“En la política económica de este gobierno
debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes
sino una atrocidad mayor
que castiga a millones de seres humanos
con la miseria planificada.”
Rodolfo Walsh,
Carta a la Dictadura Argentina.
(24/03/1977)
La denominada “crisis del campo”, ocurrida en 2008 con motivo de la aplicación de un sistema de retenciones móviles, así como las protestas sociales contra la minería a cielo abierto pusieron de manifiesto debates actuales en nuestro país que implican cuestiones económicas con derivaciones en materia de derechos humanos.
Abordaremos en el presente trabajo estos temas desde un post-modernismo inquietante o de oposición, expuesto por Boaventura da Sousa Santos, quien expresa la necesidad de un quiebre epistemológico para responder desde las ciencias humanas en general a los desafíos que nos plantea una realidad plena de desigualdades sociales; el orden/desorden autoritario y la opresión social que parecen ir de la mano con el desarrollo capitalista. La ruptura epistemológica propuesta desde una racionalidad emancipadora, cuestiona la separación sujeto-objeto, hombre-naturaleza y la concepción del desarrollo histórico como lineal propias de la modernidad que se encuentran en crisis en el periodo de transición paradigmática (SANTOS B., 2009).
En este plano no cabe duda que las desigualdades entre el norte y el sur; el cambio climático, las guerras por el petróleo y el agua, el hambre, la pobreza y la exclusión entre otros temas, configuran cuestiones fundamentales no solo de la economía, sino también en la agenda de los Derechos Humanos desde una perspectiva latinoamericana. Tan es así que en el Foro Social Mundial, Boaventura da Sousa viene sosteniendo que desde el punto de vista del paradigma emergente, la jerarquía Norte- Sur y el desarrollo capitalista, expansionista y desigual, en que dicha jerarquía se asienta, constituyen la mayor y más implacable violación de los derechos humanos en el mundo de hoy (SANTOS, B. 2000:389).
La perspectiva del post-modernismo inquietante o de oposición no oculta la relación entre economía y derecho, que constituye una cuestión fundamental que tiende a ser invisibilizada por el positivismo, constituyendo un terreno de disputa en términos de hegemonía entre las concepciones impuestas desde los países centrales y la racionalidad emancipadora que surge fundamentalmente desde los países dependientes.
Si bien es cierto que toda interpretación determinista de la estructura económica por sobre la superestructura jurídica ha caído en el descrédito, no cabe duda que tanto el estado como el derecho configuran territorios de disputa en términos de hegemonía, tal cual lo señaló Gramsci. La estructura económica sigue conformando al menos un “horizonte de posibilidades de cambio” tal cual lo plantea desde un post-modernismo de oposición Boaventura da Souza Santos.
Son conocidas posiciones de Marx sobre Latinoamérica y la India, que indican que el pensador de Tréveris no escapaba al pensamiento eurocéntrico de la época, juzgando a Bolivar como un “miserable canalla” al que no debía compararse nunca con Napoleón I, o bien justificando el colonialismo en India o América Latina ( RAMOS J.A., 1973:46). Sin embargo la crítica de Marx a la concepción hegemónica de los derechos humanos expuesta en “La cuestión judía” mantienen plena vigencia y señalan uno de los terrenos de disputa teórica que aún hoy se plantea en el campo de los Derechos Humanos, al sostener que el derecho de propiedad es el fundamento de la sociedad burguesa.
Las luchas de los pueblos en una perspectiva contra-hegemónica de los Derechos Humanos va configurando otro horizonte de sentido y juega un rol importante en el terreno de la superestructura político-jurídica, lugar donde se libran las batallas por la construcción de democracias sustantivas, donde los derechos se amplían a los excluidos de todo derecho, e incluso se plantean nuevos derechos en ruptura con la tradición occidental, como el derecho al agua y el derecho de la pachamama, cuestionando a veces la racionalidad misma del capitalismo dependiente.
Desde esta perspectiva y retomando algunas categorías de la teoría de la dependencia, así como el análisis de regímenes de acumulación y bloque histórico intentamos en este trabajo abordar la compleja trama de conflictos que generan en nuestro país los agro- negocios, con la ampliación de las fronteras de la soja y utilización de agroquímicos, así como el impacto de la minería y otras actividades extractivas, y los daños en el medio ambiente que las mismas producen.
Un retorno del dependentismo
Diversos sectores latinoamericanos vienen cuestionando los últimos años un “paradigma extractivista” impuesto desde los países del norte, en una nueva reedición de algunos postulados de la “Teoría de la dependencia”. Un ejemplo de ello lo exponen Maristella Svampa y Marian Sola, para quienes nos encontramos a partir de la década del 90 con un paradigma extractivista, “que si bien cuenta con una larga y oscura historia en América Latina, marcada por la constitución de enclaves coloniales, altamente destructivos de las economías locales y directamente relacionado con la esclavización y empobrecimiento de las poblaciones. Ahora bien, pese a que la explotación y exportación de bienes naturales no son actividades nuevas en nuestra región, resulta claro que en los últimos años del siglo XX, y en un contexto de cambio del modelo de acumulación, se ha venido intensificando la expansión de proyectos tendientes al control, extracción y exportación de bienes naturales a gran escala. En términos de relaciones económicas, la globalización planteó una nueva división internacional del trabajo que acentuó aún más las asimetrías entre los países centrales y periféricos. Así, se trata de una tendencia de los países del norte a desplazar fuera de sus fronteras las primeras fases la actividad extractiva que abarca incluso las primeras etapas de los procesos, privilegiando el medio ambiente local pero a costa de un mayor deterioro del medio ambiente global, y particularmente de los países del sur cuyos territorios son utilizados como fuente de recursos y sumidero de residuos. En consecuencia, la actual etapa expresa una demanda cada vez mayor de los países desarrollados hacia los países dependientes, en términos de materias primas o de bienes de consumo, lo cual aparece reflejado en la consolidación de una matriz productiva, de corte extractivista, basada en la sobre-explotación de recursos naturales y en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados como “improductivos”: la megaminería a cielo abierto, la privatización de tierras, la construcción de grandes represas, el boom de los agro-negocios basados en los transgénicos y la siembra directa, los proyectos de infraestructura previstos por el IIRSA y los llamados biocombustibles, ilustran a cabalidad esta nueva división territorial y global del trabajo entre el Norte y el Sur en el contexto del capitalismo actual, que repercute en una “desigual distribución de los conflictos ecológicos” y territoriales” (SVAMPA, M. y SOLA, M., 2010:108).
Los diversos aportes conocidos como “Teoría de la Dependencia” desarrollada en los años 60 y 70 constituyen un punto de partida y proporcionan herramientas para abordar la problemática señalada. En ese sentido se ha sostenido que el retorno a la teoría de la dependencia, de la cual se ha decretado “varias veces” su muerte, ha sido una marca persistente en el pensamiento social latinoamericano (BEIGEL, F. 2006:288).
La pregunta clave que orienta la reflexión de Fernanda Beigel en relación a la categoría de “dependencia” implica si la misma puede ser una herramienta de análisis útil, o por el contrario, “si la llamada “globalización” ha evaporado los pilares sociales y económicos que le dieron origen, y esta disolución del referente real nos obligaría a sellar, definitivamente, el acta de defunción de la problemática”.
Tanto los aportes de Mariátegui como los de los teóricos de la dependencia constituyen un pensamiento original, a la vez que quiebran el pensamiento de la izquierda entonces hegemonizado por los partidos comunistas latinoamericanos subordinados a la Unión Soviética, que pretendía aplicar esquemas fosilizados de un marxismo vacío de contenido.
Para Ruy Mauro Marini la dependencia se configura a partir de la inserción de América Latina con los centros capitalistas europeos de acuerdo a la división internacional del trabajo “entendida como una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia… el fruto de la dependencia no puede ser por ende sino más dependencia, y su liquidación supone necesariamente la supresión de las relaciones de producción que ella involucra” (MARINI, R., 1973:4).
La categoría de “sistema-mundo” de Wallerstein fue expuesta brillantemente por Ruy Mauro Marini al señalar respecto a un supuesto “precapitalismo” en América Latina, que ”más que un precapitalismo, lo que se tiene es un capitalismo sui generis, que sólo cobre sentido si lo contemplamos en la perspectiva del sistema en su conjunto, tanto a nivel nacional como, y principalmente, a nivel internacional” constituye en tiempos de la globalización neoliberal un concepto clave de total actualidad (MARINI, R., 1973:2).
Como se dijo con anterioridad, el “paradigma extractivo”, lejos de ser una novedad, se encuentra en los orígenes mismos de la incorporación del continente al capitalismo global. A partir del “descubrimiento” en 1492, señala Marini, América Latina se desarrolla en estrecha consonancia con la dinámica del capital internacional, insertándose como colonia productora de metales preciosos y géneros exóticos, lo que fue central para el periodo de acumulación originaria que derivaría en la Revolución Industrial.
Por otra parte, el rol en la división internacional del trabajo de América Latina como productora de alimentos tampoco resulta una novedad, ya que a partir de los procesos independentistas a principios del S XIX, América Latina va a relacionarse con Inglaterra, convertida en la nueva metrópoli. Ese rol, según Marini, permite el surgimiento de la gran industria en los países centrales requería mano de obra ocupada en la producción de alimentos, por lo que América Latina contribuyó también especializándose en la producción de alimentos para la exportación así como también la producción de materias primas para la industria.
Una de las cuestiones centrales de la dialéctica de la dependencia constituye el deterioro de los términos de intercambio, situación histórica señalada por Marini. En efecto, la baja de los precios mundiales de alimentos y materias primas en relación a la suba del precio de los productos manufacturados, configura un deterioro de los términos de intercambio, que no sería producto de la ley de oferta y demanda. Sin embargo, este deterioro de los términos de intercambio enunciado por Marini no se verificaría, al menos en la misma forma en la actualidad. En efecto, “Luego del prolongado impacto recesivo sobre las economías latinoamericanas provocado por las sucesivas crisis financieras entre 1998 y 2001, Sudamérica conoció a partir de 2003 un ciclo de “recuperación” económica. El “dinamismo” experimentado por los países sudamericanos estuvo asociado al aumento de las exportaciones, que se combinó con el incremento mundial del precio de diversos ‘commodities’ producidos en la región. Este nuevo ciclo de crecimiento, que sufrió una retracción importante a partir de la expansión de la crisis económica mundial en 2008, tuvo su correlato en tres esferas: en la recuperación de los términos del intercambio en todos los países de Sudamérica, equivalente a un 3,4% del PIB; en el incremento de los ingresos fiscales, que compensó con amplitud las erogaciones públicas; y en la conjunción de tasas internacionales de interés relativamente bajas, mejores términos de intercambio y remesas, que se tradujo en un aumento del ingreso nacional a precios constantes superior al del PIB (CEPAL, 2007)” (MARINI, R., 1973:4).
Si bien, tal como se verá más adelante, el aumento de los precios de materias primas y alimentos producidos en América Latina cuestionó el enunciado deterioro de los términos de intercambio, y el calentamiento global con el cambio climático cuestionan la racionalidad misma del desarrollo capitalista, debemos reconocer en el dependentismo un aporte fundamental como herramienta de análisis de la realidad latinoamericana al poner de manifiesto el rol asignado a Latinoamérica en la división internacional del trabajo como productora de alimentos y materias primas para la industria en función del desarrollo capitalista global.
El “paradigma extractivista” señalado por Svampa tiene que ver con la naturaleza misma del capitalismo dependiente latinoamericano, no constituye una novedad en absoluto para nuestros pueblos, sino que ha sido el modo histórico concreto de inserción latinoamericana en el sistema-mundo capitalista. Lo que si constituye una novedad es la crisis de la racionalidad capitalista que se manifiesta incluso en el fracaso de las negociaciones globales por el cambio climático y la reducción de emisiones que incrementen el efecto invernadero, y que jaquean la economía global.
Ruy Mauro Marini sostenía en los 60 que la salida a este esquema no era otro que el socialismo, ya que “no se trata de reclamar relaciones equitativas entre las naciones, sino de suprimir las relaciones económicas internacionales que se basan en el valor de cambio, que perpetúan y amplifican el atraso y la debilidad de esas naciones”.
Valorización financiera
Sin embargo, lejos de instalarse la “Patria Socialista”, tal cual lo sostenía Marini y amplios sectores populares, nos encontramos en su lugar con la doctrina de la seguridad nacional y un régimen de valorización financiera.
La famosa carta de Rodolfo Walsh citada al principio de este trabajo constituye también un aporte fundamental. El militante e intelectual comprometido con su tiempo, quien fuera asesinado por la dictadura militar en 1977, nos llevan a reflexionar sobre las políticas económicas que se impusieron en nuestro país a partir de marzo de 1976.
En esta línea el economista Eduardo Basualdo aporta una explicación sustentada en las categorías de regímenes de acumulación y bloques hegemónicos, sosteniendo que la dictadura de marzo de 1976 introdujo “un giro en el funcionamiento económico tan profundo que implicó un cambio en el régimen social de acumulación”. Así se instauraba el nuevo régimen de acumulación de valorización financiera que suplantaba al modelo anterior de industrialización basada en la sustitución de importaciones (BASUALDO, E. 2006: 126).
Eduardo Basualdo plantea que el ingreso de un nuevo bloque dominante habría dejando atrás el periodo de industrialización basada en la sustitución de importaciones y que el golpe de estado constituyó una interrupción forzada por la irrupción de un nuevo bloque dominante cuando la industrialización por sustitución de importaciones se encontraba en los albores de su consolidación.
El análisis de Basualdo recupera las categorías de bloque histórico y hegemonía expuestas por Gramsci para explicar el cambio de modelo de acumulación dominante en nuestro país, señalando expresamente que en el periodo de valorización financiera que inaugura la dictadura militar el crecimiento económico registra un claro estancamiento ya que entre 1974 y 2001 se registró un crecimiento del PBI per cápita de solo el 4%, interrumpiendo un proceso de crecimiento económico durante el régimen anterior de sustitución de importaciones, ya que entre 1963 y 1974 el incremento del PBI per cápita llegó al 82%, lo que supone una tasa de crecimiento anual acumulativa del 6%.
A su vez, el crecimiento de las exportaciones industriales preanunciaban “la posibilidad cierta de poder superar la tradicional capacidad de veto de la oligarquía agropecuaria pampeana al crecimiento industrial” (BASUALDO, E. 2006: 126).
La oligarquía pampeana fue la contraparte local del capital financiero internacional en este periodo, caracterizado por el endeudamiento y la fuga de capitales interrumpe el proceso de industrialización y se expande debido a que las tasas de interés superan la rentabilidad de las actividades productivas. El capital se moviliza de la esfera financiera a la productiva, o de esta última a la financiera aprovechando rentabilidades extraordinarias, destacando Basualdo su creciente capacidad de cooptación de los poderes públicos ha sido la principal herramienta que viabilizó el aprovechamiento de tales oportunidades.
El periodo de valorización financiera se agota con el modelo de la convertibilidad en el 2001, después de la aplicación de las recetas del Consenso de Washington en el país, la privatización y desguace del estado, un déficit creciente y el deterioro de todos los indicadores de actividad económica e índices sociales.
No debe subestimarse el legado que el régimen de acumulación financiera dejó en nuestro país, no solo económicos, sino también ideológicos, culturales, políticos y sociales. El aporte teórico de Basualdo en este sentido radica en el estudio de los grupos económicos, sectores de clase y clases sociales que se articulan en el país alrededor del proyecto hegemónico articulando con la situación del capitalismo mundial. Esto permite a su vez identificar las resistencias e incorpora al análisis categorías que permiten una articulación política entre las demandas de los diversos sectores y el régimen de acumulación. Esto puede advertirse claramente cuando señala Basualdo que nos encontramos en un proceso de transición donde la “oligarquía pampeana conducida por la fracción diversificada junto a algunos capitales extranjeros insertos en la producción petrolera ejercen un predominio estructural pero, dada la ruptura del bloque de poder anterior, las transformaciones ideológicas y políticas derrotadas por la movilización social y las propias convicciones de la actual administración gubernamental, deben hacer concesiones a los sectores populares” (BASUALDO, E. 2006: 173).
Disputas en la transición
La problemática de la expansión de las fronteras sojeras tiene que ver con la mayor demanda del mercado internacional y con la crisis del modelo ganadero señalado por Arceo y Basualdo: “A partir de mediados de la década de 1990 comienza una inédita expansión de la producción agrícola, sustentada no solamente en un incremento de la productividad, sino también en un crecimiento de la superficie sembrada y en una alteración en la composición de la producción, ya que la soja será la que liderará este proceso. La producción de granos se elevó de 40 a 93 millones entre 1994 y 2007, mientras el área cultivada alcanzó 31 millones de hectáreas en el último año mencionado, cuando 13 años antes llegaba a 20 millones de hectáreas. Al mismo tiempo, la información disponible sobre el stock ganadero indica que sigue descendiendo, aunque a un ritmo más moderado (ARCEO, y BASUALDO, E., 2009: 57).
En este escenario de transición y disputa por la hegemonía que señala Basualdo, en 2008 el gobierno nacional intentó sin éxito captar parte de la renta extraordinaria que el aumento de la soja tenía en el mercado internacional a través de la aplicación de retenciones móviles a las exportaciones.
La ampliación de las fronteras sojeras y el incremento de la superficie sembrada impactó sobre los pequeños agricultores, incrementaron la desforestación en toda una región que comprende la región del cerrado y del sur brasileño, la pampa húmeda y el noroeste argentino, la medialuna boliviana y gran parte del territorio paraguayo. Esta ampliación de la frontera agrícola es un ejemplo de las dinámicas que asume la “acumulación por desposesión” del ciclo neoliberal, materializadas a través de la ocupación y apropiación (en muchos casos de forma violenta) de las tierras consideras “improductivas” con la consiguiente expulsión de comunidades campesinas e indígenas” (SEOANE, J. y TADDEI, E., 2009:5).
Algunas conclusiones
La crisis de racionalidad del desarrollo capitalista que se traduce en el calentamiento global y el cambio climático, consumo irracional de energía, guerras, hambre, contaminación y desastre ambiental, configuran nuevos límites para el desarrollo de las fuerzas productivas y nuevos desafíos desde el campo de la economía política y los movimientos de defensa de los derechos humanos.
Asimismo, del deterioro de los términos de intercambio que se planteó como uno de los ejes de la teoría de la dependencia en los años 60, pasamos a una situación donde se verifica un aumento sostenido en el valor de las comodities, la energía y otros recursos críticos como el agua.
El capitalismo dependiente recurre además de la super- explotación del a mano de obra, a la sobre explotación de los recursos naturales. En ese contexto, no cabe duda alguna que la ampliación de la frontera sojera en nuestro país, en un periodo de transición del régimen de valorización financiera y en un contexto de intentos en Latinoamérica de alcanzar grados de relativa autonomía respecto de las potencias hegemónicas, constituye el núcleo central de la resistencia oligárquica a los intentos de establecer un nuevo modelo de acumulación que implique a los excluidos del neoliberalismo, los trabajadores y al sector industrial.
En este plano se desenvuelven las luchas por la soberanía alimentaria, por el modelo de acumulación y la disputa por la hegemonía en el plano económico, pero también el desplazamiento y expulsión de miles de campesinos y pueblos originarios, así como la contaminación y pérdida de productividad en las tierras sometidas a la explotación intensiva, y las afecciones a la salud por la utilización del glifosato y otros agroquímicos tóxicos.
También en ese escenario se despliegan los conflictos ya planteados por los teóricos de la dependencia hace mas de 4 décadas en torno a la superexplotación del trabajo a la cual se recurre en la periferia para aumentar la productividad. En materia de derechos humanos la lucha contra el trabajo esclavo y la explotación infantil se inscriben también en ese escenario.
La centralidad de este proceso constituye el núcleo de luchas por la hegemonía que no ha podido articularse con las legítimas luchas contra la incipiente megaminería en nuestro país.
Por el contrario, prominentes dirigentes de la “Asamblea de Gualeguaychú” participaron de los cortes de ruta a favor de la entidad que nucleaba a las patronales sojeras, derrotando la posibilidad de avanzar en la implementación de medidas fiscales que permitieran limitar el avance de las fronteras sojeras a la vez que redistribuir en un sentido progresivo parte de esas ganancias extraordinarias, coadyuvando al triunfo del bloque oligárquico en 2008.
Si bien la minería no aporta en nuestro país más del 2% del PBI, es cierto que la legislación heredada en la década del 90 implica un peligro latente no solo en términos económicos, sino también socio-ambientales. La resistencia en Esquel, o la situación de la Alumbrera en Andalgalá, o San Jorge en Mendoza constituyen diversos ejemplos movimientos sociales que pretenden legítimamente decidir el modelo de desarrollo frente a un sector trasnacionalizado que consuma un verdadero saqueo y que genera amplios pasivos ambientales. Estos movimientos sociales se han convertido en un serio obstáculo para el gran capital, y configuran también un elemento novedoso en tanto reclaman el derecho de las comunidades a decidir sobre el modelo de desarrollo.
Sin embargo, la legítima oposición y denuncia la mega-minería, aparece como fragmentaria y aislada del conjunto de las luchas que se libran en contra del bloque oligárquico dominante por la hegemonía en esta etapa pos- neoliberal. Esta situación implica un grave riesgo de retroceder en la articulación de las los movimientos sociales, en tanto los coloca detrás de los conflictos existentes diversas fracciones de la burguesía (oligarquía vs. Multinacionales mineras).
En este sentido debe subrayarse “la renovada tentativa por parte de distintas fracciones de las clases dominantes de inducir una respuesta a la crisis tendiente a profundizar las recetas neoliberales, bajo un signo cada vez más autoritario. Estos sectores, cuyos intereses político-económicos están asociados de manera estrecha en la mayoría de los países latinoamericanos a las reproducción e intensificación de las lógicas de acumulación por desposesión presentadas en este artículo, se movilizan y convergen en un sentido destituyente y autoritario intentando cancelar cualquier alternativa antineoliberal a la crisis” (SEOANE, J. y TADDEI, E., 2009:87).
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