A los 17 o 18 años fue a Buenos Aires a probar suerte con el canto, pero la ciudad era dura. Vivía en una piecita de la calle California y cantaba en la Boca, en un boliche llamado "La rueda" (Almirante Brown y Necochea), donde los parroquianos le obsequiaban botellas de cerveza. Él con otros que cantaban allí reunían una docena de botellas por noche, se las cambiaban por dinero a don Carballo, el bolichero, y así comían al día siguiente. En una oportunidad en que estuvo enfermo y debió internarse en el Hospital Rawson, le prestó la piecita de la calle California a un amigo, que se fue con el calentador, la pava y la olla. ¡Todo lo que tenía!.
Quedó en la calle, y uno de sus hermanos, a través de un amigo, le ofreció embarcarse. Horacio aceptó, y ni bien subió a bordo lo mandaron a hacer la provisión. Así se enteró de que se había embarcado como cocinero, oficio que no conocía, aunque sí el de marinero. Pero tuvo que hacerlo para que no lo echaran. Mientras hacía la provisión, un cocinero tartamudo, que después se hizo maestro de cocina de los barcos que iban a Europa, le dijo: "Eso no te alcanza para dos horas". Porque compraba un kilo de cada cosa. Le recomendó comprar una panceta grande, un tocino entero y unas damajuanas de vino, y así salió del paso.
Según sus propias palabras, Horacio Guarany ha tenido todos los oficios necesarios para poder seguir viviendo sin saber nada. Sin embargo declara haber sido un buen foguista, se hizo cocinero de barco a la fuerza, se considera un buen criador de gallos de riña y un buen vareador de caballos de carrera.
Estamos prisioneros carcelero
estamos prisioneros carcelero
yo de estos torpes barrotes tuve miedo
yo de estos torpes barrotes tuve miedo
adonde vas que no vienes
conmigo a empujar la puerta
adonde vas que no vienes
conmigo a empujar la puerta
no hay campanario que suene
como el río de allá afuera
como el río de allá afuera
Como el que se prende fuego
andan los presos del miedo
como el que se prende fuego
andan los presos del miedo
de nada vale que corran
si el incendio va con ellos
si el incendio va con ellos.
No se, no recuerdo bien
que quería el carcelero
creo que una copla mía
para aguantarse el silencio
para aguantarse el silencio.
No hay quien le compre la suerte
al dueño de los candados
no hay quien le compre la suerte
al dueño de los candados
murió con un ojo abierto
y nadie pudo cerrarlo
y nadie pudo cerrarlo.
Le regalé una paloma
al hijo del carcelero
cuentan que la dejó ir
tan solo por ver el vuelo
que hermoso va a ser el mundo
del hijo del carcelero
del hijo del carcelero.
Es cierto muchos callaron
cuando yo fui detenido
vaya con la diferencia
yo preso e yo sometido
yo preso e yo sometido
Estamos prisioneros carcelero
estamos prisioneros carcelero
yo de estos torpes barrotes tuve miedo