MENDOZA / No le creas a la televisión / Escribe: Roberto Follari






No le creas a la imagen. “Ver para creer”, le dijeron a Jesucristo, y él reprobó que las creencias se sustentaran en imágenes.

Contra todo lo que suele pensarse, la ciencia contemporánea se ha hecho contra las imágenes. La materia a nivel microscópico está en movimiento, pero parece quieta; la Tierra gira en derredor del Sol, pero a la vista parece que fuera al revés; el Universo no es infinito, pero alguien podría creerlo mirando la bóveda azul cada noche. La vista asume tres dimensiones, pero en la geometría actual hay cuatro, cinco y muchas más.


Según la apariencia mucha gente pobre no quiere trabajar, pero la ciencia muestra que el no tener trabajo es lo que desalienta el buscarlo. En fin: no es mirando aves como se inventó el avión, ni mirando caer objetos que se entendió por qué se da la caída de los cuerpos (ley de la gravedad). No es mirando que se entiende el mundo. En lo que se ve, no está la explicación de lo que se ve. Los conceptos no son fruto de la mirada.

Toda la epistemología francesa que atravesó el siglo XX (Bachelard, Foucault, Althusser) ha caminado en esta dirección. Se nos demostró que saber pensar es pensar contra la ingenuidad de la mirada. Pensar es desconfiar de los sentidos, y especialmente de ese cúmulo de equívocos que constituyen el “sentido común”. Para hacer ciencia, se ha requerido más del cerebro que de la mirada. Einstein decía que su laboratorio de experimentación... ¡era su lapicera! Es decir, él hacía ecuaciones y asociaciones de datos, no se dedicaba a observar ni a experimentar nada. Decía que “inventaba”, no “descubría” (como se advertirá, des-cubrir es una función de la mirada).


La mirada no explica nada. No hace concepto ni comprensión. Es tiránica: nos dice “las cosas son así”, y quiere que le obedezcamos. Pero las cosas no son como una cámara las muestra: podrían verse las mismas cosas pero desde muchos otros enfoques o ángulos, y podrían verse muchas otras cosas que no se muestran. Aquello de “Usted lo está viendo” es mentiroso. Por cada secuestro que vemos por TV, hay millones de personas que viven normalmente, y que no vemos ni veremos nunca. Hay toda una realidad que nadie muestra. Lo que se expone por TV es elegido por alguien, seleccionado entre casi infinitas opciones que jamás veremos. Lo que observamos oculta la multiplicidad mucho mayor de lo que no vemos. Y eso observado, para colmo, se nos impone como si fuera la evidencia misma: “Usted lo está viendo, así son las cosas”, se nos dice engañosamente una vez más.
 
La teoría psicológica freudiana muestra que los seres humanos necesitamos vacunarnos contra la precariedad de la existencia: existen el dolor, la angustia, el envejecimiento, la enfermedad, la muerte. Como negación de todo ello, está la noción de “completitud”; creer que estamos en la verdad plena, en el conocimiento perfecto, que estamos “sin fisuras”. Suponer que conocemos bien, y que lo hacemos sin duda alguna. Para ello, la TV viene muy bien; en vez de pensar, nos lleva a observar pasivamente. En vez de argumentos, nos da imágenes; en vez de pensamientos con sus dudas consiguientes, tenemos la apariencia de que todo es claro y definido. “Yo mismo lo vi”, puede uno decir tras haber sufrido el bombardeo televisivo.


Por ello, recuperar la palabra frente a la imagen es imprescindible. Recuperar el pensamiento frente a la tiranía de la mirada es muy necesario, ante la mediocridad de los comentarios de quienes nada aportan desde el mundillo de la TV, pues confían todo al colorido de la visualidad.

Una sociedad madura es aquella que no quede adocenada por lo que le digan desde un aparato donde, en vez de reinar la argumentación, se imponen el ruido sin sentido y las palabras simplonas y vacías. Ojalá nuestra sociedad sea capaz de mantenerse vigilante frente a la tiranía de la imagen cotidiana, que parece haber venido para imponerse en las últimas décadas a nivel planetario y que golpea al ciudadano medio, quien a veces cree que puede decidir en ese espacio vacuo sus opciones políticas o éticas.
      
   

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