ACERCA DE ALFREDO GUEVARA (1937-2005) - Por: María Angélica Escayola de Guevara

Abogada de DDHH




Seguro hay otras definiciones, pero entiendo que un francotirador es alguien que actúa solo. Nadie que busque transformar la realidad ignora que no se puede solo.

En la defensa de Madres en la Provincia apenas llegamos del exilio, en 1984, sí estaba solo pero compartía con ellas esa condición. Claro que caminaba a contramano de hacer política donde la había hecho toda su vida, en el peronismo. Ni hablar de los 90.

Guevara militó siempre en la izquierda peronista, o como se decía en los tiempos de la resistencia, con los combativos. La CGT de los argentinos, Cooke, la lucha contra el vandorismo, la Tendencia, la Gremial de Abogados, la persecución de la Triple A, las detenciones y el exilio. Esa historia no le fue privativa y tuvo un condimento que conviene recordar: ya los combativos no eran sólo peronistas .



Eso no es ser francotirador. En las malas, le tocó como a otros muchos enfrentarse al poder formal de los dirigentes de su propio partido y lo hizo afirmando que decir la verdad era revolucionario; por lo que militó como pudo y donde pudo en la construcción de otro poder. Creo que el peso de la historia de la que fue parte, volvió con él del exilio y que fuimos viendo lo que en esta nueva democracia había de secuelas de la derrota de los setenta, y del genocidio. Era como empezar otra vez.

También en el exilio mexicano, cuando creó con el Pepe Morales (1) el centro de estudios J. W. Cooke -un militante joven preguntó ¿quién es ese inglés?-. Y cuando fundamos con otros dirigentes la Unidad Básica 11 de marzo en honor a Cámpora, al que los milicos represores habían dejado ir de la embajada cuando se aseguraron que iba a morir ahí, en México.

Al Gordo lo sorprendió un derrame cerebral, cuando luchaba con la madre de Guardati por encontrarlo y la prensa mendocina silenciaba el caso. Nunca apareció, igual que los otros dos desaparecidos en democracia -Garrido y Baigorria- con que carga Mendoza. Vale recordar la indiferencia sino la burla de muchos mendocinos al ver pasar las primeras marchas, por cierto magras, de adhesiones. Recién se convirtió en noticia la muerte de Sebastián Bordón a manos de policías provinciales, quienes fueron condenados gracias a la lucha común con sus padres contra todas las maniobras de encubrimiento preparadas.

Junto con el vendaval del neoliberalismo venía el de la impunidad de los genocidas, que acá en la Provincia duró demasiado. De la lucha de Guevara con jueces como Romano y Miret hay varios testimonios.Y ya sabemos quiénes ganaban en esos primeros años. Hay otras historias conocidas. La intervención de la C.I.D.H. condenando a la Argentina por las violaciones de DDHH en las cárceles de Mendoza. Cuenta que terminará de cerrar con el próximo nombramiento del Procurador Penitenciario y la reparación de los daños. No fueron batallas inútiles, aunque no vio más que dos años del gobierno de Néstor. Y lo más triste, no vio los avances en Mendoza.

Sin embargo, Guevara no fue un paladín de los Derechos Humanos, ni un quijote. Entendía que el respeto por la condición humana debían asumirlo todos. Fue esencialmente un militante político, alguien que vivió haciendo política, sabiendo y sufriendo en carne propia las miserias con que se encontró y enfrentó .Creía firmemente en que un cambio de conciencia sólo podía darse por un cambio en las condiciones materiales de existencia, por lo que Kirchner lo sorprendió y le renovó la aspiración de siempre: volver a ser parte del movimiento nacional y popular.

También fue hombre de partido. En medio de la gran crisis de representación lo hizo como pudo, como tantos otros. Eso sí, donde estuviera pensó y obró por los mismos principios, cualquiera fuera la consecuencia. Buscó siempre un núcleo organizativo que revirtiera la dispersión del campo popular que, como sabemos, no empezó a gestarse hasta después del 2003. Y participó de sus comienzos.

El buscaba, siempre lo buscó, un punto de apoyo que hiciera posible el cambio.
Y lo buscó en todos lados. Se murió buscándolo. Y sí, fue un provocador en esa búsqueda. No hubo convención social o política que lo detuvieran. Llamaba “menage a trois” a los acuerdos de los partidos mayoritarios en el Senado de la Provincia; y Ministerio de la Inseguridad y la Injusticia, al que pretendía ser lo contrario. Le era muy difícil no decir lo que pensaba, ni dejar pasar lo que reforzaba el sistema. Esto lo hacía aparecer soberbio, duro y desmedido en sus reacciones, lo que le valía soledades y odios.

Finalmente, no puede pensarse en él sino como abogado. Creía en el Derecho como instrumento de Justicia y lo usó más allá de toda posibilidad. Sabía que le rechazarían la defensa y lo mismo la planteaba, porque la defensa de los más débiles también era un mandato .De allí el amor y respeto que también inspiró. Buscó que los jueces se hicieran cargo de una realidad de desigualdad e injusticia social. Se enfrentó a la corporación judicial, los custodios del sistema y se amargaba ante cada condena a los ladrones de gallinas, tan dura como si fueran los responsables del desfalco al país. En esto tampoco estuvo solo, una nueva generación de abogados tomó el mismo desafío en Mendoza, continuando y profundizando esa lucha. Fue el primero en presidir Xumek.

Esta carta no pretende ser una respuesta a la nota que Ernesto Espeche leyó en su recuerdo, que por cierto fue un hermoso homenaje. En ella habla que Alfredo fue un francotirador. Tampoco un panegírico, de tantos que se han visto después de su muerte. Sólo decir algunas cosas de su vida que compartimos tantos años, junto a una gran familia. Y en medio de tanta lucha, estar enteros, recordarlo siempre y seguir.

Yo diría que aquellos que dicen creer en Dios, practiquen el amor al prójimo como a sí mismos, en lugar de calzarse un arma en la cintura. Que todos adviertan que estamos en el límite de la ley de la selva. Y que la gran batalla no es construir el enemigo a exterminar, sino la reconstrucción de un tejido social que nos contenga a todos. No hay seguridad para nuestras vidas sin iguales oportunidades para todas las vidas.





(1) Compañero de exilio que mataron en Nicaragua en el curso de la lucha sandinista.

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