Un mediocre es “Un Nada” con poder.
El mediocre ocupa un poder creado por otros, por otra persona, otro grupo o una estructura social, en la cual se encuentra inserto.
La mediocridad no tiene edad, ni género, ni clase social de origen, ni profesión o nacionalidad específica.
Lo que distingue a un mediocre es que se encuentra en una situación para la cual está definitivamente mal dotado, incapacitado para ejercer ese poder y carente de cualquier tipo de valor que justifique el lugar que ocupa.
El mediocre es incapaz de crear, no tiene otro accionar que el de seguir haciendo más de lo mismo.
Es incapaz de desobedecer al poder que lo instauró, el que lo mantiene o puede sostenerlo.
Cuando se ve amenazado sólo atina a buscar a otro grupo que lo siga sosteniendo, el mediocre es desleal por naturaleza y traidor por conveniencia.
Un mediocre es incapaz de reconocer méritos a otros, pues sabe que su posición es siempre frágil, motivo por el cual trata de no irritar a nadie, en consecuencia, el mediocre es la personalidad ideal para mantener el status quo, generalmente con una formación cultural totalmente convencional e insuficiente, elude en todo lo posible dar opiniones, enfrentar a otros y esquiva toda posibilidad de dar apoyo explícito a cualquier idea o actividad, por el temor a no poder sostenerlo por falta de saberes o valores, y cuando se ve obligado a responder, contesta con trivialidades o frases hechas.
Un ejemplo paradigmático de mediocridad es el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que ante la pregunta de un periodista sobre la firmeza de sus decisiones, contestó, que había tomado una decisión de la cual estaba completamente seguro, y que sobre eso no cambiaría de opinión:
Se refería a que ¡se había afeitado el bigote!.
El radicalismo es famoso por encumbrar mediocres, sólo nos falta recordar a uno que llegó a Presidente de la Nación, y tuvo que huir en helicóptero, para no ser linchado por el pueblo exhausto por su ineptitud.
El peronismo aportó su propio mediocre, elq ue era Gobernador de la Provincia de Buenos Aires que lo reemplazó y logró en una semana triplicar la deuda externa argentina.
Pero no es solamente en las altas cumbres gubernamentales de nuestro país donde reinan los mediocres.
Por ejemplo, el pequeño ex presidente de Francia, era un mediocre peligroso: la CIA le ordenó que atacara a Libia y eso terminó con el infame asesinato de un gran líder del Tercer Mundo.
Así que la mediocridad no es garantía de inocuidad.
Es muy posible ser mediocre y malvado, lo que no es posible es ser mediocre y creador.
El último artífice de la decadencia del Imperio Norteamericano, hijo de un gran jefe de la CIA, también es ejemplo de la mediocridad, y al mismo tiempo, un ejemplo de que los presidentes norteamericanos tienen, en la mayor parte de los casos, muy poco poder, son las elites dominantes las que gobiernan, o sea, las gerencias del complejo militar-industrial-financiero-mediático, las que definen las políticas y establecen las agendas.
Elites que, a su vez, son de una mediocridad a escala de superpotencia.
Pues una característica de los mediocres con poder es que sólo pueden percibir lo inmediato, todo lo que se aleja un poco de su visión cercana, es descartado.
Así mientras imponían un enorme esfuerzo a todo el pueblo norteamericano para robarle el petróleo a países más débiles (Irak, Kuwait, Libia, etc.) no percibieron que ponían a su país en una crisis gravísima al deslocalizar su producción, buscando quedarse con las ganancias de los trabajadores de otros países, que cobraban mucho menos que los trabajadores norteamericanos, así estos dejaban de crear riqueza en su país, pero tampoco disponían de dinero para gastar, lo cual colocó a la que fuera la economía más potente del mundo, en una pendiente casi imposible de revertir, donde se enriquecen los mediocres gerentes de la financieras que especulan con el dinero de sus jubilados, matando así a la esencia del capitalismo, que creció porque se hacía rico el que arriesgaba su propio dinero en empresas generadoras de riqueza.
Eso ya no sucede, el poder mundial se encuentra en manos de los mediocres que han medrado siempre en la Historia: los usureros.
MEDIOCRIDAD Y MEDIOCRACIA
La mediocridad instala sus valores triviales mediante la continua repetición de los mismos, básicamente a través de los medios de difusión.
En una época esta expansión de la mediocridad estaba a cargo del chismorroteo de las vecinas, pero quedaba acotada porque otras estructuras imponían valores reales, tales como la cultura del trabajo, la voluntad de saber, la exaltación de la dignidad humana y el permanente recuerdo de los que aportaron en la construcción de nuestra patria y nuestra cultura.
Hoy la mediocridad ha ingresado en una etapa hegemónica, gracias a la profusa reiteración de hechos triviales a través de los medios masivos.
Esta mediocridad televisiva tiene sus campeones: Marcelo Tinelli se ha convertido en un fenómeno exitoso al hacer de la mediocridad un gran espectáculo.
Otras divas y presentadores televisivos también ocupan la gran audiencia con su difusión de estupideces.
Así hoy los jóvenes carecen de una visión de un futuro más promisorio que la medianía actual.
El objetivo de la Mediocracia es liquidar cualquier meditación sobre el futuro, y también sobre las consecuencias que los actos u omisiones del presente tienen sobre el futuro.
Así aparece una preocupación, muy sesgada y parcial, sobre el futuro centrada en el discurso oficial sobre el Medio Ambiente, visión llena de trampas instaladas mundialmente por las grandes corporaciones.
Tomemos como ejemplo la alarma mundial causada por los daños que los fluocarburos producían sobre la capa de ozono. Una intensa campaña ¡que terminó abruptamente cuando la empresa Dupont, pudo imponer un nuevo sistema de refrigeración sin flocarburos!, pues esas licencias ya eran de domino público.
También las mentiras sobre el medio ambiente tienen sus falsos paladines, tales como la corporación británica Green Peace, que no se ocupan de temas centrales de contaminación en nuestro país, tales como el uso de glifosato y otros plaguicidas que requieren el uso de semillas que no son afectadas por estos, y que son patentadas por Monsanto, sino que defienden a las ballenas, una especie que ya no tiene ningún peligro de extinción, y no se ocupan de la superpoblación de pingüinos que depredan la riqueza ictícola de nuestros mares, y que eran controlados por predadores que sí se persiguieron.
LA MEDIOCRIDAD CERCENA EL FUTURO
A todo lo que aspiran los mediocres es a “lo que hay”, o sea a lo que ofrece un sistema que hace agua por todos lados.
En ese sentido el fomento de la mediocridad no es inocente, sino que tiene como finalidad preservar el status quo, para lo cual la mediocracia exalta figuras públicas mediocres, cuyo único mérito es proponer que nada va a cambiar.
Tal es el extraño caso del actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires, persona que carece de todo valor personal, intelectual o creativo, al que es imposible encontrarle una sola frase original, pues ha cultivado el silencio como técnica para facilitar la proyección de los otros sobre su figura, ligeramente simpática, pero totalmente anodina.
Así la mediocridad tiene su expresión organizativa dentro de la sociedad, que es la burocracia, lugar en el cual los mediocres sobreviven pues sólo tienen que seguir haciendo más de lo mismo.
Lo contrario sería una sociedad meritocrática, que reconoce valores y los premia, y por su propia estructura, impide que cobren relevancia los mediocres.
Afortunadamente, hoy la Argentina tiene una presidenta de fuerte personalidad, habilidad y coraje, la imagen contraria a la de la mediocridad, y por eso atacada constantemente por los grupos de la mediocridad tradicional argentina.
Esperemos que a partir de estas características ejemplares en el más alto nivel, se instale un sistema de poder basado en los méritos reales de las personas a las que se permita ejercer responsabilidades trascendentes.
Ese camino nos permitirá volver a ser plenamente lo que fuimos, una Argentina Potencia.
(Fuente: N&P, 3 de agosto de 2012)