...El dolor mata, amigo, la vida es dura / y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa / Si quiere ver la vida color de rosa / Eche veinte centavos en la ranura...
Un 29 de marzo de 1905 en la casa con dos patios y un níspero de la calle Saavedra, frente al muro de un asilo, nacía Raúl González Tuñón.
En el barrio del Once aquella casa ya no existe, tampoco el muro ni el asilo.
Hoy sólo puede verse, como una mancha de humedad, una placa ennegrecida por la polución, casi perdida, sobre una pared que ni se sabe a qué predio pertenece, y recuerda aquel día, el del nacimiento del gran poeta, contemplador del mundo.
Vi la luz en el barrio del once, en el surero
Cerca de allí nació también Julio de Caro
y escribió de la Púa sus memorables versos.
Entonces aún la luna bajaba hasta los patios
¿Era todo mejor? No lo sé. Era distinto (1)
Tal vez tanto olvido no sea casual, tratándose de alguien cuya voz se dejó escuchar muy lejos de los círculos oficiales.
Por convicción y elección propia su conducta fue la del contra y por eso, sólo consiguió un espacio en la marginalidad, ésa de la que tanto habló en sus poemas.
Hijo de inmigrantes españoles de origen obrero, el sexto de siete hermanos heredó el compromiso social de su abuelo materno, Manuel Tuñón, un minero asturiano y socialista que fue el primero en llevarlo a una manifestación.
Su otro abuelo, Estanislao González fue un imaginero borracho y aventurero, que jamás salió de España.
Se quedó pintando el manto de la virgen que sus vecinos llevaban en las procesiones, recorriendo bares y persiguiendo muchachas.
De él, escucharía increíbles anécdotas a lo largo de su infancia y obtendría el perfil lírico y el espíritu andariego.
En el comienzo de su adolescencia comenzó a patear la ciudad. El cine Select y a su lado, el bar y billar El buen Orden, lo vieron descubrir la poesía de Darío, Carriego y Baudelaire.
Comenzó a escribir en mesas de lecherías y bancos de la Plaza Garay.
Épocas de verse todas las zarzuelas habidas y por haber del Teatro San Martín, tiempos en los que conoció a Carlos de la Púa (el poeta de mayor cultura alcohólica de las barras trasnochadas de la Avenida Corrientes) y días en los que decidió abandonar el Colegio Nacional para condenarse a autodidacta y poeta.
A los 17 años, Raúl recibió 15 pesos por su poema A Frank Brown (el payaso), publicado en la revista Caras y Caretas.
Por entonces, ya era un gran conocedor de los bajos fondos porteños, tema esencial de su primer libro El violín del diablo , (1926) donde retrató como nadie ese Buenos Aires de fondas, cafetines y cabarutes de marineros, prostitutas, ladrones y canallas.
Libro de 49 poemas que relataban sus andanzas juveniles en el puerto, los suburbios y conventillos, y está dedicado a sus hermanos Enrique y Oscar, (-los más indulgentes espectadores de mis versos):
...El dolor mata, amigo, la vida es dura
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa
Si quiere ver la vida color de rosa
Eche veinte centavos en la ranura... (2)
Este libro, y las influencias de Enrique, su hermano, le permitieron ingresar en el diario Crítica .
Su director, Natalio Botana, quien se jactaba de tener en su redacción a los jóvenes poetas de la nueva generación, convocó a Raúl a sus filas. (....para mí, un buen poema, es la mejor carta de presentación de un periodista...).
El diario Crítica fue una gran escuela de periodismo.
Por allí pasaron Nalé Roxlo, Borges, Arlt, Petit de Murat y Nicolás Olivari, entre tantos otros.
Tenía Raúl por entonces veinte años y todo el mundo ante sus ojos viajeros y, coqueteando entre los grupos antagónicos de Florida y Boedo, abrazó las primeras vanguardias, participando de la mítica Revista Martín Fierro , junto a Borges, Girondo y Discépolo, entre otros. González Tuñón, hoy suele figurar en las antologías de ambos grupos, por abrazar las premisas del primero, pero sin desoír los dardos afilados que el grupo de Boedo, de la mano de Roberto Arlt, Leónidas Barletta y Alvaro Yunque, lanzaban desde su prosa.
Los hermanos Tuñón fueron un puente entre ambos grupos.
Y finalizados los años veinte, cuando la polarización política se hizo evidente, debieron definir su posición.
El joven poeta de las tabernas, se convertiría en el primer poeta político-social de la Argentina.
Viajero inagotable, los puertos y los caminos fueron su obsesión.
Natalio Botana, enseguida comprendió que -este Raúl, el hermano de Enrique, es un pájaro y hay que tratar de tenerlo siempre afuera.
Esta atinada percepción hará que se convierta en corresponsal del diario y allí comenzarán los viajes donde recogerá diferentes vivencias, transformándolas en poesía.
La huelga obrera de la Patagonia, en 1921, tiene uno de sus primeros portavoces en Tuñón.
...la multitud de todos los países que se
[dirigen al sur de la tierra
en busca del pan y de la muerte,
la multitud de todos los países que se
[dirigen al sur de la tierra
en busca de la nostalgia y el olvido,
se detiene ahí donde oasis del viento patagónico
[la tierra estéril
lanza sus perros amarillos. (3)
Producto de estas experiencias como periodista viajando por el interior del país, fue Miércoles de Ceniza , (1928).
Aquí, el poeta hizo un reconocimiento geográfico de su propia historia y de la historia de Argentina, en una suerte de revisionismo trasgresor y a contramano del oficialismo.
Con este libro, Raúl ganó el premio Municipal. Con los 500 pesos del premio, sacó un pasaje en el buque español Puerto de Palos, para finalmente anclar en París.
El dinero se acabó pronto, pero nació en consecuencia La Calle del agujero en la media (1930), el gran salto desde los bares de Buenos Aires, hasta una mesa en Montparnasse.
Un libro enamorado de París, sus mujeres, sus esquinas, su bohemia y el surrealismo.
...Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Sólo yo voy por ella con mi dolor desnudo,
sólo con el recuerdo de una mujer querida
Está en un puerto. ¿Un Puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir: Yo he conocido, es decir: Algo ha muerto. (4)
Luego de pasar por Barcelona regresó a la Argentina autoritaria de la década infame. Botana participó de esta insurrección militar, incubándola desde su diario.
Luego esto jugará en su contra y terminará preso, con su diario clausurado y un breve exilio del que regresó en 1932.
Con Crítica reabierto, estalló la guerra en el Chaco Paraguayo entre Paraguay y Bolivia y fue Raúl el enviado al frente para relatar las patéticas imágenes de la tragedia.
Allí vió el horror de los cadáveres de soldaditos que morían abrazados, el olor a tierra arañada por la desesperación, a árboles quemados, a restos de trajes, de zapatos. Fue el cronista del dolor inmediato.
...Tenemos un hambre de perro.
Nos enloquece la fiebre roja.
del otro lado, en la trinchera
enemiga, también están
la sed, el hambre, el sueño. Espera
tu sucio pedazo de pan... (5)
En Buenos Aires, cerca del puerto, en esas tabernas a las que el poeta adolescente les había cantado; obreros, estudiantes y empleados sin trabajo habían levantado Villa Desocupación.
Una vez más, González Tuñón fue el designado para contar lo que allí pasaba.
Mezclado entre la gente, escribió el gran reportaje de esas vidas, al que llamó La ciudad del hambre .
Luego, cuando allí se estaba organizando una marcha de protesta, Raúl estuvo con ellos, mientras la policía arremetía a tiros y sablazos contra la gente que corría entre sus casas de cartón y arpillera.
Como reacción inmediata, Tuñón fundó la revista Contra y allí publicó su poema Las brigadas de choque, una especie de arte poética y discurso ideológico que definía su postura contra la burguesía y los plumíferos guardianes del orden constituido.
Poema, que como es usual para quienes se salen del dogma, le ocasionó cárcel y un procesamiento que tendría veredicto recién en 1965: dos años de prisión condicional.
En 1933, Tuñón decidió exiliarse en España. Durante los años siguientes sucederán hechos fundamentales.
(sigue en la edición de mañana)