El empeoramiento de las condiciones financieras españolas tal vez sea un punto de quiebre en el desarrollo de la actual crisis, ya que se trata de la cuarta economía de la zona y representa el doble de lo que suman Portugal, Grecia e Irlanda.
La situación europea sigue agravándose y con ello se acentúan las dudas sobre el futuro de la economía global. El viejo continente ya se encuentra en estado de virtual recesión, a lo cual se le suma un bajo crecimiento en Estados Unidos, y la desaceleración de las economías emergentes. En este marco, el 18 y 19 de junio se reunió el G-20, con la intención de definir una salida a la actual crisis. Los avances brillaron por su ausencia y todo se seguirá definiendo en el plano europeo, donde Alemania impone su peso.
POSIBLE INFLEXIÓN EN EUROPA. La debacle europea se profundiza a medida que el contagio avanza sobre las economías de mayor tamaño de la zona, como España e Italia. Esto no puede ser disociado de las políticas de ajuste que se han venido implementando y que afectan negativamente la actividad económica, disminuyen la capacidad de repago de las deudas e incrementan las primas de riesgo país. Ello a su vez deriva en mayores pedidos de ajuste y en una profundización del círculo vicioso. El ejemplo más claro de esta trampa financiera es Grecia, que ha recibido dos “salvavidas de plomo” por parte de la “troika” (Banco Central Europeo, Comisión Europea y FMI) y ya lleva cinco años de caída consecutiva del PBI. Si bien con el triunfo de la coalición conservadora Grecia asegura su permanencia en el euro, a cambio se compromete a seguir tomando dosis adicionales del indigesto brebaje neoliberal.
El empeoramiento de las condiciones financieras españolas tal vez sea un punto de quiebre en el desarrollo de la actual crisis, ya que se trata de la cuarta economía de la zona y representa el doble de lo que suman Portugal, Grecia e Irlanda, lo cual significa que no será fácil encontrar recursos para un posible salvataje estatal como el que recibieron estos países.
En estos momentos se está puliendo un auxilio a la banca española, que estaría entre los 62 mil millones y los 100 mil millones de euros. En caso de que el dinero sea puesto en cabeza del estado español, como pretende Alemania, y no de los bancos, terminará registrándose un aumento de la deuda soberana y se afectarán las cuentas públicas. Por si acaso, Moody´s rebajó anticipadamente la nota del país y la dejó un escalón por encima de la categoría basura, ya que el rescate “aumentará la carga de la deuda, su ilimitado acceso a los mercados financieros, y debilitará a la economía española.” Esto significa que se va a seguir trasladando el costo de la crisis al conjunto de la población española.
El contagio avanza y los mercados ya desconfían de Italia, país que posee una deuda pública superior al 120% del PBI. El economista jefe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), Pier Carlo Padoan, señaló que “el pánico sobre Italia tras el rescate de España es injustificado porque los fundamentos de Roma no han cambiado”, tras lo cual dijo que “si los costos de endeudamiento del gobierno siguen a los actuales niveles elevados durante mucho tiempo, Italia se enfrentaría a duras consecuencias”.
Esta difícil coyuntura ha llevado a las potencias de la zona a anunciar el lanzamiento –tardío– de un plan destinado a estimular el crecimiento económico europeo por 130 mil millones de euros. El destino que se le dé a los fondos será lo que determine la utilidad del plan para morigerar la caída de la actividad económica y el empleo. Pero la visión que adhiere a la “austeridad” fiscal se mantiene intocable; aquí radica el principal problema.
LA ESFERA MULTILATERAL AUSENTE. El 18 y 19 de junio pasado se realizó la séptima reunión de líderes del G-20, en Los Cabos, México, apuntando a la “discusión y adopción de acuerdos para enfrentar la coyuntura económica, así como definir una agenda de futuro global”, según lo expresara en la sesión inaugural el presidente de México, Calderón. Los resultados de la cumbre demostraron una vez más las limitaciones de este tipo de encuentros multilaterales. Tal es así que casi no se adoptó ningún paso relevante para detener la crisis. Sólo se esbozó un apoyo a la decisión europea de avanzar hacia una arquitectura financiera europea más integrada, que podría incluir la creación de un supervisor único del sistema financiero, la capacidad para liquidar y recapitalizar entidades y un único fondo de garantía de depósitos. Demasiado poco para lo que está en juego. Esta anemia de soluciones no resulta muy diferente de lo vivido hace tres años, cuando en el comunicado de la reunión de noviembre de 2008, en Washington, se afirmaba: “Los líderes estamos decididos a mejorar nuestra cooperación y trabajar juntos para restaurar el crecimiento global y lograr las reformas necesarias de las finanzas mundiales”.
Tampoco se ha hecho algo para tratar de modificar aquellas cuestiones estructurales que derivaron en las recientes crisis financieras. De hecho, una de las instituciones más cuestionadas de la arquitectura financiera global, el FMI, salió finalmente beneficiada con un incremento de su capacidad prestable por 456 mil millones de dólares. En el lado del haber, se supo que los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) harían un aporte de 75 mil millones de dólares al FMI, siempre que se cumplan las promesas de dotarlos con más cuotas y poder de voto dentro del organismo.
En la amplia columna del debe también está la falta de menciones contundentes respecto de las calificadoras de riesgo, que seguirán teniendo vía libre para alimentar los temores y excesos de los mercados financieros. Tal es así que hace un par de días Moody’s rebajó la nota a 15 grandes bancos europeos y norteamericanos.
Tampoco se avanzó en el control de los paraísos fiscales, un tema en el que viene insistiendo nuestro país pero que tiene poca recepción en las principales potencias, en particular Inglaterra.
El encuentro no concluyó con una declaración contundente sobre los lineamientos para salir de la crisis, debido a la férrea resistencia de Alemania, que pretende desmantelar los últimos resabios del Estado de Bienestar y sigue firme en su cruzada a favor de la disciplina presupuestaria. Esta cuestión quedó expresada de forma contundente en el punto 11º de la declaración final, donde se señala que para los líderes del G-20 “la adopción del Pacto Fiscal y su aplicación en curso, en combinación con políticas para promover el crecimiento, reformas estructurales y medidas para promover la estabilidad financiera, constituyen avances importantes hacia una mayor integridad fiscal y económica que llevarán a costos financieros sostenibles”, algo con lo que no parecen concordar ni siquiera los mercados, que exigen tasas cada vez más altas.
El G-20 hizo mención (punto 20º) a la problemática del empleo: “respaldamos las recomendaciones de nuestros ministros de Trabajo y Empleo con el fin de combatir urgentemente el desempleo (...)”, una frase tímida si se la compara con la del punto 26º, donde dice: “estamos comprometidos firmemente con el libre comercio y la inversión, la expansión de los mercados y la oposición al proteccionismo en todas sus formas (...)”. Este firme compromiso con los principios del libre comercio es un indicador de prioridades, pero también nos da una idea de la importancia que revisten nuestros mercados para los países desarrollados, como forma de trasladar una parte de la crisis.
ANTE LA CRISIS MUNDIAL, MÁS INTEGRACIÓN. El marco señalado nos invita a seguir profundizando las relaciones a escala regional, desde una perspectiva de integración favorable a los intereses de nuestros pueblos. En paralelo al evento del G-20, se llevó a cabo un encuentro entre las presidentas de Argentina y Brasil, donde se acordó adoptar una postura común contra los planes de ajuste. Cristina Fernández además se juntó con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y acordaron actuar de manera conjunta entre YPF y Gazprom, la mayor productora y administradora de reservas de gas mundial. Esta línea también se plasmó en el rechazo del G-77, de países en desarrollo, a la idea que llevaron las naciones más ricas a la Conferencia Río+20 sobre Desarrollo Sustentable, realizada en Brasil. Se trata de una propuesta que apuntaba a crear una estructura supranacional para la definición y el contralor de estándares ambientales, algo que potencialmente podría restringir el acceso de nuestros países a los mercados más desarrollados.
En otros campos, como el de la geopolítica, esta línea también se expresó en el Comité de Descolonización, donde la presidenta Cristina Fernández de Kirchner reivindicó la postura argentina respecto de la soberanía de las Islas Malvinas, con un amplio apoyo de los países de la región. Son señales alentadoras que abonan la dirección perseguida.
El desafío no es sencillo e implica crear nuevas institucionalidades, y profundizar las existentes, como es el caso de la Unasur, el Grupo Río o el ALBA. No obstante, el terreno es fértil. La próxima reunión de presidentes del Mercosur ampliado, que se llevará a cabo los días 28 y 29 de junio en Mendoza, constituye un escenario propicio para seguir avanzando en todos estos temas.
(Diario Tiempo Argentino, domingo 24 de junio de 2012)