La soberanía argentina sobre el sur del Atlántico se ha convertido en un hecho jurídicamente indudable, pero… Gran Bretaña reclama los mismos territorios y la Unión Europea, en sus acuerdos de Lisboa, declara a Las Malvinas como territorio británico de ultramar, y describe en un mapa cuales son estos territorios.
Por su parte, la antigua potencia naval británica reclama la superficie marítima que conquistó en la Guerra de las Malvinas y designó como Zona de Exclusión, lo cual fue aceptado por el gobierno de Menem mediante el Acuerdo de Paz (Rendición) firmado en 1990 en Madrid.
Desde entonces, la guarnición británica en Malvinas se ha reforzado considerablemente. El diario La Nación[1], tradicional vocero de los intereses británicos en nuestro país, la describe así:
En 1985, Margaret Thatcher ejecutó dos políticas de estado que pasaron inadvertidas: la división administrativa del territorio de las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur en dos territorios de ultramar diferentes (cada cual con su propio gobierno y economía) y la transferencia del reclamo británico por la soberanía en la Antártida desde el territorio de las Malvinas hasta el territorio de las Georgias. Ninguna de estas medidas habría sido posible si primero no se hubiera construido la más grande base militar permanente que existe al sur del paralelo 50.
La base militar Malvinas sirve como destacamento permanente de las fuerzas armadas británicas en el Atlántico Sur. En forma indirecta, también sirve para apoyar económicamente a las islas Malvinas, a sus habitantes y a compañías inglesas como la Falkland Island Company a través de sus instalaciones y del apoyo a los dos mil militares de la base.
Este concepto cambió de defensa común a seguridad común previendo el uso militar para la defensa energética y climática. La proyección de estas prioridades sobre la Antártida es evidente, con lo cual el valor estratégico de las bases de Malvinas y Georgias se ha potenciado.
Debemos tomar en cuenta que Gran Bretaña ha sido capaz de conservar su imperio a través del invento del Commonwealth, designación usada para darles a sus antiguas colonias cierta autonomía económica, pero manteniéndolas dentro de su dispositivo internacional. No sólo les sirven para proveerle “carne de cañón”, como se llama a estos soldados, sino de abundantes materias primas. Por ejemplo, si sumamos la producción petrolera de Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelandia, supera la mitad de todo lo que produce la UNASUR, tienen el doble de la producción de gas natural (sobre todo por Canadá) y el 80% de las reservas de gas de esquistos comparada con toda la UNASUR. Canadá y Australia juntas superan las reservas de Argentina, considerada la tercera del planeta[2] por la prensa especializada.
Pero, el 30 de noviembre de 2012 llegó la respuesta suramericana, fue en la VI CUMBRE DE JEFAS Y JEFES DE ESTADO realizada en Lima, Perú, cuando votaron por unanimidad un documento, elaborado por la Secretaría General de la UNASUR y aprobado por todos los primeros mandatarios de los países integrantes, definiendo una política en común sobre la Defensa de los Recursos Naturales de la Región, con el siguiente procedimiento:
“Sin perjuicio de la evaluación de las actividades en los Estados miembros y en las instancias pertinentes de UNASUR, instruyen al Secretario General para iniciar, con la debida prioridad, y en coordinación con los consejos sectoriales pertinentes, un estudio sobre la disponibilidad y potencialidades de los recursos naturales en la región suramericana, con miras al diseño de una estrategia de UNASUR para su aprovechamiento. El mencionado estudio contemplará entre otros aspectos, el relevamiento y sistematización de información relativa a las reservas de recursos naturales, así como un mapeo e inventario de los mismos.”
El paso lógico, siguiente a este relevamiento es la formación de grandes empresas sudamericanas, que sumen su potencial Hidrocarburífero, su potencial alimentario y su potencial minero, cuyas producciones mancomunadas pueden competir con cualquier multinacional, sea en energía, en distribución de granos y alimentos, como en la producción minera, ahora copada por multinacionales que nos dejan las sobras de ganancias, que en nuestras manos permitirían resolver las postergadas obras de infraestructura, el déficit de viviendas y el desarrollo de una poderosa industria.
Esto puede hacerse en el futuro inmediato, mientras las estrategias desarrolladas por la Unión Europea y Gran Bretaña, fueron pensadas antes de que la crisis económica se instalara allí. Gran Bretaña, sintió el impacto, y la nueva administración conservadora decidió una drástica reducción de sus gastos militares.
Con esa finalidad ha reducido sensiblemente su flota, que hoy sólo cuenta con un portaaviones, convertido en portahelicópteros, si bien han encargado dos nuevos y gigantescos portaaviones a un costo de 5.900 millones de euros, que recibirá en el año 2.020, si pudiera pagarlos.
Pero conservan 6 destructores, 13 fragatas, 11 submarinos, 3 buques de asalto anfibio, 5 patrulleras de alta mar, 16 patrulleras y barcos de entrenamiento y 4 buques de investigación.
Es notable que, en su reducción del presupuesto militar, no se reduzcan en nada los recursos para defender sus posiciones en Malvinas, dado que los británicos asumieron el rol, dentro de la OTAN, de posicionarse para ocupar la Antártida, con el apoyo de Francia. Esta situación excluye a los países de la OTAN como posibles proveedores de armamento estratégico, tales como aviones, misiles o equipos de alta tecnología para nuestro país.
La Argentina no puede ignorar estas amenazas, y así como el dispositivo militar europeo está cambiando, también lo está haciendo el de Suramérica, con la creación del Consejo de Defensa Suramericano, ser establecen los mecanismos de solidaridad hemisféricos, pero no tiene aún un dispositivo militar capaz de enfrentar a la OTAN.
Pero mientras la OTAN es una organización imperialista, es decir ofensiva, organizada para ocupar territorios extranjeros o saquear bienes ajenos, el Sistema de Defensa Suramericano se constituye como una estructura básicamente defensiva, con un formato aún no claramente definido, a pesar de la estructura formal del Consejo de Defensa Suramericano y del Centro de Estudios Estratégicos y de Defensa de la UNASUR, no aparece una estructura militar capaz de mantener el control del Atlántico Sur, tarea pertinente para Brasil y Argentina dentro de esta organización suramericana.
De estas instituciones debe surgir el replanteo integral de nuestras formas armadas y la reconstrucción de nuestra industria para la Defensa, (cuidadosamente desmantelada por el gobierno de Carlos Menem), y por el desprestigio (que afectó a todas las Fuerzas Armadas) el canallesco accionar de la dictadura Cívico Militar, sumisa a los intereses norteamericanos.
Hemos avanzado en la reconstrucción de la industria aeronáutica, pero no hemos llegado al nivel que poseíamos antes de que fuera desmantelada por el menemismo. Además se requiere un programa de actualización ante las nuevas condiciones de la guerra del siglo 21, sostenida básicamente por la misilística avanzada y los dispositivos satelitales.
Pero en este cuarto de siglo ocurrido desde el 2 de Abril, la geopolítica y especialmente la geopolítica económica ha experimentado cambios extraordinarios, todos a favor nuestro, y en contra del Imperio Anglo norteamericano.
El hecho de que Gran Bretaña no pueda solventar el costo de un portaaviones, (aunque con seguridad, si necesitara uno, Estados Unidos le podría entregar alguno de los 10 portaaviones activos de la clase Nimitz que tiene en operaciones) pero eso no se puede hacer durante una batalla sin comprometer a la armada donante como beligerante, para lo cual ellos tienen previsto un dispositivo: el despliegue del Comando Sur de Estados Unidos o USSOUTHCOM (United States Southern Command en inglés).
A esto puede sumarse el dispositivo de los europeos, también miembros de la NATO, que se atribuyen el control de parte de nuestro océano (ver mapa).
En diciembre de 2009, el Parlamento Europeo aprobó la Constitución Europea mediante la entrada en vigencia del Tratado de Lisboa, que incorpora concretamente a las islas Malvinas, islas del Atlántico Sur y el Territorio Antártico Británico, como territorios europeos de ultramar, mediante actos llevados a cabo por la OTAN, control que delega en las dos decadentes empresas coloniales anglo-francesas, que disponen la ocupación militar mediante un dispositivo para controlar el Atlántico Sur, gracias a la paulatina construcción de un anillo de control e influencia marítimos en toda la región, que tiene seis enclaves/pivotes insulares, de gravitación fundamental en la política marítima y naval británica:
Ø La isla Ascención, enclave angloamericano fundamental en el aprovisionamiento y en la logística tanto en tiempos de guerra como de paz en la región del Atlántico, ubicada a más de 8.000 kilómetros de Gran Bretaña. Ø La isla Santa Helena y el islote Tristán de Cunha, dos puntos importantes en el reforzamiento de la política naval británica en las últimas décadas.
Ø Las Islas Malvinas, donde está asentada la fortaleza militar erigida en las últimas dos décadas a partir de la profundización del escenario de decisiones unilaterales que los británicos tomaron en lo que respecta al “gobierno” de las islas y a las actividades económicas y comerciales. Actividades que se pusieron en marcha luego de la declaración unilateral de la zona de exclusión en 1987. En tal sentido, en mayo de 2009, el Gobierno del Reino Unido presentó ante la Secretaría de la Convención de Derechos Marítimos de las Naciones Unidas (CONVEMAR), el reclamo de delimitación de la plataforma continental en torno a las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur hasta las 350 millas, proyectando, de esa manera, su ocupación colonial sobre una superficie marítima de unos 3.500.000 km2. Nuestro Gobierno también presentó el correspondiente reclamo, en base al cual se establece la superficie del Mar Argentino de la imagen.
Ø Las islas Georgias y Sandwich del Sur, último eslabón del anillo de seguridad naval británico, cuya situación estratégica fue incluida por el gobierno inglés en la reserva de soberanía antes aludida, dando cuenta de una visión geopolítica integral del Atlántico Sur.
Ø El sector antártico británico y su plataforma continental, que constituyen un área de influencia estratégica de más de 1.000.000 de kilómetros cuadrados, situación que compromete decisivamente la política antártica argentina en los próximos años, y ataca los intereses de nuestros vecinos chilenos.
En conjunto, hablamos de un formidable despliegue de control marítimo y naval en el Atlántico Sur, que no tiene antecedentes en cuanto a la vastedad de sus objetivos en los dos siglos de presencia británica en la región, que le permite a Gran Bretaña el monitoreo permanente de la costa oriental sudamericana (con proyección desde el Amazonas a la Antártida), como así también de la costa occidental africana y, además, controla el espacio interoceánico Atlántico-Pacífico, y el acceso a la Antártida y a los pasos de navegación estratégicos, ubicados entre Suramérica y la Antártida.
Ninguna declaración, desde ningún foro, (desde Naciones Unidas, la UNASUR, o de los miembros de los 24 países africanos y suramericanos de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS) tiene efecto alguno sobre la política expansionista de una Europa que se desmorona, y no quiere aceptar que, su destino de control mundial, ha terminado.
La Vieja Europa está ingresando en una etapa de desesperación, tratando de mantener su standard de vida, imprescindible para controlar los conflictos sociales internos, y para lograrlo necesita energía y materias primas de las que carece en su propio territorio y que, antes cambiaba por billetes de banco, pero su dinero cada vez vale menos, pues su estrategia de comprar materias primas baratas y vender productos industriales caros, es imposible desde la veloz industrialización de China y Asia en general.
Ante este acorralamiento, la solución militar es su única salida, pero ahora los viejos imperios tienen dos problemas insolubles:
Ø A.) La Guerra es cara, y ellos están cada vez más pobres, porque han dejado de producir riqueza real, esa que sólo aparece con el trabajo humano de las industrias, y con la transformación de materias primas baratas, que ahora no pueden saquear impunemente. Así llegamos al segundo problema:
Ø B.) Tampoco disponen de materias primas propias. Sólo les quedan los recursos provenientes de la economía abstracta, (la de la especulación financiera, o la renta por la venta de servicios y marcas), dos sectores sobre los cuales están perdiendo rápidamente sus ventajas comparativas.
Inglaterra tiene sus grandes colonias de las que puede surtirse (en eso se basan sus aspiraciones), obtiene materias primas de Canadá, Australia y Nueva Zelanda, pueblos que han sabido domesticar hasta el punto en que ni siquiera se proponen independizarse del Commonwealth. Pero sin ellos, la Gran Bretaña no sería otra cosa que unas islas superpobladas[3], que tuvieron mucha iniciativa en siglos pasados. Pero el mundo ha cambiado.
De esta manera, nuestro país se transforma en Estado co-rribereño de la Comunidad Europea, consolidando, de esa manera, una situación geopolítica de imprevisibles consecuencias para la integridad de los intereses territoriales y marítimos argentinos y suramericanos.
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