Ante las distintas presiones que se intentan imponer a través del valor del dólar ilegal, no resulta improcedente recordar que hoy se cumple un nuevo aniversario del fatídico golpe de Estado de 1976, que no sólo tuvo por objeto disciplinar a la sociedad, sino también implantar a sangre y fuego el modelo neoliberal, de libre mercado y apertura externa, que llevó a la quiebra a miles de empresarios pymes y derribó los salarios reales, entre otros muchos daños ocasionados.
Las condiciones políticas y económicas en la actualidad son totalmente distintas a las de aquel entonces. La reciente suba del valor del dólar ilegal, nivel determinado quién sabe dónde o por quién, tiene claros componentes especulativos en un mercado que es pequeño, está distorsionado y no puede ser tomado como referencia de la situación económica; sin embargo tiene un importante impacto sobre las expectativas. Lo cierto es que, una vez más, quienes se beneficiarían con una devaluación están tratando de imponer valores fuera de toda lógica.
Entre las razones que dieron los gurúes para la suba reciente se ubica el aumento al 20% de las retenciones a las compras con tarjeta de crédito en el exterior y su extensión a las compras de paquetes de viajes y pasajes. Esta es una medida correcta, ya que permite administrar las divisas y fomenta la regularización impositiva. Debe tenerse en cuenta que en 2012 salieron 7300 millones de dólares por turismo, la cantidad de argentinos que viajó al exterior se incrementó en un 13%, mientras que en febrero de 2013 los saldos de préstamos por tarjetas de crédito en dólares duplicaron a los de diciembre de 2012.
Muchos de los que presionan para la devaluación son los mismos que se rasgan las vestiduras porque hay inflación, una postura contradictoria y falaz que no resiste ningún análisis, puesto que ante una eventual devaluación, los precios subirían rápidamente y no se obtendría efecto real alguno, sólo mayor inflación. Debe recordarse que cuando Roberto Lavagna se vanagloria de haber logrado un escaso impacto sobre los precios con la devaluación de 2002, oculta que se estaba viviendo la recesión más aguda de la historia, ya que la abatida demanda y los salarios deprimidos eran los que contenían la suba de precios. Hoy la demanda agregada es vigorosa, y puede pensarse que el traslado a precios sería categórico.
La disparada del dólar ilegal se usa para poner en tela de juicio la consistencia de la política económica actual y la solidez de la Nación. No hay razón para que existan disrupciones sobre el mercado cambiario, excepto las que surgen de maniobras especulativas, que desde luego tienen intenciones sumamente aviesas.
La Argentina tiene hoy fortalezas para resistir esas presiones: habrá una buena cosecha, superávit de balanza comercial, menos obligaciones de deuda externa que años anteriores, el sistema financiero está sólido, los depósitos y préstamos en dólares tienen escasa importancia sistémica (participan del 9 y el 7% del total, respectivamente) y las reservas internacionales, si bien han disminuido en el último año, se ubican en U$S 41 mil millones, un valor que permite afrontar el requerimiento de divisas de la economía.
La política económica que impulsa este gobierno es correcta a nivel macroeconómico, aunque debe reconocerse que hay sectores que tienen situaciones particulares de tensiones con la competitividad de sus exportaciones y ello requiere de medidas más afinadas y puntuales, como subsidios y programas específicos. No sirve una devaluación abrupta que le daría un negocio fenomenal a los exportadores de oleaginosas y granos (quienes no la necesitan por el altísimo precio internacional que tienen esos productos), pero que generaría un deterioro significativo en los salarios reales y aumentos de costos en insumos importados indispensables, entre ellos los productos energéticos.
LAS CRÍTICAS NEOLIBERALES. Los vaivenes de la cotización del dólar ilegal terminan siendo interpretados por analistas con intereses concretos, que establecen que la baja responde a la actividad de los cambistas amigos del gobierno, pero la suba en la cotización la justifican por las reglas del libre mercado, y no por maniobras especulativas de quienes se benefician con un mayor valor de la divisa ilegal. Las recomendaciones de los economistas ortodoxos para resolver el tema cambiario rozan el realismo mágico, al presentar soluciones aparentemente fáciles y altamente eficientes.
Nada más alejado de la verdad; son los mismos que dicen que el gobierno no tiene un plan, pero son ellos los que tienen un horizonte de análisis sumamente sesgado.
Una descripción de las presiones sobre el mercado de cambios fue dada por Javier González Fraga, quien expresó que las grandes empresas tienen fondos en pesos esperando a convertirlos a dólares por un monto de entre 7000 a 10 mil millones de dólares; estos se derivan de dividendos, pago de préstamos al exterior y regalías, un importe que da clara idea de las altas ganancias que están obteniendo las multinacionales. También expresa que las casas matrices están presionando para que los conviertan rápidamente en divisas, comprando títulos valores en dólares en la Argentina, girándolos al exterior, para luego venderlos y transferir las divisas obtenidas a sus matrices. Esta operatoria es conocida como "contado con liqui" y las presiones comentadas por González Fraga suben los precios de los bonos, estableciendo un dólar implícito cada vez más alto, que influye sobre el valor del dólar ilegal. Estas presiones muestran también la decisión de querer llevarse la totalidad de las utilidades que tan generosamente Argentina les permite ganar, en vez de invertirlas en el país. Si bien son transacciones legales y son fruto de su negocio, entramos en una discusión muy de fondo: si los negocios tienen un límite que es el interés social, o prima la reivindicación de los muy grandes empresarios reunidos en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que defienden la intangibilidad de las ganancias empresarias.
En el mismo sentido ha intervenido el ex presidente del Banco Central Martín Redrado, quien en una columna firmada para La Nación (22/03/13) deja claro que la presidenta "no está dispuesta a reabrir la posibilidad de compra para fines de ahorro y ni que hablar de la posibilidad de distribuir los dividendos que emanan de las ganancias empresarias" dando aprobación implícita a la intangibilidad de las ganancias de las multinacionales.
En las críticas hay un claro predominio de ideas neoliberales, que se expresa también en las declaraciones de Miguel Ángel Broda, quien definió a las últimas medidas como el "Plan Nada" (IProfesional.com 22/03/13), para luego entrar en aparente contradicción al criticar el predominio ideológico de la estrategia de más Estado, más intervención, más proteccionismo. Siguiendo su razonamiento, debería haberlo definido como el "Plan Nada de Medidas Neoliberales".
Las críticas se orientan a la falta de aplicación de medidas de libre mercado, que benefician a los grandes capitales. Después de mucho esfuerzo y de pasar por situaciones dramáticas, la Argentina salió de la dinámica del libre mercado y hoy la situación es distinta, hay políticas públicas y una revalorización del rol del Estado. Siguiendo este camino, ante estas maniobras especulativas hay que responder con más regulaciones, y no con más mercado.
(Diario Tiempo Argentino, domingo 24 de marzo de 2013)