HISTORIA / Nicolás Rodríguez Peña, patriota revolucionario de Mayo (primera parte) / Nota






Nicolás Rodríguez Peña era amigo de San Martín quien le escribe: -La patria no hará camino por este lado del Norte, como no sea en una guerra puramente defensiva. Ya le he dicho a usted mi secreto. Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos sólidos para acabar con la anarquía que en todo el país reina. Aliando las fuerzas pasaremos por el mar a tomar Lima. Ese es el camino y no este que ahora se sigue, mi amigo. Convénzase usted de que, hasta que no estemos sobre Lima, la guerra no acabará. (José Francisco de San Martín, Tucumán, 12 de Abril de 1814).

Nicolas Rodríguez Peña nació en Buenos Aires el 30 de Abril de 1775 y fueron sus padres don Alonso Rodríguez de la Peña y doña Damiana Funes.


Se educó en el Real Colegio de San Carlos y, posteriormente, sirvió en el Regimiento Fijo; pero como no tenía vocación para la carrera militar, pronto la abandonó para dedicarse al comercio.

Después de las invasiones inglesas integró los grupos que trabajaban para promover la formación de un gobierno independiente de España, consagrando su inteligencia y parte de su considerable fortuna a la concreción de estos propósitos.

Estos grupos solían reunirse en su quinta, ubicada en el solar de la plaza que hoy lleva su nombre, en la Capital Federal, o en la de Hipólíto Vieytes.

A estas reuniones se refería el General Guido al decir que la casa de Rodríguez Peña "fue el templo en que se elevaron al cielo los más solemnes juramentos y el centro de una de las más grandes obras que haya presenciado la América".

Los sucesos de Mayo de 1810 lo mostraron como un activo y decidido patriota.

Acompañó al ejército auxiliar del Perú en calidad de secretario de Juan José Castelli y llegó a desempeñar la gobernación de La Paz.

De regreso en Buenos Aires se lo eligió miembro de la Junta en reemplazo de Mariano Moreno, pero a raíz de los sucesos del 5 y 6 de Abril de 1811 fue destituido y desterrado.

La revolución de octubre de 1812 lo volvió al poder para integrar el segundo Triunvirato con Juan José Paso y Antonio Alvarez Jonte.

La Asamblea General Constituyente lo designó presidente del consejo de Estado, y en 1814 Rodríguez Peña fue nombrado primer Gobernador delegado de la provincia oriental por el director Posadas.

En 1815, cuando cayó Alvear - de quien era partidario-, marchó desterrado a San Juan, desde donde cooperó con entusiasmo a la formación del Ejército de los Andes.

Consolidada la Independencia de Chile, Nicolas Rodríguez Peña se radicó en ese país, donde residió 37 años, respetado "como la revolución viva", según la expresión de Las Heras, hasta que falleció en Santiago el 3 de Diciembre de 1853.


Las tertulias en las casas

Por aquella época en las amplias casas coloniales las reuniones fueron el eje de la vida social.

Famosas resultaron las tertulias en la casa de Escalada, de Balbastro, de de Luca, de Sarratea. Allí se reunían los comerciantes para discutir sobre religión, política, e inclusive para jugar a las cartas, al billar o truque, al ajedrez y al chaquete y resolver adivinanzas y acertijos. En general se daban una vez por semana. Después de la charla o los juegos era muy común que se bailara hasta tarde.

Las mujeres por entonces tuvieron gran participación en la vida política, también realizaban tertulias en las casas.

Las más activas fueron Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, Melchora Sarratea y Ana Riglos.

Además tuvo gran relevancia Ana Perichón de Vandeuil, una mujer que nació en las Islas Maurice, en el Océano Índico, esposa de Tomás O’Gorman.
v María Guadalupe Cuenca, esposa de Mariano Moreno, sufrida mujer, que sin saber que su marido había muerto en alta mar, siguió enviándole cartas a su destino en Europa, al que nunca llegaría, fue una de las más activas mujeres de la época.

Casa de Rodriguez Peña (hoy demolida). Rivadavia 867.

Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, esposa del patriota Rodríguez Peña fue una de las más notables luchadoras durante los días de Mayo. Se reunía con otras damas en su quinta de la actual Av. Callao al 900 o Rivadavia 867, y se cree que fue ella la que más instó a Saavedra a pronunciarse el 25 de Mayo de 1810.

En la casa de la calle Reconquista de Ana Perichón se dice que se armaron las intrigas y los contrabandos más importantes de la época.

A su vuelta en 1810, y ya fusilado Liniers de quien era su amante, se recluyó en su casa y poco participó de las reuniones sociales de entonces. Fue la abuela de la triste y famosa Camila O’Gorman.

En una de esas tertulias inmortalizada en la pintura, en la casa de Mariquita S. de Thompson de la calle San José, se cantó por primera vez el Himno Nacional Argentino.

Allí ese día estuvieron Vicente López y Planes, Blas Parera, Esteban de Luca, Bernardo de Monteagudo, el tío de Mariquita Domingo Trillo, los Escalada con su hija Remedios, su novio el coronel San Martín, Mercedes Losada de Riglos, Carmen Quintanilla, el coronel Juan Ramón Rojas, Balcarce y Fray Cayetano Rodríguez. "El Himno Nacional en la casa de María Sánchez de Thompson donde se cantó por primera vez". Óleo de Pedro Subercasseaux

Se supone que ocurrió entre marzo y julio de 1812 ya que estaba San Martín quien llegó a Buenos Aires en marzo, y además la madre de Mariquita, Magdalena Trillo falleció en julio de ese año, por lo tanto por el luto riguroso que en esa época se llevaba no pudo haber una tertulia en la casa después de ese mes.


Según algunas cartas que una de las hijas de Mariquita Thompson, Albina Thompson de Tresserra envió a su hermana Florencia, desde Barcelona la música, del Himno fue escrita por Blas Parera en la casa de su madre ya que éste no tenía piano ni clavicordio. Y que perfeccionó su música en casa de Esteban de Luca.

Años más tarde otro amigo de los Thompson, Juan Pedro Esnaola, hizo el arreglo del Himno.

Las visitas a las casas eran de dos tipos, las de amistad y las de etiqueta. La de amistad debía confirmarse enviando a una criada con cierta anterioridad.

La visita sabía que una vez servido el chocolate con bizcochos se debía retirar.

La de etiqueta (cumpleaños o Pascua), se hacía por la mañana. A la 11 se servían licores, frutas en aguardiente y vinos añejos.

(sigue en la edición de mañana)

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