengan límites éticos es una cuestión de la que han renegado expresamente -por algo no existe en nuestro país un código de ética periodística-. Lo exasperante e inaceptable es que los dirigentes políticos y los partidos de la oposición se queden igualados a la estatura moral de Sergio Schoklender.
Los argentinos esperamos y necesitamos una oposición de otra talla. La democracia no se construye ni se sostiene solo con un partido de gobierno. Nos necesitamos entre todos.
Pero, mientras la oposición siga siendo un rejunte de marionetas manejadas a discreción por la corporación mediática, mientras los ciudadanos y ciudadanas no podamos saber qué diferencias hay entre esos dirigentes y Sergio Schoklender, será muy difícil ponernos de acuerdo para saber de qué hablamos cuando hablamos de “sentido común”.
En otras palabras, estamos tratando la banalización del prontuario para las cuestiones públicas. No nos sorprendamos si llega un día en que veamos un titular fosforescente que diga: “SCHOKLENDER PRESIDENTE, el gran candidato de la oposición”.
Aníbal Fernández se quedó corto. No solo la rubia apocalíptica parece no tener los patitos en fila.
Por ahora, sólo por ahora, allá ellos.