El camino de la tarea social siempre es pedregoso, de trabajo arduo, de fuerza transformadora. Exige de nuestra parte mucho más que horas de entrega y sacrificio.
Quienes abrazamos causas sociales profundas, si tornamos a mirar hacia atrás, solemos descubrir que animó nuestro devenir una pasión irreductible por sembrar nuevas sonrisas, fundamentalmente cuando queda mucho por hacer para que Argentina recupere los niveles de calidad de vida que disfrutó en la década del cincuenta, cuando el producto bruto interno se distribuyó con más justeza en la historia de nuestra patria.
Si hablamos de políticas sociales no podemos dejar de hablar de política, propiamente dicha. En honor a quienes más hicieron para que nuestro pueblo fuera feliz, aparecen los nombres de Hipólito Yrigoyen y de Juan Perón, dos presidentes destacadísimos del frontispicio histórico argentino.
Yrigoyen -el “Peludo”, para sus admiradores y correligionarios-, cumpliendo el contrato establecido con sus votantes, puso manos a la obra a la tarea de dar marco legal a una serie de transformaciones que permitieron el ingreso de las capas medias a la mesa de toma de decisiones nacionales, como nunca antes había sucedido. Su movimiento, profundamente social y político, dio los pasos necesarios en ese sentido.
Perón -el “Pocho”, para quienes lo apoyaron ciegamente-, fue un poco más allá y cumplió su cometido de dar acceso a la masa obrera y trabajadora, a la incansable tarea de construir el andamiaje legal para que todos tuvieran lugar en la construcción de nuestro país. Esta tarea, tan necesaria como ciclópea, no parecía posible si la vemos con los ojos de aquellos hombres y mujeres contemporáneos de aquellos años, quienes disfrutaron de comienzo.
Hay quienes abominan de la política. Sin embargo esta es un instrumento formidable para alcanzar los cambios que desean cientos de miles de argentinos. Por ello es que nos permitimos pasear por estos dos personajes fundamentales y, a trazo grueso, dar marco a lo que fue el gran cambio de paradigmas de los dos movimientos más importantes de nuestra democracia moderna.
Mucho más acá en el tiempo, la crisis que vivimos durante los años 2001 y 2002 fue verdaderamente impactante. Algunos recuerdan que estuvimos a punto de la disolución nacional. La actualidad de la economía europea es muy ilustrativa acerca de lo que nos pasó a los argentinos.
Justamente fue en ese contexto, cuando se retiraba el Estado -que alguna vez fue de “bienestar”- cuando comenzaron a aparecer las que luego conocimos como Organizaciones No Gubernamentales. El 17 de octubre de 2002 nació la Fundación del Hospital Pediátrico Dr. Humberto Notti, para tratar de dar las respuestas que no se hallaban y pensada para que el hospital materno infantil más importante del interior del país, no solo siguiera brindando servicios, sino que también mejorara la calidad y responsabilidad de su atención a los más necesitados.
La tarea se encaró sin perder de vista esa premisa: veníamos a dar respuestas a quienes no tienen tiempo ni vida para poder recibir servicios de salud, en el marco de un país que se enorgullece de estar entre los escasos ejemplos de tener sistema de salud pública vigoroso y pensado para todos.
Como suele ocurrir, fueron primero las acciones. Luego, la tare de llevarlas a cabo, hizo surgir las palabras. Hoy, a punto de cumplir diez años de existencia, en la Fundación del Hospital Pediátrico Dr. Humberto Notti suscribimos una idea fuerza que sentimos hecha a medida. Es por ello que vigilamos nuestra tarea desde la premisa que señala la importancia de servir a la comunidad y abominando de cualquier idea de servirnos de ella.
Son estos, quizás, los dos carriles en los que se divide el quehacer de las Organizaciones No Gubernamentales: trabajar a favor de los que menos tienen y por tanto más necesitan. Tender a servir a quienes se encuentran en estado de mayor vulnerabilidad y, en muchos casos, de abandono.
Este precepto, que consideramos muy caro a los sueños más elevados -de los que vamos en pos- nos iluminará siempre. Cuidaremos que esto así sea, para que la mejora en la calidad de vida de los niños y adolescentes de Mendoza, sea una concreción.