ARGENTINA / “El museo será para millones” / Escribe: Martín Granovsky






El visitante estará parado leyendo una explicación y de pronto unas luces marcarán un rectángulo rojo en el piso. El rectángulo de una cucha como el lugar que ocupaba cada secuestrado en la Escuela de Mecánica de la Armada. Esa será, este año, una de las escenas documentales que podrán verse en el nuevo sitio especial de memoria a inaugurarse en lo que primero fue casino de oficiales de la ESMA y luego el núcleo del campo de concentración en la última dictadura.

La curadora del nuevo sitio es Alejandra Naftal, secuestrada a los 17 años y sobreviviente del campo El Vesubio, que estudió museología y fue una de las constructoras del archivo oral de Memoria Abierta. Durante el kirchnerismo trabajó seis años con documentación en el Ministerio de Defensa. El co-curador, a cargo de las cuestiones visuales y de diseño, claves porque el proyecto es móvil y no alterna nada del edificio, es Hernán Bisman.


Naftal cuenta que eligieron el casino de oficiales porque fue “el lugar de alojamiento de los detenidos y el epicentro de la mecánica del predio de la ESMA”. Y agrega sobre el propio campo de concentración, como si estuviera todo dicho: “Y la ESMA es todo”.

¿Habrá un cuidado del rigor? “Nos basamos en fondos documentales, fuentes judiciales, académicas, artísticas, periodísticas y audiovisuales y en el testimonio de las víctimas y familiares”, dice la curadora. “Esos testimonios son los únicos porque los marinos no hablaron nunca. No contaron la verdad. Lo que los visitantes escucharán son las voces de los familiares y los sobrevivientes en los juicios.”

En el mundo durante los últimos 30 años florecieron muchos centros dedicados al ejercicio de la memoria. Los campos de Dachau y Auschwitz, por ejemplo. O el de Buchenwald, que tantas veces describió Jorge Semprún y donde los directores del memorial quisieron mostrar cómo la sociedad alemana sabía que tenía un campo a solo 15 minutos de Weimar. Y también el memorial del desembarco en Normandía, en Francia, donde una sala provoca con una pregunta: “Francia, ¿un millón de resistentes o un millón de colaboracionistas?”.

Para Naftal, los sitios de memoria “se tienen que diferenciar de un artículo, de un libro o de una película, porque son los lugares de la verdad ‘autorizada’, ésa que para la gente es ‘la’ verdad”, analiza. “Es discutible, porque qué es la verdad, ¿no? Pero a nosotros nos toca la tenacidad de respaldar lo que sabemos con la fuente documental. Lo que usamos son los testimonios ante la Justicia. El juicio a las Juntas en 1985 y los distintos juicios de la causa ESMA de los últimos años.”

Puesta a responder sobre la memoria, Alejandra Naftal aclara primero que “hoy hay un Estado con convicción con esta problemática, porque se llevan adelante los juicios y porque transcurrió un tiempo suficientemente prolongado tal que permite articular las relaciones entre historia y memoria”, y define: “La memoria es un músculo muy elástico y selecciona qué recordar, qué olvidar y cómo recordar”. Para ella, “es tan elástico que genera herramientas nuevas a cada momento”.

¿No puede traer conflictos un músculo en manos del Estado? “Puede. Pero los conflictos pueden resolverse, y siempre el debate está abierto. En cambio con un Estado ausente no hay nada.”

Agustín Di Toffino, jefe de Gabinete de la Secretaría de Derechos Humanos e hijo de un dirigente sindical cordobés de Luz y Fuerza que fue compañero de Agustín Tosco y está desaparecido, dice que “el Estado tomó la versión de los sobrevivientes y la impulsa”.

Daniel Tarnopolsky es miembro de una de las familias más golpeadas por la dictadura: fueron secuestrados sus padres Hugo y Blanca, su hermano Sergio, su cuñada Laura y su hermana Betina. Directivo del Instituto Espacio de la Memoria, dice que “el proyecto es plural y el Gobierno no se metió con los contenidos”. Añade: “Da todas las herramientas y los organismos son los custodios, sin interferencias”.

Di Toffino, que también milita en HIJOS, dice no tenerle miedo al doble rol de los organismos y la gestión pública. “Antes construíamos memoria desde los márgenes. Nos resultaba más fácil. Pero hoy, con la memoria como política de Estado, hay una tensión. No les tenemos miedo a las tensiones. Por eso apoyamos que aparezca el relato de los sobrevivientes. Es una cuestión de acumulación histórica, de legitimidad de relatos totalmente subestimados, sin gobiernos que procesaron el pasado con teorías que no tenían que ver con lo que nos pasó a nosotros, como los dos demonios, o el monumento a la reconciliación. Ahora el Estado toma el relato de las víctimas como política de Estado.”

Naftal sostiene que “una cosa es ser de los organismos y otra es el compromiso con el presente”. Dice la curadora: “Se pretende que en estos lugares se dirima la política nacional. No es así. Eso se dirime en las elecciones, en las luchas partidarias. El museo tiene que ser abierto y prolongado en el tiempo. Un mojón que se tiene que ir extendiendo. Hay mucho por investigar, por descubrir, por saber. Por ejemplo cuáles fueron los resortes políticos de la dictadura desde lo cívico, lo económico, lo militar. Continuamente hay que discutir. Esta intervención va a habilitar nuevas miradas”.

Tarnopolsky destaca que el hecho de que la estructura del proyecto sea móvil da cuenta de que es fácil de cambiar. Naftal recuerda que el diseño no toca el edificio. “Es prueba material en los juicios. Y además no lo tocamos para que después otro pueda hacer otra cosa. Vendrán nuevas generaciones con nuevas miradas.”

“Hay muchos secretos, muchos silencios, mucho material exclusivo, pero si alguna vez llegamos a tener informaciones escondidas habrá que cambiar o agregar parte del contenido”, dice Tarnopolsky al comentar este aspecto de un proyecto que se instala en un sitio de 5300 cuadrados como la ESMA. Es decir, que puede crecer.


¿Para quién es el museo?

Dice Naftal: “Para muchos. Para millones. Para afuera. Para jóvenes, para ancianos, para niños, para argentinos, para extranjeros. El rabino Daniel Goldman nos contó lo que decía el rabino Marshall Meyer sobre la sinagoga: debe ser el lugar donde el cómodo se sienta incómodo y el incómodo se sienta cómodo. Que el indiferente o no consustanciado con la temática de los derechos humanos, cuando venga se sienta un poco incómodo. Pero que venga. Y que quien está comprometido o es un familiar pueda tener un lugar de reparo”.

La curadora cuenta que entre los museólogos existe un verbo: to shake. Sacudir. “Siempre discutimos sobre cuál es el borde. Claro que al visitante hay que informarle, comunicarle y transmitirle. Pero en algunos momentos, también, sacudirlo”.

Graciela Lois, de Familiares y con un marido secuestrado en la ESMA, dice que el terrorismo de Estado existió, no es una categoría abstracta y menos un invento. “Y dentro del terrorismo de Estado hubo lugares donde la deshumanización fue cruenta. Pero también hubo estrategias de vida y resistencia de los que estuvieron detenidos. Lazos de solidaridad. Nacían niños.”

“Ella no lo quiere recordar porque es modesta, pero convertir toda la ESMA en un sitio de memoria y concretar este proyecto es posible porque Graciela y Laura Bonaparte en 1998 presentaron y ganaron un amparo cuando el gobierno de Carlos Menem quería arrasar todo”, cuenta Tarnopolsky.

¿Piensan reconstruir un campo de concentración? La respuesta es negativa. “En algunos lugares se hace. Villa Grimaldi, en Chile. Pero nosotros, a pesar de los relatos, recibimos el edificio vacío. Vacío y 20 años después. No vamos fabricar una picana. No vamos a ‘construir’ un campo de concentración. La reconstrucción era la tendencia de los museos en el siglo XIX. Hasta le ponían los colores supuestamente originales. Hoy está mal visto. Hay algunas cosas, como las fotos que fue tomando Víctor Basterra cuando estaba secuestrado y fue sacando en la ESMA, y veremos dónde las ponemos. Pero fabricar, nada. Vamos a mostrar el original del acuerdo de la Armada Argentina con el gobierno de Francia para el aprendizaje de procedimientos antiguerrilleros. El Ministerio de Defensa nos dio el organigrama de cómo entraba la

ESMA en el organigrama de la Marina. Lo nuestro es clásico: texto, foto, video, y un objeto real si lo tenemos.”

El que entre en la ESMA podrá hacer varios recorridos con distintas opciones. Podrá hacer el mismo recorrido que hacía cada uno de los miles de secuestrados, la mayoría con final en el lugar desde donde era trasladado a la muerte. Podrá recorrerlo en 15 minutos o en cuatro horas. Llevarse un pantallazo general o informarse más y complejizar la visita. Habrá audioguías y las visitas guiadas serán optativas, no obligatorias como en la actualidad.

“La ESMA es el centro emblemático de América latina y debe tener standards internacionales de exhibición”, opina Naftal. “Hay una necesidad regional de hacer esto en la ESMA.” Di Toffino relata que cuando el secretario de Derechos Humanos Martín Fresneda participa de foros regionales, le preguntan siempre por la ESMA.

“La ESMA es el Auschwitz de la dictadura”, dice Tarnopolsky.

A la entrada se verá una piel de vidrio con fotos de los desaparecidos, que no estarán dentro del museo porque los familiares no llegaron a un consenso.


“Hay familiares que dijeron que no soportarían ver las fotos de los suyos ahí, por el sufrimiento”, cuenta Tarnopolsky, que sí quería fotos allí, igual que Lois: “¿Por qué dije que sí? Porque es el último destino de mi marido. De él y de mis compañeros. Pero yo no quiero que nadie sufra más y acepto el consenso. No puedo exigirle a otro que haga lo que le duele hacer”.

Di Toffino recuerda que en Córdoba el tema fue muy discutido para los sitios en La Perla y en la Dirección de Inteligencia. “Los organismos de Córdoba decidieron que las fotos estuvieran adentro. Tratamos de que sean fotos vivenciales. Y lo que salió fue impresionante. A la foto de mi viejo la llenaron de cosas, de mensajes, de homenajes. Igual somos respetuosos, porque cada uno procesa el dolor de manera diferente.”

Después de entrar habrá una sala con sistema de proyección 360 donde una producción de Canal Encuentro explicará en siete minutos qué pasó entre 1930 a 1976. En la cocina se instalará una sala de juicios con todo sobre la ESMA y pantallas en directo para consultar. Durante el recorrido habrá más de 100 testimonios.

En el tercer piso está el lugar conocido como Capucha y el cuarto de las embarazadas. En una parte habrá un monitor que proyectará imágenes y testimonios. “En Capucha, nada. Vos y tu alma. Y no habrá salida. Tendrás que desandar el camino.”

Cerca del tanque un equipo potenciará el ruido de afuera. El fútbol. Los alumnos de las Escuelas Raggio. Los aviones. Los autos. El tren. “Reforzará que la ESMA estaba inserta en medio de la ciudad y la ciudad continuaba con su vida habitual, pero no será dicho explícitamente”, dice Di Toffino.

Refiere Naftal que “en Capuchita trabajamos sobre los 30 casos de nacimientos en la ESMA y por eso habrá una luz muy potente, sin sombras. La luz que duele. Una luz muy potente. No hay sombra. Se escucha el testimonio de Sara Solarz de Osatinsky, que acompañó la mitad de los partos y los cuenta uno a uno”.

La Pecera mostrará “cómo funcionaba la explotación de mano de obra esclava y la estrategia de sobrevivencia”, explica Naftal.

“Recuperar los centros clandestinos es recuperar la vida de los nuestros, darles la vida otra vez”, dice Tarnopolsky. “No dejarlos en el terreno del enemigo, que es donde los quisieron dejar”, dice Lois como en un susurro.

(Diario Página 12, domingo 9 de febrero de 2014)

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