Murió hace muy poco, pero su recuerdo nos acompañará siempre, tapizando todas y cada una de las generaciones compuestas por millones de hombres y mujeres de habla hispana.
Es que todos ellos -todos nosotros- jugamos, aprendimos dormimos e hicimos dormir a nuestros hijos, cantando sus canciones inteligentes y sensibles.
Además, nunca olvidaremos que lo lúdico no necesariamente debe abominar de todo aquello que sea la denuncia, el señalamiento, de la injusticia; que siempre tuvo en María Elena a una verdadera madre de lo mejor de todos nosotros.
Una vez y otra vez
cantaremos la fiel serenata.
Diganme donde está, como es
Buenos Aires la reina del Plata.
Es un hombre con una mujer
que se besan en Pampa y la vía.
Es el eco de un tango de ayer
que el zaguán no olvidó todavía.
Es un loco por Libertador
que matándose cruza la vida
y es la flauta del afilador
que recorre la calle Laprida.
Una vez y otra vez
cantaremos la fiel serenata.
Diganme donde está, como es
Buenos Aires la reina del Plata.
Es un sol de Quinquela Martín
y es soñar con el mar desde el río.
Es la noche de Villa Piolín
que nos llena de culpa y de frío.
Es la guerra y la demolición
arrasando paredes y calles.
Es París en el teatro Colón
y en los libros de Plaza Lavalle.
Una vez y otra vez
cantaremos la fiel serenata.
Diganme donde está, como es
Buenos Aires la reina del Plata.
Es un chico que piensa en inglés
y una vieja nostalgia en gallego.
Es el tiempo tirado en cafés
y es memoria en la Plaza Dorrego.
Es un pájaro y un vendedor
que rezongan con fe provinciana.
Y también es morirse de amor
un otoño en el Parque Lezama.
Una vez y otra vez
cantaremos la fiel serenata.
Diganme donde está, como es
Buenos Aires la reina del Plata.