MENDOZA / Disparen contra “el negro” / Escribe: Roberto Follari



La clase media está en el medio; por ello es fluctuante, se alía a veces con los de arriba y otras con los de abajo.

Ello, en lo político directo: estuvieron con Onganía en el 66, contra Lanusse en 1972, con la primavera democrática del 73. Después apoyaron el golpe del 76, y se cansaron de la dictadura auspiciando la salida democrática del 83.

En lo ideológico, su fluctuación es menos drástica. Tienden mayoritariamente a identificarse con los de arriba, a pretender ser parte de ellos. Y, como lo planteó el sociólogo Bourdieu, respecto de los de abajo buscan distinguirse.

Diferenciarse. Su obsesión es no ser confundidos con esos de abajo.

Por supuesto que hay subgrupos dentro de las clases medias. Y que no todos representan por igual esta escena general que describimos. Un caso evidente son los pequeños conglomerados clasemedieros de las izquierdas radicalizadas; no son los únicos. Pero vayan las excepciones para ratificar la regla mayoritaria.

Clases medias. Medias tontas, ironizaba el dramaturgo Gené en alguna vieja obra.


Descriptas magistralmente por la pluma de Roberto Arlt en los años cuarenta, cuando en un cuento llamado “Pequeños propietarios” mostraba la pelea interminable entre vecinos por ver quiénes tenían mejor vivienda, compitiendo permanentemente por parecer cada uno superior económicamente al otro.

El filósofo Spinoza decía en su célebre “Ética según el orden geométrico”, que la alegría de mi enemigo es mi tristeza. Y que el fracaso de mi enemigo es mi alegría.

Es una forma un poco mezquina de vivir: si al otro al que detesto le va bien, voy a amargarme aunque me vaya bien a mí. Vivo espiando cómo le va a él, su alegría abre carne viva en mi resentimiento.

Algo de esto ocurre a las clases medias argentinas con los de abajo. El odio al “negro”, como se lo llama despectivamente, alcanza hoy dimensiones de problema político. Es parte central de lo que se rumorea en la cola del banco, o en la del supermercado: es insoportable lo que el actual gobierno otorga a “los negros”. Es insoportable la Asignación por Hijo.

Dádiva, demagogia, manejo de los vagos para que apoyen al gobierno, dineros a cambio de votos. Clientelismo. Todo eso es lo que las clases medias suelen ver hoy en un plan social como la Asignación por Hijo, que el es más grande de toda América Latina, que es el esfuerzo más importante en el subcontinente por sacar a los de abajo de la indigencia brutal en que la dejaron los planes neoliberales.

No les da vergüenza a muchos personeros y personeras de clase media, de a la vez protestar por la inseguridad y denostar la Asignación. Es obvio que si se abandona a los carenciados a la indigencia, aumentarán las salidas desesperadas por vía del robo o el atraco; muchos pobres no apelan a eso pero algunos lo harán, y cualquiera quizá lo haría si no puede llevar siquiera un pedazo de pan a sus hijos.


Por el contrario de avergonzarse, la clase media tiene su goce depositado en hablar mal del “negro”, en vengarse del pobre. Sus resentimientos por lo no logrado en la vida, en vez de traducirse en odio al dominador, se traduce en odio al más dominado. En vez de rechazar la bota opresora hacia arriba, se la aplica hacia abajo. Se envidia al de arriba, se desprecia al pobre.

Vagos, inútiles, ladrones, toda la gama del desprecio se ciñe sobre el pobrerío nacional. “Yo mi plata la hice trabajando”, se jactan en la clase media; no entendiendo que si en vez de haber nacido en un barrio de propietarios pequeños hubieran nacido en Villa Fiorito o Ciudad Oculta, muy diferente hubiera sido su destino.

Y, como decía Spinoza, disfrutan con el mal para “su enemigo”, para quien visibilizan como lo que los afecta. De modo que sufren la Asignación por Hijo, esa mínima alegría para los de abajo amarga su ánimo, aun cuando la Asignación no les quite nada a ellos, y aun cuando ellos pasen por un momento histórico de consumo muy alto (como bien se nota en la cantidad de nuevos autos, y los inéditos problemas de tránsito en la ciudad que esto conlleva).

Triste condición de jamón del sandwich, en los sectores medios hay esta capacidad de rechazo al de abajo que es hoy la base política de cierta ceguera opositora, del insulto como arma política contra la presidenta.

Por suerte, tengo amigos clasemedieros que han sabido salirse del estereotipo. También de allí surgieron Cortázar o Fontanarrosa. También junto a las miserias están los logros y los esfuerzos. Son los de aquellos que se salieron del rol de denostar al “negro”, los que no son más felices cuanto más infelices puedan estar los de abajo, son los que creen que la felicidad colectiva exige de la grandeza de no vivir en la permanente comparación con el otro.

Image Hosted by ImageShack.us