ARGENTINA / CGT: quién gana y quién pierde con el cisma / Escribe: Alberto Dearriba






Los dirigentes sindicales moyanistas y los antimoyanistas proseguirán esta semana con la formalización de la fractura de la Confederación General del Trabajo: el sector que impulsa al metalúrgico Antonio Caló reunirá hoy al secretariado general de la entidad en la sede de la UOM para iniciar el proceso de convocatoria a elecciones, en tanto Hugo Moyano será reelecto pasado mañana para el mismo cargo durante el congreso convocado en el miniestadio de Ferrocarril Oeste.


El dirigente camionero decidió marchar hacia delante con el congreso del jueves pese a que el Ministerio de Trabajo aceptó la impugnación presentada por el sector antimoyanista, en virtud de que a juicio de esa fracción, la decisión fue adoptada sin el quórum correspondiente.
El moyanismo observará por su parte si la reunión del secretariado general que se realizará hoy en la UOM con el objetivo de convocar a otro congreso confederal que llame a elecciones, cuenta con el quórum requerido.
En suma, en poco tiempo más la Argentina tendrá cuatro o cinco centrales de trabajadores: la moyanista, la antimoyanista, la CTA cercana al gobierno que conduce Hugo Yasky, la opositora que conduce Pablo Micheli, y la Azul y Blanca que lidera el gastronómico Luis Barrionuevo, quien puede quedar solo, o con Caló.

El mapa que surja tras la formalización de la ruptura exhibirá una considerable pérdida de poder de Moyano, pese a que retendrá el emblemático edificio de la calle Azopardo y la capacidad de fuego que le brinda la posibilidad de detener el transporte de todo lo que se mueve en camiones en el país.
La central que seguramente conducirá el metalúrgico Caló cuenta con poderosos gremios industriales como la propia UOM, los mecánicos de SMATA, los obreros de la construcción de la UOCRA y los textiles de Jorge Lobais.

Los moyanistas cuentan con menos afiliados que el sector opositor, pero poseen una conformación más homogénea y un liderazgo indiscutido. El antimoyanismo se conformó en cambio sobre la base de rechazar la reelección del camionero, pero posee en su interior a ex moyanistas, independientes y gordos. Los primeros fueron gestores del modelo kirchnerista hasta que se produjeron las desavenencias entre Moyano y la presidenta Cristina Fernández, en tanto muchos de los que ahora se alinearán con Caló se mantuvieron en la vereda opuesta al gobierno y fueron incluso sostenedores del modelo neoliberal de los '90.

Un poco de historia. No es la primera vez que la CGT se parte: tras el golpe del '55 los sindicatos adoptaron posiciones combativas o dialoguistas frente a los gobiernos militares de turno y aun con los civiles de Arturo Frondizi y Arturo Humberto Illia.

Entre las fracturas más recordadas, se cuenta la disidencia de la CGT de los Argentinos que –entre 1968 y 1972– reunió a dirigentes combativos como Raymundo Ongaro, Agustín Tosco y Elpidio Torres, en oposición a la CGT oficial de Augusto Timoteo Vandor, que tenía una posición dialoguista con la dictadura de Juan Carlos Onganía y propiciaba un peronismo sin Perón.
En 1980 se produjo otro cisma fogoneado centralmente por la posición a la sangrienta dictadura que tomó el poder en 1976: la CGT-Azopardo con Jorge Triaca y Armando Cavalieri a la cabeza, mantenían connivencia con los militares, en tanto la CGT-Brasil conducida por el cervecero Saúl Ubaldini, planteó una confrontación que se tradujo en un paro general el 22 de julio de 1981, una movilización a Liniers el 7 de noviembre y una jornada de lucha cruelmente reprimida en todo el centro porteño el 30 de marzo del mismo año.
En 1989 –bajo el menemismo– Ubaldini conducía la CGT Azopardo y Gerónimo Andreoni la CGT-San Martín, con distintas posiciones frente al gobierno y en el 2000, la central obrera se quebró frente a la aplicación del plan neoliberal tolerado por la CGT oficial conducida por Rodolfo Daer y combatido por el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) liderado por Moyano .
Esta división se mantuvo hasta el 2000, cuando la CGT se unificó bajo un triunvirato conformado por José Luis Lingieri, Susana Rueda y Moyano. Cuando Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada en 2003, selló una alianza estratégica con Moyano que le permitió al camionero sostenerse hasta hoy al frente de la CGT. Pero la reciente ruptura con Cristina Fernández provocó la emergencia de sus adversarios internos que se unieron para destronarlo.
El nuevo escenario. En el oficialismo, las opiniones están divididas: unos piensan que la pérdida de poder de Moyano es una buena noticia para el gobierno, en tanto otros temen que la fragmentación estimule una competencia para ver quién pide más.

Durante los nueve años que Moyano acompañó al kirchnerismo, siempre fue una referencia para contener las demandas en las paritarias.
Los funcionarios del Ministerio de Trabajo se preguntan ahora si el nuevo mapa generará un interlocutor válido que unifique las demandas o cada acuerdo deberá negociarse con distintas personerías.

En lo que los kirchneristas están de acuerdo, es que el peor escenario hubiese sido un Moyano fortalecido al frente de una CGT única, ya que para ellos está claro que el camionero intenta convertirse en una plataforma para la oposición interna en el peronismo. Después de todo, el que parece derrotado por la fractura es hoy el principal adversario de Cristina Fernández. Como contrapartida, desde el moyanismo creen que peor hubiese sido quedarse sin nada.

Si bien la fragmentación sindical no es una novedad, sí lo es el hecho de que se produce en un momento en el que los trabajadores gozan de un mejor nivel de empleo y relativa bonanza económica, producto de las paritarias desempolvadas por el kirchnerismo y de una mejor distribución del ingreso.
Para la mayoría de los observadores, la fractura se produce exclusivamente por el enfrentamiento político entre Cristina Fernández y Hugo Moyano: ella cree que la quieren desestabilizar y él que lo quieren meter preso. Son dos posiciones extremas de las que no hay retorno. Pero también puede leerse que el sindicalismo ya no aparece como la columna vertebral del movimiento peronista, sino que existen otros actores –como los movimientos sociales– que tienen un peso importante en el peronismo. En los '70, los sindicalistas reclamaban un tercio en las listas de legisladores. Moyano sólo tiene ahora tres diputados. El menor peso social se tradujo en un menor peso político.


Tampoco faltan quienes opinan que existen además razones estructurales de estricto corte de representatividad gremial, que pueden hacerse patentes en el nuevo escenario y potenciarse frente a los embates de la crisis internacional.
(Diario Tiempo Argentino, martes 10 de julio de 2012)

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