MENDOZA / A propósito de viejos conocidos y Diego Lavado / Escribe: Carlos Varela Alvarez






Recuperada la democracia, recuerdo que en el mundo de los tribunales escuchaba o leía que un abogado y su esposa, Alfredo Guevara y Angélica Escayola, reclamaban esa justicia que tanto tardó en llegar por este desierto lleno de impunidad. No eran muchas las voces en ese sentido.

Cuando obtuve mi título profesional fui con otro abogado a ver Alfredo para sumarnos a esas batallas solitarias contra lo que había sido esa formidable alianza militar-judicial especialmente en el fuero federal.


Ese otro joven abogado era Diego Lavado, que venía de San Rafael y tenía dos referencias importantes, su tío Quino y el entonces Fiscal de Cámara Roberto Lavado. Diego ha hecho su propio camino en la defensa de lo que cree sinceramente. Ha llevado al máximo de su esfuerzo intelectual ese equilibrio entre dignidad y capacidad profesional. Tiene historia propia.

Pocos profesionales que he conocido tienen sus conocimientos en la materia penal y en derechos humanos y se ha capacitado enormemente para sus desafíos profesionales. Creo que tanto Quino como Roberto Lavado recíprocamente estarán orgullosos de quien ha llevado tan bien el desarrollo y la promoción de los derechos humanos.

Mendoza se ha destacado precisamente porque un pequeño y obstinado grupo de abogados ha hecho una critica sistemática a todos los gobiernos por las violaciones de derechos humanos como la lucha contra la impunidad frente a los crímenes y complicidades en la dictadura. El ejemplo o esa lucha ha cundido y ahora más jóvenes profesionales y otras personas asumen la tarea de tanta siembra.


Por tanto no es innoble criticar la labor de quienes asumen la defensa de los derechos humanos, porque esa tarea siempre es objeto de muchas miradas y la critica no sólo debe ser bienvenida sino también soportada.

Ahora bien, el ataque anónimo, el insulto artero, el desprestigio venal o el método como ahora vemos del afiche como escrache no puede ser tolerado y debe tener respuestas de todos los sectores, porque cuando una sociedad cae en ese nivel el riesgo de seguir bajando es mayor.


No es el odio el que acercará a los seres humanos ni mucho menos el puñal sin nombre. Diego Lavado representa los valores de muchos de nosotros, de muchas personas que jamás tuvieron acceso a la justicia, de los olvidados, de los acusados que quieren un juicio justo, de los que quieren ser reparados, de los que necesitan la voz en el ámbito preciso, por eso el ataque a su persona lo trasciende, él representa no sólo sus acciones sino el sentir de muchos.

Toda diferencia que quiera ser expresada en nombre de un derecho merece ser escuchada menos la que viene con dedicatoria de remitente viejamente conocido: el fascista de siempre.

(Fuente: MDZol, martes 23 de octubre de 2012)

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