ARGENTINA / ¿Plan financiero o productivo? / Escribe: Alejandro Robba






En un año electoral, sobran los fuegos de artificio, pero cuando se apaga la luz se encienden las diferencias entre los candidatos a presidente, sin que haga falta un debate de formato estadounidense para el solaz de los institucionalistas de la nada. Las cartas están echadas.

En un año electoral, sobran los fuegos de artificio, pero cuando se apaga la luz se encienden las diferencias entre los candidatos a presidente, sin que haga falta un debate de formato estadounidense para el solaz de los institucionalistas de la nada. Las cartas están echadas. Activando el siempre efectivo Teorema de Baglini, Massa juega el rol de prenderle a cada santo una vela, con promesas para todos y todas, cada vez más a la derecha, para aprovechar el "Es un mal momento, don Niembro" y rascarle votos a Cambiemos.



Por el lado de Macri, los sincericidios de sus economistas y la campaña basada en un honestismo vacío, ahora manchado, no están dando los resultados esperados porque se empezó a notar la tierra escondida debajo de la alfombra de su gestión en la Ciudad de Buenos Aires. Daniel Scioli, a sabiendas de que sube en las encuestas, pone en práctica el manual que baja a tierra el citado teorema, que significa prometer poco y creíble, y hacer propuestas concretas que resuelvan los desafíos pendientes, para poder cumplirlas y de este modo, resistir sus propios archivos.

En la recta final, se ven claramente las diferencias: el proyecto Macri es un plan financiero de corto plazo y el proyecto Scioli es un plan productivo a largo plazo. La dicotomía no es menor en muchos sentidos. Un plan financiero como programa económico de gobierno significa un retroceso a la etapa neoliberal, donde lo único importante era priorizar las buenas relaciones con la banca internacional y los organismos de crédito multilaterales. Se contratan superministros verborrágicos amigos de los bancos y se relega la presencia del Estado a ser un mero espectador de lo que establecen "los mercados".

En esta dinámica, lo único relevante es poner toda la energía en recomponer la tasa de ganancia empresaria en contra del salario, promover una fuerte devaluación como instrumento principal para lograr ese fin, y luego esperar que lleguen inversiones del exterior, sin importar hacia qué sector, si vienen sólo a comprar activos ya existentes, si llegan para reprimarizar las exportaciones o si sólo vienen capitales golondrina a hacer negocios financieros de corto plazo. Esto ya lo vivimos, por lo que estaríamos más cerca de un Retrocedamos que de un Cambiemos.

En la vereda naranja, la música es distinta, y la diferencia está en que se prioriza y se describe en forma detallada un plan industrial, donde lo financiero es sólo un camino para llevarlo adelante. El lunes pasado, mientras en el Teatro Broadway, Sergio Massa prometía bajar la presión impositiva un 30%, déficit cero, terminar con la extorsión piquetera y perseguir a los corruptos hasta el día que se mueran, a unas cuadras, el candidato del FPV presentaba un plan de desarrollo con medidas concretas, enfatizando cómo conseguir recursos para ensanchar el sendero del crecimiento con inclusión, en lugar de buscar achicar la Argentina, como proponen los otros candidatos.

En sus "Propuestas para el Desarrollo de la Argentina", Scioli dio sus primeras precisiones sobre el rumbo económico a seguir, remarcando la necesidad de continuar reforzando el mercado interno, pero impulsando más decididamente la planificación del desarrollo con énfasis en la industria y en la innovación tecnológica. Para el primer objetivo (reforzar el mercado interno), propuso devolver el IVA para las compras con tarjeta de débito que hagan jubilados que cobren la mínima y beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, un fuerte plan para construir 250 mil viviendas por año, continuar con las paritarias libres para asegurar subas de salarios reales y seguir reduciendo el trabajo informal. Para el segundo objetivo, el de motorizar la inversión, se comprometió a incorporar 30 mil millones de dólares por año en inversión extranjera directa, con la novedad de que se eligieron sectores prioritarios destinatarios de esos fondos, como el energético, la minería sustentable, agroalimentos, ciencia y tecnología, y turismo. Complementariamente, se tendrán políticas activas para repatriar capitales fugados, se elevará del 0,6% al 1% del PIB la inversión pública en ciencia y tecnología, y se impulsará la creación de un banco de desarrollo.

A diferencia del plan financiero macrista, un plan de desarrollo lleva implícita la conducción estatal de dicho proceso. Es una política de Estado de largo plazo donde el sector empresario y los trabajadores son actores protagónicos y dirimen sus obvias diferencias en su interlocución con el gobierno nacional. El caso típico son las paritarias, pero también deberá existir mayor coordinación entre los tres actores, si se busca bajar la inflación a un dígito sin recurrir al ajuste, como propuso Scioli.



El significado de pasar del crecimiento al desarrollo no es otro que transformar la estructura productiva nacional porque, aun con años de fuerte crecimiento del sector manufacturero, completar el entramado industrial e incrementar su productividad es la única forma de alejar definitivamente la espada de Damocles de la restricción externa –la falta de divisas para crecer–. La gran posibilidad que brinda la baja relación deuda externa/PIB actual es que mientras avanza el proceso de transformación industrial, se puede complementar el ahorro interno, con financiamiento del resto del mundo, sin poner en peligro la sustentabilidad de la deuda. Para ello es fundamental que los fondos se dirijan a sectores que sean proveedores futuros de divisas –los sectores prioritarios– o que mejoren la competitividad genuina de nuestra economía como, por ejemplo, financiar aquellas obras públicas que permitan bajar los costos de logística y transporte de la economía, y en particular de las economías regionales, o que promueva la soberanía energética. Esta es la forma de mejorar el costo argentino sin devaluar o bajar salarios, que es el nudo del plan financiero de la oposición.

La industrialización no es un fin en sí mismo, sino el único medio para convertirnos en un país desarrollado, logrando los objetivos de pleno empleo, mejora en la distribución del ingreso y reducción de disparidades regionales. Los que quieren que discutamos sobre los instrumentos, como la tasa de interés, el valor del dólar, el tamaño del gasto público, los subsidios o la política de administración del comercio, son los mismos que impulsan el debate de candidatos donde se luce el que no gestiona nada, el que más disimula o el que mejor chamuya. Plantear un plan integral de largo plazo no garpa en la tele, pero garpará en octubre.

(Tiempo Argentino, sábado 26 de setiembre de 2015)

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