ARGENTINA / “La vuelta clásica a los mercados está descartada” / Escribe: Julián Blejmar






Para el diputado nacional Roberto Feletti, el mayor logro del ciclo económico kirchnerista pasa por la soberanía en las decisiones de política Económica. En diálogo con Miradas al Sur, este economista graduado en la UBA que ejerció como viceministro de Economía hasta 2011 y que actualmente preside la Comisión de Presupuesto del Congreso, señala que en estos años “se recuperó en el país un espacio de realización económica y de forma autónoma a los vaivenes de los mercados internacionales, lo que creo es el legado más trascendente. Eso no quiere decir que todas las políticas económicas hayan sido acertadas, pero sí lo fue el objetivo de que sea el Estado el que decida las políticas públicas, es decir la subordinación de la economía a la política, algo que no sucedía desde el golpe militar de 1976”.

–¿Como evalúa el acuerdo con Repsol, que el Congreso sancionó recientemente?
–Lo más importante es si el acuerdo viabilizará la capacidad de YPF de poner en valor yacimientos secundarios, especialmente de combustible no convencional como el de Vaca Muerta, por medio de un flujo de inversiones que se estiman en el orden de los 20 mil millones de dólares. De hecho, su director, Miguel Galuccio, planteó que Estados Unidos está saliendo de la crisis más rápido que Europa ya que se recuperó la competitividad debido al petróleo no convencional, y no en vano los conflictos se desplazan de Medio Oriente a Ucrania. Por eso creo que el acuerdo abre una gran oportunidad a futuro.


–La oposición planteó que el pago de 5.000 millones de dólares fue excesivo, e incluso hizo referencia a valores cercanos 1.500 millones. ¿De donde surgen estas diferencias?
–Ellos hacían referencia al descuento por los pasivos medioambientales, pero el mismo Tribunal de Tasaciones de la Nación los estimó en 329 millones de dólares, que fueron detraídos del patrimonio. El oficialismo actuó de forma totalmente transparente, con cuatro funcionarios que expusieron los pormenores del acuerdo, y es bastante razonable pensar que YPF vale 10 mil millones de dólares, por lo que el 51% de sus acciones son estos 5 mil millones, que además serán pagados en plazos diferidos, obviamente con intereses. Pero creo que la oposición desperdició la oportunidad de discutir el futuro, porque el acuerdo con Repsol, más allá de la letra, que será borrada por los vientos de la historia, tiene como mayor desafío a futuro permitir que se pueda elevar la capacidad de producción de gas y petróleo, y llegar al autoabastecimiento, porque en este núcleo está el modelo industrial y la estabilidad de la balanza de pagos.

–Señaló que se va experimentar un descenso en los precios y que en el segundo semestre se reactivará la economía y será bueno el de nivel de actividad. ¿En qué se basan estos pronósticos?
–La proyección más importante tiene que ver con que el ataque especulativo del verano produjo, entre otras cuestiones, una fuerte acumulación de stock de mercadería para luego remarcar, pero la suba de la tasa de interés del Banco Central encarece el costo de esos stock y los descubiertos en el banco, por lo que en la búsqueda por desprenderse de esa mercadería, los empresarios están sacando ofertas y los precios van a descender. Una de las grandes apuestas era dejar a la Argentina sin precios, pero los hechos probaron que eso no sucedió, y que no se puede seguir especulando con la acumulación de stock. Estas liquidaciones ya están comenzando, y además el programa de “Precios Cuidados” está dando resultados. El otro punto importante es que marzo es un mes difícil para los trabajadores, porque vienen de los gastos de las vacaciones y llega la canasta escolar, en un contexto de paritarias abiertas. Es tradicionalmente un mes de retracción del consumo, pero los cierres de paritarias, cuyo impacto se verá con los sueldos de mayo, más el medio aguinaldo de junio, van a producir una suba del consumo y mayor actividad. A esto, se suma la devaluación de enero, que favorece la competitividad.

–Particularmente y en relación con la inflación, sostuvo que el problema estaba focalizado en las grandes cadenas de supermercados. ¿La cadena de valor tiene entonces una incidencia secundaria?
–En el corto plazo el problema es la comercialización monopólica, porque aunque se tenga el mejor producto en precio y calidad, sin cadena de comercialización éste no puede venderse. Esta supremacía de las cadenas de supermercados también se ve claramente en el esquema de pago, a 90 o 120 días, o en los altos costos de la punta de góndola, porque la capacidad de los supermercados de instalar marcas y productos es enorme. En el mediano plazo, el monopolio de los insumos difundidos también suma presión inflacionaria, pero eso se da sobre todo en los bienes de consumo durable. En definitiva, los proveedores pueden tensionar los precios, pero igualmente terminan perdiendo frente a los supermercados.


–Señaló anteriormente que existió un “ataque especulativo” en enero, pero también afirmó poco tiempo atrás que el Gobierno necesitaba un nuevo nivel de competitividad y por eso devaluó. ¿La medida fue entonces por presiones externas o por necesidades internas?
–El Gobierno buscaba efectivamente un nuevo nivel de competitividad, que lo encontró en un dólar a 8 pesos, pero el ataque especulativo apuntaba a llevarlo aún más arriba, a 12 pesos. Este nuevo nivel de competitividad tenía que ver con que en los últimos años el Gobierno sostuvo un tipo de cambio que no impactara en salarios, porque frente al fuerte impacto de la pérdida del superávit energético, se pedía que sin energía a bajo costo el Gobierno diera mano de obra a bajo costo, lo cual no se aceptaba. Esto, en un contexto previo de dificultad con las divisas, en el que se llevó adelante una política de autofinanciamiento del sector externo financiando divisas por medio de las exportaciones, con una cuenta corriente muy angosta por los vencimientos de la deuda y los desequilibrios de la importación de energía, lo que también produjo que comenzaran a disminuir las reservas. Pero siempre, el objetivo era que estas cuestiones no pegaran sobre el empleo y los salarios.

El Gobierno decidió tomar otros rumbos porque observaba nubarrones en el horizonte, que es lo que empezó a pasar en los últimos tiempos, con el retiro de capitales en 2013.

–De todas formas, sorprendió que el nuevo nivel de competitividad se haya realizado de forma tan brusca…
–Es que llegado un punto en el que era riesgoso un golpe de mercado, se buscó un nivel de competitividad mayor pero que no pegue fuerte en el empleo. El salto de enero fue de hecho para frenar el ataque especulativo y pararse también en un nuevo nivel de competitividad, aunque no al valor del dólar que buscaban sino en el que se quería estar. Además se subió la tasa de interés, se produjo el cambio de la medición del Índice de Precios, y luego se modificaron los subsidios a algunas tarifas, para sostener este nivel de competitividad buscado.

–El Gobierno experimentó anteriormente dificultades en el plano económico, aunque como resultado de la gran crisis internacional. ¿Qué sucedió en este caso en el que emergieron estas dificultades en un escenario internacional estable?
–El escenario internacional volvió a incidir y mucho, porque hay tres factores de restricción externa que empezaron a jugar. El primero tiene que ver con la disminución de las exportaciones por la no recuperación de Europa, donde iba más de una quinta parte de las ventas al exterior, sobre todo de agroindustria, y las tensiones con Brasil, donde van las exportaciones industriales, fundamentalmente los autos. Luego está que en el intercambio energético, el 2012 fue el primer año de déficit fuerte, ya que se llegó a los 6.000 millones de dólares. El tercer punto es que empiezan a caer fuerte los vencimientos de deuda, y que con el canje 2010 se incorporan 16 mil millones de dólares, que se sienten fuerte en 2012, sumado al pago final de los bonos del corralito. Pero además se suma la tensión bilateral con los Estados Unidos a partir de 2011, que nos plantea un arreglo por los fallos de los tribunales del Ciadi a favor de empresas estadounidenses, la exigencia de que se deje el proteccionismo y se le vuelva a comprar a ese país, que se acepte el mentado articulo IV del FMI para la revisión de nuestras cuentas, y se llegue a un arreglo con los fondos buitre. La no respuesta de Argentina hizo que Estados Unidos frenase los créditos de desarrollo social e infraestructura que otorgaban el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, los cuales suponían a partir de 2009 un flujo positivo que llegó a superar los 2.000 millones de dólares, pero que a partir de 2012 se transformaron en flujo negativo, ya que había que cancelar esos créditos pero sin que desembolsen otros.

–Frente a este cuadro, parte de la oposición planteaba años atrás una “vuelta a los mercados”. ¿Podía haber ayudado haber implementado en el pasado está política?
–Una propuesta era cumplir con esto y volver a mercados, tomar deuda y reprogramar los pagos, es un rumbo que no se tomó en ese momento, se pensó que la brecha cambiaria se cerraría, y también estaba la idea de que la producción de YPF, tras la nacionalización, se levantaría en un plazo más corto. Pero también, el Gobierno decidió tomar otros rumbos porque observaba nubarrones en el horizonte, que es lo que empezó a pasar en los últimos tiempos, con el retiro de capitales en 2013, por el cual todos los países emergentes devaluaron. Argentina también devaluó, pero en un contexto de bajo endeudamiento, entre otras cuestiones por no haber tomado esos créditos.

–¿La negativa de que el FMI revise las cuentas nacionales demuestra que sigue habiendo reparos a la vuelta a los mercados?
–No quiero interpretar acciones puntuales, de todas formas está claro que la vuelta clásica a los mercados está descartada, aunque el Gobierno ahora está intentando regularizan algunas cuestiones que razonablemente se tenían que regularizar, como resolver situaciones del frente externo para que se destraben los créditos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, o acordar con el Club de París para recibir flujos de créditos comerciales para equipamientos de maquinaria.


–Desde 2012 el país experimenta déficit fiscal. Usted había hecho referencia oportunamente a la importancia de sostener los superávits fiscal y comercial. ¿Qué riesgos conlleva esto y cómo se revierte?
–A lo largo de once años es lógico que la política económica pueda cambiar, también es cierto que a partir de 2012 impacta mucho lo energético en lo fiscal, sobre todo en el subsidio para mantener la energía competitiva, que es el subsidio a su generación y consumo, y también por la importación. Eso sumado a los mayores vencimientos de deuda, genera un desequilibrio fiscal en lo financiero, no en el primario (N. de la R.: diferencia entre ingresos y egresos excluyendo los intereses de la deuda). Esto se financió con adelantos del Banco Central y ahora hay abierta una discusión sobre el tema tarifario, porque teniendo en cuenta que Brasil no crece, un aumento en los costos energéticos a la industria puede pegar en el empleo. Igual el déficit fiscal es del 2,4% del Producto Bruto Interno, que frente a los 7 u 8 puntos de otros países, es un número muy manejable. Además, se encontró una forma de financiarlo con el Banco Central, aunque esto tiene límites, sobre todo en el contexto de baja de inversión privada de los últimos años. Pero si se logra elevar la producción de gas y petróleo, el subsidio energético podrá bajar, y además se están buscando nuevas formas de financiamiento.

–A mediano plazo ¿Cuales son los principales riesgos que enfrenta hoy el modelo?
–El primero, es que se desarticule el mecanismo por el cual el agro, que es un sector superavitario de divisas, financia el desarrollo industrial. Esta es casi la historia de la Argentina, aunque hoy la industria genera divisas, y el desbalance es menor por las exportaciones industriales. En segundo término, está la apuesta a la inversión por parte de los industriales, lo que algunos llaman eufemísticamente “burguesía nacional”, pero el punto es la capacidad de aplicar parte de la tasa de ganancia al desarrollo industrial. Y el tercer tema, es el vector de competitividad de la energía, es decir que la empresa sea competitiva por sus costos energéticos y no por los bajos costos laborales.

Acerca del paro general

Feletti fue uno de los más enfáticos opositores al paro convocado por la CGT opositora, al punto de señalar que varios de sus organizadores “buscaban restaurar un modelo conservador y liberal”. “Dije esto –destaca el diputado– porque en un contexto de paritarias libres, y donde se negocian y cierran acuerdos sin mayores conflictos, un paro llevado adelante por los gremios del transporte, que no tienen vínculo con la inserción productiva, y acompañado por gremios que no han usado estos años de crecimiento para mejorar la situación de sus trabajadores, como el caso de gastronómicos o de trabajadores rurales, donde se encuentran los mayores índices de informalidad y de bajos salarios, resulta una conducta bastante extraña. Creo que el paro tuvo la finalidad de producir daño al Gobierno. Históricamente, el movimiento obrero tuvo propuestas en sus paros generales, como los formulados en Huerta Grande por las 62 Organizaciones, las de los “25” de la CGT, o los programas alternativos de la CTA, el MTA, o la CGT-Azopardo en los noventa…

–De todas formas es cierto que, junto al 2009, este será otro de los años en el que muy posiblemente no se experimentará aumento de la ocupación y del salario real…
–Porque están las exigencias de competitividad de un modelo que plantea, en niveles de buenos salarios y muy bajo desempleo, un esperar y volver a avanzar. Y tenemos los límites del sector externo y una respuesta empresarial que en muchos casos se refleja en la caída de la inversión y la suba de precios. Pero no hubo un planteo respecto a esto, porque de hecho si hubiera sido así, los convocantes hubieran estado acompañados de un mayor número de sindicatos, y se hubieran planteado cuestiones de política económica más profundas y no simplemente consignas, como la baja del Impuesto a las Ganancias, cuando además el Gobierno viene en los últimos años corrigiendo las alícuotas y el mínimo imponible, y nada hace suponer que no las vuelva a corregir. E incluso antes de las paritarias, solo el 10% de los trabajadores estaba alcanzado, con lo que ese es un planteo de solo el 10% de los trabajadores.

(Diario Tiempo Argentino, domingo 27 de abril de 2014)

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