A comienzos de 1983, la Argentina atraviesa una aguda crisis económica y social.
Más de siete años de dictadura dejan un país empobrecido, endeudado y dependiente de los organismos de crédito internacional, con su aparato productivo destruido y la mayor parte del capital concentrado en unas pocas manos.
El saldo final es un Estado débil y altamente endeudado, una industria desmantelada y una sociedad cada vez más empobrecida, hastiada y polarizada.