INTERNACIONAL / Con el infierno a la vista / Escribe: Telma Luzzani






Desde Caimanera hay una visión simple, casi apacible del infierno en la Tierra.

A poca distancia de la base militar norteamericana, desde una atalaya pueden verse los tinglados de la cárcel de Guantánamo. De lejos parecen apenas unas barracas vacías en medio del campo. Adentro, decenas de presos sin derecho ninguno sobreviven a pesar de las torturas.

Por esa razón Caimanera, el pueblo de pescadores con poco más de 10.000 habitantes, de casas bajas y clima tórrido, es elegido todos los años para las protestas y reclamos que exigen el retiro de los militares y la devolución de Guantánamo a Cuba.


La convivencia en la región ha sido siempre difícil. Una vez instalados –en 1902, luego de la guerra contra España (1898)–, los norteamericanos nunca disimularon su desprecio por los cubanos. “Cuba es una adquisición sumamente deseable para Estados Unidos. Ellos gradualmente se irán americanizando y tendremos, a su tiempo, una de las mejores posesiones del mundo”, escribía en octubre de 1901 el general Leonard Wood a sus superiores.

Desde el comienzo, en Caimanera, debieron acostumbrarse a la violencia. Los marines, sobre todo cuando había Ley Seca en EE.UU. y cuando estaban de franco, llegaban al pueblo a emborracharse. “Luego venía la furia, peleaban entre ellos, abofeteaban impunemente a los cubanos, rompían mesas o vidrios, se paseaban en calzoncillos...”, asegura el historiador cubano René González Barrios, que dedicó muchos años a reconstruir el pasado de la bahía de Guantánamo y la base militar.

“Cuando se les daba por practicar puntería, era frecuente encontrar reses o animales domésticos muertos. A veces mataban por pura diversión. Hubo casos trágicos: el 10 de junio de 1919 un marine borracho mató a un nene con un disparo de rifle y el 12 de diciembre de 1936, otro, que dijo estar cazando, asesinó a una mujer”, agrega González Barrios.

Hasta antes de la Revolución Socialista, las mujeres cubanas de Caimanera eran o prostitutas o mucamas por sueldos ínfimos. Los hombres trabajaban en la base. Viajaban a diario totalmente hacinados, en una balsa, sin ninguna seguridad. Tenían un salario que era la cuarta o la quinta parte de lo que ganaba un norteamericano o un puertorriqueño. Según el testimonio de trabajadores como Héctor Hernán Borges, en 1946, vivían con la amenaza constante de ser despedidos o enviados a prisión “por violación de las normas”, es decir, por cualquier motivo. Para Borges, uno de los momentos más humillantes –según le contó al historiador cubano– era la entrada y la salida de la base: “Te cacheaban, te hacían levantar las manos, te revisaban el bolso y se quedaban muchas veces con la comida que llevabas. A veces te tocaban con el machete. Sólo por una gran necesidad uno iba a trabajar a la base”.


Con la Revolución de 1959 se acabaron el juego de apuestas, el contrabando de ron y de droga, los burdeles y la prostitución. Pero entonces el asedio del Pentágono se multiplicó. “Los marines se subían a la cerca perimetral de la base e insultaban a Cuba y a Fidel Castro. Les tiraban comida y cigarrillos a los cubanos mientras les hacían gestos soeces. Les tiraban bombas molotov o piedras. Violaban permanentemente el espacio aéreo, marítimo e incluso había jeeps que salían de la base y penetraban territorio cubano hasta llegar a 3 o 4 metros donde se encontraban las garitas del ejército revolucionario. Llegaban a toda velocidad, disparando armas de fuego y se iban”, explica González Barrios.

Washington buscaba permanentemente crear condiciones psicológicas para desatar una agresión. El gobierno revolucionario detectó rápidamente que Caimanera y toda la zona de Guantánamo eran las más vulnerables. En noviembre de 1961 decidieron crear el Batallón de la Frontera, cuerpo militar que enfrenta la base norteamericana.

La orden fue “no responder a ofensas ni provocaciones”. El 5 de febrero de 1962, Cuba denunció ante la ONU como “totalmente falsa” la información de medios estadounidenses de que Fidel Castro estaba planeando moverse contra la base de Guantánamo. Esa supuesta intención cubana sirvió para que el Pentágono enviara tres portaaviones a la base.

Ese mismo año –el de la Crisis de los Misiles en octubre– EE.UU. minó el perímetro de la zona ocupada. En 1963 quiso dividir la isla creando en la zona de la base “un gobierno libre de Cuba”. En 1966, el Pentágono invitó a varios periodistas a la base y un día después hicieron correr la información falsa de que seis cubanos se habían infiltrado en el campo militar. La tensión llegó a tal punto que en 1974 Cuba también colocó explosivos en la franja de seguridad.


Guantánamo siempre fue para el Pentágono un laboratorio militar inmejorable tanto para la marina como para la aviación (a partir de 1912). Esta base fue fundamental en la estrategia norteamericana en todas las guerras desde la de Vietnam hasta las mundiales. En momentos clave, se convertía casi en una provincia estadounidense. En 1942, por ejemplo, los aviones norteamericanos podían volar, aterrizar, o amerizar “en cualquier lugar de la isla sin previo aviso”; el Pentágono podía establecer aeropuertos, destacamentos militares, patrullar y vigilar sin previa consulta; “usar todas las bahías, ensenadas y aguas sin previa notificación”. Toda la isla era un polígono de tiro o un campo de ensayo para bombarderos y barcos de guerra.

Desde 1993 hasta hoy viene produciéndose una distensión con periódicos encuentros entre militares de ambos países. No obstante los ensayos militares, la explosión de minas y los bombardeos, aunque menos frecuentes, siguen agrietando los edificios de Caimanera. El porcentaje de asmáticos, esquizofrénicos e hipertensos (el más alto índice de Cuba) no baja. El daño ambiental en esa región, que según el gobierno cubano posee el 30 por ciento de la diversidad de flora y de fauna, no retrocede. El rellenado de pantanos para usarlos como polígono de tiro ha provocado inundaciones por desborde del río Guantánamo y salinización del valle agrícola.

Y, para mayor gravedad, a pesar de las promesas del presidente Barack Obama, sigue en pie una cárcel que avergüenza al género humano.

(Diario Página 12, domingo 2 de febrero de 2014)

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