La buena relación entre el Papa Francisco y Cristina Kirchner logró salir indemne de dos operaciones fraudulentas generadas desde núcleos del clero conservador y los dos diarios opositores dominantes, en menos de 15 días.
La primera se inició con la columna de Carlos Pagni titulada "Los verdaderos conflictos que alteran al gobierno", publicada en La Nación, el 15 de mayo último. Allí se revelaban supuestos entretelones del documento episcopal "Felices los que trabajan por la paz", que quedó reducido a una sola frase –"La Argentina está enferma de violencia"– por los operadores militantes que trabajan para la grieta, es decir, los que alientan "el desencuentro y el conflicto permanentes", siempre utilizando palabras eclesiales.
Pagni escribió que "cuando hubo que aprobar la redacción completa, 17 prelados votaron en contra", mientras que una supuesta mayoría antikirchnerista, con la venia papal, lo había hecho a favor. Al cruce de esta afirmación salió nada menos que el obispo Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina, de íntima confianza con Francisco, coautor además del cuerpo conceptual del "Documento de Aparecida", quien sostuvo que era falsa porque el pronunciamiento se votó por unanimidad.
Apuntándole al diario de Bartolomé Mitre y Pagni, señaló a "un medio opositor" que "el día antes de la publicación de este documento, en la versión electrónica anunciaba torpemente que los obispos iban a enfrentar al Gobierno por el tema de la inseguridad (…) Se parcializa la realidad. Se toma una parte de ella y se la toma como clave de interpretación de todo. Hay que educar para un pensamiento y lectura crítica. Porque basarse sólo en esa información lleva a informaciones torcidas. Incluso hay datos falsos (…) El documento no tuvo ni un voto en contra y ni siquiera una abstención. Y la nota dice que hubo 17 votos en contra. Esos datos que no son reales condicionan la interpretación de las cosas (…) Hay que chequear mejor las fuentes que se utilizan (…) Hubo un titular que hacía referencia a un enfrentamiento con el gobierno. El texto no es una obra de autor, es obra de un consenso que recoge opiniones (…) Me molestó que lo que trascendía no expresaba la intención de la inmensa mayoría del episcopado."
No debió resultarle grato a Fernández salir a desmentir por diferentes radios a La Nación, el diario que Jorge Bergoglio leía antes de radicarse definitivamente en el Vaticano. Pero tuvo el coraje de hacerlo y no sólo eso. Escribió una columna en el no precisamente clerical Página/12, bajo el título "La violencia de no saber leer", donde reprobó la lectura sesgada y maliciosa que La Nación y su socio Clarín hicieron del documento. Hay que decirlo: de todos los diarios que llegan al kiosco, sólo Tiempo Argentino reprodujo fiel y equilibradamente lo que allí se decía. Al menos, así lo reflejó el sitio
¿Puede leerse en la refutación de Fernández una desobediencia conducente de parte de la Iglesia tratando de sustraerse de la agenda de demolición constante que proponen los medios dominantes? Sin ninguna duda. Los prelados que responden al Papa Francisco no dejan de admitir en privado que desde Roma llega un sólo pedido: "Cuiden a Cristina." La duda es si todo el clero argentino está en la misma sintonía. Aunque los hay, la Iglesia como territorio de reflexión política tiene pocos escrutadores serios en el país. En general se la ve monocromática, como un resabio del medioevo. La Inquisición y nada más. Bajo esa premisa, sería lo mismo el platense monseñor Aguer que el Padre Pepe de La Cárcova. Nada más alejado de la realidad. Existen líneas internas, congregaciones diversas, algunos curas hacen voto de pobreza, otros no. No es lo mismo un jesuita que un integrante del Opus Dei. Un franciscano que un funcionario del clero. Todo este universo atraviesa hoy una situación inédita: es la primera vez que hay un Papa argentino. Que encima llegó al Vaticano por su muñeca para articular poder interno, regional, latinoamericano, casi por la colectora del catolicismo nacional, que no lo apoyaba de manera devota. Jorge Bergoglio, aun cuando se lo quería ver como partisano retórico del antikirchnerismo –impostura prefabricada por los mismos medios que hoy tratan de usarlo para idéntico fin a la distancia– siempre estuvo mirando más hacia el centro que al córner del ala más reaccionaria y su pedagogía del garrote. La idea de la Pastoral Villera no es una idea, por ejemplo, que haya caído en gracia o generado entusiasmo entre las filas del Opus. Tampoco entre el funcionariado clerical tradicional preocupado por atender espiritualmente a otros sectores sociales, receptor histórico de privilegios y canonjías derivados de sus relaciones con el poder económico y la aristocracia berreta local.
La Iglesia adoradora de banqueros, la que idolatra al dinero, no se siente cómoda con el mensaje solidarista y pobretón que baja el jesuita peronista que llegó a ser el representante de Dios en la tierra. Le podrán dar la tapa de fin de año de la revista Gente, jamás el cariño que se le prodiga a los propios. Es un escenario desconocido que a la derecha antediluviana la pone incómoda, porque la cuestiona en sus preferencias y elecciones. Eso es Bergoglio convertido en Francisco: una piedra en el zapato de los que se desacostumbraron a andar de sandalias por la vida. Sí, también los hay adentro de la Iglesia, no sólo en la política.
El papelón de la carta "trucha" que era auténtica desnuda que Francisco tampoco tiene todo alineado en la que sería, en teoría, su propia tropa. Los titulares salvajes de Clarín y La Nación, las volteretas del médico Nelson Castro en TN, primero queriendo interpretar una esquela de rigor, es decir, una carta fórmula que se envía desde el Vaticano todos los 25 de mayo a la Argentina, cualquiera fuere el Sumo Pontífice que encabeza la Santa Sede, en clave política antikirchnerista, es un desafío al programa de humor que hace Jorge Lanata.
v La entrada en escena del microfonista asotanado Guillermo Karcher, jugando a ser portavoz autorizado de Francisco, instalando que esa carta era falsa y de "mala leche", traspié que fue comprado sin rigor alguno por los medios opositores para demostrar que los funcionarios kirchneristas, cuando no son cleptómanos irrecuperables, son ridículos consumidores de operaciones baratas, fue un capítulo más de esta saga que pretende que Cristina y Francisco, dos argentinos que, cualquiera en su sano juicio, puede entender le pueden hacer mucho bien al país comprendiéndose y ayudándose, se distancien y se peleen.
¿Qué sucede cuando los promotores de la grieta toman la palabra? La convierten en un fraude. En combustible para la hoguera. En salmo del desaliento. Sería gracioso si no fuera, también, muy peligroso para una comunidad que quiere realizarse. Sobre el papelón de la carta, a través del embajador Juan Pablo Cafiero, se expresó finalmente el Papa, molesto con los que "sembraron dudas de la autenticidad" y con "algunos medios que quisieron sacar agua de la tierra árida para generar conflictos sin tener el rigor de informar con la verdad a la sociedad". Durísimo estuvo.
El Papa estaba en viaje a Tierra Santa y, en el medio de esa travesía, se hizo un lugar, un tiempo, para desmentir a los medios opositores. Es todo un gesto. Si seguimos así, ¿la Señal María tendrá su propio 678 en pantalla?
Clarín y La Nación les podrán marcar la cancha a muchos políticos, a muchos empresarios y a muchos sindicalistas en la Argentina, pero al Papa, jefe espiritual de 1200 millones de almas en el mundo, no.
Hay poderes que son superiores al que pueden detentar en la agenda mediática local Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre. Son 2000 años de historia de capital simbólico contra dos millonarios de cabotaje recién llegados a la fábrica de sentido terrenal.
Es la Biblia contra el calefón. Meterse con Francisco, querer utilizarlo en sus operaciones catastrofistas, es demasiado. Hacer que su Iglesia diga cosas que no dice, es mucho. Alistarlo en el antikirchnerismo cerril de pátina cualunque que hace el fuck you por TV es dar por sentado que Bergoglio es cualquier cosa menos inteligente, algo sumamente ofensivo, y además falso.
¿Por qué insisten? Es una pregunta que tiene dos respuestas posibles. Una larga y una corta. La larga es que la presidenta de la Nación volvió al Tedeum después de ocho años, privilegiando el acuerdo y no las diferencias con la Iglesia. La imagen es muy potente para aquellos que durante este tiempo cavaron una supuesta fosa entre el kirchnerismo y los católicos de iglesia en nuestro país. No es que vayan a mezclarse ahora, pero la foto inaugura un nuevo tiempo signado por las ganas de no confrontar todas las veces y todo el tiempo. Es un puente que se tiende sobre la grieta ficticia que dibujaron los falsos predicadores. No hay nada que descorazone más a los militantes del desencuentro, que dos que, sin dejar de ser quienes son, se encuentran simplemente a hablar.
La presidenta homenajeó hace poco al Padre Carlos Mugica. Fue una mano extendida a un tipo de comprensión de la fe católica que tiene más puntos de acuerdo que disidencias con la batería conceptual, ideológica y doctrinaria del kirchnerismo gobernante.
Francisco no es Camilo Torres y tampoco Jorge Adur. Pero siempre levantó la imagen de Mugica en su opción preferencial por los pobres. Del mismo modo que lo hizo la presidenta, en un acto muy emotivo sobre la 9 de Julio. Tal vez la distancia haya aclarado el panorama de ambos. Al fin de cuentas, Francisco y Cristina están condenados a entenderse. Son dos argentinos que llegaron a la cumbre de los dispositivos de poder que eligieron por vocación para influir y transformar la realidad.
Que un Papa popular y carismático, que genera expectativa favorable en los círculos del poder mundial, que es elogiado por Barack Obama, Angela Merkel y Vladimir Putin, cuyo mensaje pone en cuestión la voracidad inhumana del capitalismo y la rapiña financiera, sea argentino de nacimiento y corazón, es una grandísima oportunidad, no un problema.
Que además respete a la presidenta, la apoye en el tramo final de este mandato, sólo puede ser una mala noticia para los enemigos de esa presidenta y del país.
Por eso las operaciones, el fraude informativo, la manipulación de los documentos episcopales, el papelón que hicieron con la carta: Francisco hoy no les sirve para hacer antikirchnerismo ruin. Lo siguen viendo como a Bergoglio. O como el Bergoglio que fabricaron desde sus noticias y se terminaron creyendo. Eso le pasa a Clarín, a La Nación y a ese sector de la Iglesia que vive del eterno conflicto.
La respuesta corta es otra. Porque el Papa pide, con prudencia y sabiduría, "cuiden a Cristina". Y eso los pone locos.
Van a tener que seguir esperando lo que no va a ocurrir: que se vaya antes de tiempo o no quiera volver nunca más. En palabras papales, intentando "sacar agua de la tierra árida".
El problema que tienen es que para que eso pase necesitan un milagro. Y el único proveedor en la tierra de ese tipo de divinas excepciones tiene un pedido para hacerles: "Cuiden a Cristina."
Qué rabia les debe dar.
La politica, sus males y sus curas
En el piso de CN23, con el sacerdote y titular del Sedronar, Juan Carlos Molina, como aglutinador, la Mesa de Juventudes Políticas que integran jóvenes del kirchnerismo, del PRO y del radicalismo, presentó su acuerdo para militar en conjunto a favor de un horizonte de vida que aleje a los pibes y pibas de las adicciones y los consumos problemáticos.
Fue un placer verlos. Dejaron sus diferencias de lado y privilegiaron lo que los une. Muchos se conocían del trabajo territorial. Se respetan, pueden hablar. El del PRO dijo que le gustaría usar pecheras para ayudar a gente en problemas como hizo el kirchnerismo durante las inundaciones de La Plata. El radical resaltó que de manera acordada se puedan sustraer de las agendas corporativas que los pretenden enfrentar. Todos hablaron de la presión que ejercen los medios sobre la política y la estigmatización de los jóvenes. La kirchnerista, en ese punto, dijo que tenían un largo camino recorrido resistiendo esa demonización mediática. Se los veía felices. Se los veía con sueños. Se los veía con esperanza. La juventud es el presente, no el futuro. Es interesante ver cómo la política se entiende con la política cuando la agenda de asuntos cotidianos prevalece por sobre los fabricados por los militantes de la grieta de los poderes concentrados.
Otra escena edificante de la semana fue la reunión, el jueves 22, de la Comisión Bicameral de Seguimiento de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que preside la kirchnerista jujeña Liliana Fellner, y está integrada por opositores como Norma Morandini (FAP), Laura Montero (UCR-Cobos) y José Manuel Cano (UCR), entre otros.
Recibieron a la titular de la Defensoría del Público, Cynthia Ottaviano, que presentó así su primer informe anual del trabajo desplegado por el organismo creado por la Ley 26.522. Hay un nuevo tiempo, es evidente. El tiempo de la política, más allá de la agenda de Clarín. Eso es muy bueno. Ni Morandini ni Cano ni Montero se sentaron allí a atacar la Ley de Medios. No hablaron de ley mordaza ni de ley censora ni de ley k. Hablaron de una ley democrática y de sus institutos. De sus propósitos, de sus logros y de sus faltantes. Pero se los veía asumiendo que la ley, y el nuevo paradigma que expresa entendiendo la comunicación como un derecho humano, llegó para quedarse de modo definitivo.
Cano pidió capacitación a los funcionarios de su provincia para que la ley se conozca. Morandini habló de la regulación del minuto a minuto en noticieros y en programas políticos ("solo nos llaman si hacemos show, no si hablamos en serio"), Montero felicitó a la defensora por el trabajo hecho, y después se quejó por la pauta publicitaria nacional, y se fue sin esperar respuesta "porque tenía otras cosas que hacer".
No importó que la ley haya sido impulsada por el kirchnerismo. Ni que Morandini y Montero hubieran objetado a la Defensora y a la ley en el proceso de su designación. La terminaron felicitando y aprobando su gestión, apenas un año y medio después. Se puede comprobar leyendo las versiones taquigráficas.
Ni el acuerdo de la juventud del PRO, del kirchnerismo y del radicalismo, bancado por el Sedronar y Juan Carr, de la Red Solidaria; ni la sesión de la Comisión Bicameral de la Ley de Medios ganaron algún tipo de espacio en la agenda mediática. Tiene razón Morandini: la política sólo es noticia cuando hay pelea, espectacularización, dramatización y efectismo, y por qué no sangre después de lastimar al otro con la palabra. Es una pena, pero es así. Incluso durante la reunión de la Bicameral, la senadora del FPV por Entre Ríos, Sigrid Kunath, leyó un comunicado de los defensores de las audiencias de México pidiendo la creación de una Defensoría como la argentina para su país. Tampoco fue noticia que la Argentina siga siendo modelo comunicacional en Latinoamérica.
El kircherismo debería sentirse orgulloso de esto que pasó en la semana, aunque haya sido invisivilizado, incluso por los que no deberían hacerlo. Son situaciones derivadas de dos políticas que impulsa con generosa perspectiva de futuro, que es donde ya está construyendo mientras Sergio Massa hace de las suyas en el programa de Mariana Fabiani por Canal 13. La militancia juvenil y la Ley de Medios, de eso se trata. Son un piso de nuevos valores que no viene a eliminar la disidencia ni a anular a los opositores. Es otro escalón donde los pibes y las pibas se pueden encontrar hablando de cosas importantes, sin que las etiquetas los dividan ni haya que bajar ninguna bandera. Es otro lugar, donde la política se puede escuchar, sin que Magnetto, ahora ocupado en vender sus licencias ilegales, intervenga para profundizar la grieta, el mundo en blanco y negro, las posturas binarias y el eterno conflicto.
En definitiva, luces de un nuevo tiempo inaugurado por el kirchnerismo pero que puede ser de todos los que trabajan con buena fe, donde la frase más feliz de los últimos años se corporiza y uno siente que, de verdad, la Patria es el otro.
(Diario Tiempo Argentino, domingo 25 de mayo de 2014)