ARGENTINA / El mensaje que mandaron los policías / Escribe: Marta Platía






Marité Sánchez es abogada de derechos humanos, representante legal de Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba y querellantes en los juicios por delitos de lesa humanidad en los campos de concentración de la provincia durante la dictadura. Su análisis de lo ocurrido en Córdoba a partir del acuartelamiento policial y los saqueos del 3 y 4 de diciembre muestra su mirada “continental” de los levantamientos policiales: “En realidad lo preocupante es que ya han ocurrido en varios países latinoamericanos. Creo que esto es lo que los hace más peligrosos. Estuve en julio en Brasil mientras hubo un levantamiento de la policía; y con anterioridad ya había sucedido en Ecuador. Creo que no hemos analizado en profundidad por qué se dan estos acuartelamientos, y me parece un dato sumamente importante porque en épocas anteriores nosotros veíamos que daban un golpe de Estado aquí, otro allá, hasta que vivimos el golpe del ‘76 que instauró el terrorismo de Estado en nuestro país. Pero previamente ya los había habido en otros países de la zona... Pienso que tendríamos que analizar la relación que existe con la política exterior de los Estados Unidos, y que hay de común y de distinto en estos diversos levantamientos de la policía. Por otro lado, los levantamientos que se produjeron aquí tienen características distintas según la provincia”.


–¿Y qué diferencia al de Córdoba de los demás?
–En el caso concreto de Córdoba habría que distinguir dos cuestiones: una que tiene que ver con los sueldos y los planteos salariales; que era un problema que se venía arrastrando y que el gobernador no resolvió. Se fue de viaje, dejó esta cuestión abierta y evidentemente no dejó ninguna instrucción. Nadie del gobierno salió a hablar cuando el hecho se dio. Solamente habló el gobernador cuando volvió...

–¿Exceso de personalismo?
–De centralismo, diría yo. Y también si se quiere, es un tipo de visión del poder que me parece que jugó fuertemente en el caso concreto de Córdoba. Y, por el otro lado, junto con el acuartelamiento, se produjeron los saqueos. Y esos saqueos tenían también características comunes, eran personas que iban de a dos, en motos; lo que saqueaban eran artículos como bebidas, televisores, ningún artículo de primera necesidad, nada para comer... Como una necesidad que la gente aprovechara en forma espontánea. Esto me hace suponer que no fue espontáneo, sino todo lo contrario, que había una organización detrás de ese acuartelamiento, y que habría que distinguir y hacer una investigación profunda de si era toda la policía que se acuarteló, o fue algún grupo que tenía conexión con los saqueadores, ya que se produjeron a partir de determinada hora y con las mismas características.

–Y en casi un millar de sitios de la ciudad casi simultáneamente...
–Exacto. Eso mostró con toda claridad que había una planificación, y que la planificación de alguna forma pretendía mostrar que sin la policía nuestra provincia, nuestra ciudad, se convertía en un caos.

–Algo así como, los privamos de nuestra presencia y miren lo que pasa.
–El mensaje es “sin nosotros la inseguridad es absoluta”. Pero yo creo que a partir de esos hechos hay que pensar la cuestión al revés. Lo primero es que generalmente ante el miedo que se instala por inseguridad en la sociedad, la respuesta inmediata que generalmente ha dado el gobierno de Córdoba es que se necesitan más policías. Que se necesitan helicópteros que estén dando vuelta por la ciudad con todo el gasto que eso implica.


–La presencia de ese helicóptero se ha convertido casi un chiste cordobés: sobrevuela los barrios de noche con un reflector y nadie entiende qué pueden detectar desde allí arriba.
–Absolutamente, porque mantener un helicóptero dando vueltas es un gasto grande y tampoco implica ningún nivel de seguridad. Aun en ese concepto acotado de seguridad, que no es el mío. Pero lo cierto es que no da ninguna respuesta. Ni tampoco más policía. Una gran cantidad de policía que se vuelve incontrolable. No nos podemos olvidar que tienen las armas, y por lo tanto la inseguridad y el peligro pueden ser aún mayores.

–Conforman todo un ejército armado.
–Uno que, en cualquier momento y de hecho ya lo demostró, se puede volver en contra. Un bumerang. Y todo esto en una provincia en la que ya se dio un golpe de Estado policial, como fue el Navarrazo de 1974. Tenemos ya un antecedente histórico y de lo que esto significó como primer paso hacia mayores niveles de represión. Desde el ‘74 al ‘76, que ocurrió el golpe, los que vivíamos en Córdoba sabemos lo que esto significó. Entonces esta cuestión de una policía que no se supedita al poder político y que por otro lado el gobernador no controla evidentemente desde ningún aspecto, es peligrosa. El gobernador ni siquiera ha atendido algunas demandas laborales que, de haber sido contempladas en su momento, podrían haber dado una salida razonable. Entregó todo lo que pedían los acuartelados y en su primer discurso pretendió poner la responsabilidad en el gobierno nacional, cuando todos sabemos que esto se trató de una cuestión de irresponsabilidad del propio mandatario.

–¿Cómo cree que podría solucionarse este tema?
–Pienso que el tema de la policía debe ser evaluado en cada una de las provincias de acuerdo con sus características locales. La meta es una policía que se pueda tener, controlar y que se supedite al poder político.


–¿Sí o sí se va a una sindicalización?
–Creo que aquí en Córdoba sí se ha avanzado bastante en ese sentido. No sé en otros lugares. Tampoco sé si se va a dar. Creo que en este momento sería peligroso tratándose de un servicio público que debe estar supeditado al poder político y está armado.

–En algunos países se aplicó su descentralización.
–No soy especialista en el tema, pero sí creo que ante todo debe hacerse un estudio y una investigación profunda sobre lo que ha ocurrido. De todo lo ocurrido. Y de cómo se relaciona el acuartelamiento con hechos anteriores que llevaron a la renuncia del jefe de la policía.

–¿Se refiere al llamado narcoescándalo?
–Sí, y estoy convencida de que hay que revisar todo eso para que no se trate sólo de una salida de circunstancia y que se tomen las verdaderas riendas de la cuestión.

–¿Y cuál es su opinión sobre el quiebre que se ha producido en el tejido social?
–Creo que en gran parte de la ciudadanía hizo crecer un sentimiento de impotencia, de una gran incomprensión. Esto asusta porque nos hace ver una sociedad disgregada, poco solidaria; y también se transforma en un espejo. Nos muestra a nosotros mismos: con instituciones que no pueden dar respuesta inmediata a esas situaciones. Nuestra sociedad no respondió. Y esto es grave. Y cuando digo sociedad, hablo de todos los sectores. Resolver esto es ahora prioritario para seguir.

(Diario Página 12, domingo 22 de diciembre de 2013)

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