Esa palabra Patria cuya etimología deviene de “relativo al padre”, de patrius en latín o de padre enterrado según otras acepciones, lo cual carga a la misma de algo mas que un simbolismo, constituyendo una raíz afectiva ligada a la memoria histórica de un ser, un pueblo y una cultura, que se proyecta a los hijos.
Sin embargo la lógica globalizadora, ligada a una supuesta modernidad, en pleno derrumbe en las circunstancias actuales, nos intentó convencer del anacronismo del término y mas aún de su inviabilidad en estos tiempos, de los conceptos de Patria o Nación. Nos intentaron convencer, no pudieron hacerlo, “del fin de la historia” y de las naciones como tales, haciendo difusos los límites de la llamada decisión soberana de los pueblos, autodeterminación y otras cuestiones, que si bien formaban parte de nuestro bagaje histórico, político y cultural, intentaron negarlo en función de un posibilismo mercantil, financiero y codicioso, presentado como el nuevo altar de los deseos compartidos con el Dios Mercado.
Así fueron arrasados empleos, industrias, empresas estatales, autoestimas, cultura del trabajo, historias de sacrificios, en nombre de ecuaciones macroeconómicas. Epopeyas colectivas fueron enterradas, los pueblos negados, los héroes fueron puestos en el bronce antes que en cuerpos humanos, perfectibles con debilidades y fortalezas, pero iguales a nosotros mismos, evitando así la asimilación, la posibilidad de participar y militar para cambiar la injusticia por la justicia, de ser protagonistas de la historia antes que testigos. Siguieron enterrando sueños y postergando ilusiones de construcciones colectivas, afianzado las conductas individuales, del éxito hoy sin un mañana posible, al cual adhirieron viejos leones militantes, ahora convertidos en gatitos vegetarianos. Fue un tráfico ideológico cultural conducido por la fuerza del terror primero y de la claudicación después a los encantos neoliberales de un primer mundo imperial, que quiso decidir los destinos del mundo. Se hizo en nombre de un peronismo que nunca existió como tal, que le dio la espalda a las necesidades del pueblo y a los intereses de la Nación, entregando los márgenes nacionales de decisión soberana e intentando diluir la identidad nacional en los 90.
Por esa razón la lucha es hoy una batalla cultural, porque el neoliberalismo no sólo sigue dando pelea, sino que mantiene sectores estructurales de poder, con intereses poderosos cruzados en años de negocios dominantes, que defienden sus posiciones con fuego graneado sobre el cambio de actores que se ha producido en nuestro país desde el 2003 a la fecha. El peronismo ha recuperado desde el gobierno no sólo un liderazgo presidencial, que pretende ser mellado, ridiculizado, sometido como fueron agraviadas y perseguidas las figuras de Evita y Perón, sino que ha demostrado al pueblo que el Estado puede volver a ser el constructor del modelo social solidario que imaginamos en los albores de la Comunidad Organizada. Esa idea sustantiva, de filósofos peronistas postergados como Kush, Zampay o De La Riega, anidada en la Constitución de 1949, los planes quinquenales, el Congreso de Filosofía y el Modelo Argentino para un Proyecto Nacional siguen siendo las bases de la reconstrucción de la Patria.
Ese camino se está transitando con todas las dificultades que significa enfrentar las oligarquías y los factores de poder que anidan en nuestro país consolidados por décadas y las fuerzas externas del poder internacional que siempre pretendieron y lo lograron en largos períodos de nuestra historia nacional y latinoamericana, dominar desde nuestra economía a la cultura, siempre desde un poder político claudicante, aplaudido por el imperio, pero denostado por el pueblo en cada período histórico. Sólo Irigoyen y Perón en el siglo pasado y esta gestión de Néstor y Cristina Kishner, desde el 2003 hasta la fecha fueron capaces de enfrentar los poderes fácticos, condicionantes de nuestra capacidad de desarrollar caminos independientes como Nación.
En una situación internacionalmente compleja, con crisis económicas de los países centrales que presagian conflictos bélicos de magnitud, mercados voraces por colocar excedentes productivos a cualquier precio, un sistema financiero codicioso y voraz que pretende reemplazar y de hecho lo hace a los partidos políticos europeos imponiendo condiciones vejatorias a los pueblos, como antes lo hicieron con nosotros, poniendo de rodillas la soberanía nacional y haciendo claudicar la democracia, aún las parlamentarias, con los avales siempre complacientes de las monarquías patéticas de la Europa Imperial, en nuestro país sembradores de miedos, apuestan al fracaso y la claudicación del gobierno como forma de llegar al poder.
Puede haber errores en la política, pueden existir todavía nichos importantes de estructura neoliberal tanto en el sector financiero como en determinados programas financiados por el Banco Mundial, el BIRF y otros organismos que siguen intentando imponer políticas sociales supuestamente globales, incluso podemos hacer un repaso de los objetivos económicos, políticos y sociales que aún debemos alcanzar y que no son menores.
Pero quienes combaten al gobierno no lo hacen por sus errores sino por sus aciertos desde las leyes laborales pasando por las paritarias y Consejo del Salario Mínimo a la política de DDHH y su consigna de memoria , verdad y justicia. La eliminación de la estafa de las AFJP, la Ley de Medios verdadera madre de todas las batallas, la Asignación Universal por Hijo, la ampliación de la cobertura previsional al 92% de la población en condiciones de acceso mas la actualización automática. Como vemos y podríamos seguir con la lista, es un tema de intereses el combate opositor, pueden vestirlo de cuestiones formales de lo “políticamente correcto” enmascarando el conflicto de intereses multimillonario en cada acción política, presentado ante la opinión pública como una cuestión de moralidad y buenas costumbres.
Ahora viene el tema del valor Patria como premisa histórica y doctrinaria peronista, que nos pertenece a todos los argentinos sin distinción política que pongan los valores por delante de los intereses. No es fácil salir del individualismo consolidado por décadas de cultura dominante, pero pensemos en los sistemas solidarios que fortalecimos como en salud y educación sin distinción entre ricos y pobres, sanos o enfermos, jóvenes o viejos, donde el derecho constitucional básico estaba garantizado por el conjunto de los argentinos hasta que desde 1976 la oleada neoliberal empezó a ralear sus recursos en los previsional con las AFJP, la salud de los trabajadores con las ART, la salud pública y los sistema solidarios de obras sociales con las prepagas, la educación pública con las escuelas “Express”, además de enterrar la cultura del trabajo e instalar la especulación financiera como eje de obtención de ganancia. Esa política intentó desdibujar el amor a la tierra, a nuestra historia, al relato oral de nuestros ancestros, educando hacia otros valores, referenciando el pensamiento aún de intelectuales críticos hacia concepciones eurocentristas o imperiales, con discurso único e intentando desideologizar la mirada del mundo.
Ahí surge la Patria con toda su fuerza enriquecedora en el Bicentenario, en los trabajadores con trabajo, en cada reivindicación histórica de nuestros caudillos. En la recuperación de empresas privatizadas como YPF, la democratización del espacio televisivo, la movilidad de nuestros jubilados, la consolidación impensada hasta hace poco del UNASUR, nuestro espacio latinoamericano siempre fragmentado por los imperios ahora unificado por nosotros como Patria Grande. Con conflictos y con dificultades propias de nuevas realidades que se asoman en cada avance, con una conciencia colectiva que se va construyendo y una imagen de país con identidad propia y desafío abierto a los tiempos por venir, que no serán fáciles como nunca los han sido para la Argentina, como no lo fue para los caudillos federales, ni los héroes de Obligado, ni los derrotados de Caseros, ni las víctimas de la Revolución del Parque ni del irigoyenismo traicionado por el antipersonalismo. Mucho menos para los peronistas perseguidos desde el 55 con su tendal de muertos y desaparecidos, en cada etapa donde la valentía de cambiar la realidad es sinónimo de persecución y muerte. No será asi ahora, ya no están los aviadores del 55 bombardeando la Plaza ni los mesiánicos dictadores del 66 ni los genocidas fanáticos del 76. Cuando el poder cruje a nivel internacional la Argentina avanza, por eso afianzar los valores de la Patria es un dato insoslayable para cualquier argentino bien nacido y si bien existe el pleno derecho de enfrentar políticamente al gobierno, aquello que dañe la Nación como tal, “es como pegar de la cintura para abajo” como diríamos en el barrio. Quienes aplauden los Fondos buitres, festejan las demandas del CIADI y viven con alegría las condenas sobre supuestas violaciones de la libertad de prensa, además darles siempre la razón a los de afuera, de otros países, sea del tema que sea, que intentan minimizar o deteriorar la alianza latinoamericana o se quejan de haber rechazado al ALCA, o quienes quieren enterrar los desaparecidos y su reparación histórica, son quienes tambien se subieron a los barcos ingleses y franceses en la Vuelta de Obligado con la excusa de combatirlo a Rosas cuando eran los abanderados del “libre comercio”. Que asuman su responsabilidad histórica que el pueblo marcha por el camino de la emancipación nacional..