Desde Brasilia
Ministro sin cartera. Luiz Inácio Lula da Silva regresó a Brasilia para encabezar una reunión con los funcionarios y legisladores más poderosos junto a quienes recompuso ayer la destartalada coalición oficialista gracias lo cual fue desactivada, por lo pronto, la amenaza de un impeachment inmediato contra la presidenta Dilma Rousseff.
Con el mismo oficio político mostrado en sus ocho años como presidente de la República, en los que logró remontar un intento de golpe blando y luego ser reelecto, Lula se sentó a la mesa ayer con el vicepresidente Michel Temer y el titular del Senado, Renán Calheiros, ambos del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la fuerza que junto al PT forman el núcleo de la alianza sobre la que se apoya Dilma.
La astucia de Temer y Calheiros es tan aguzada como su sentido de la ubicuidad que les permitió integrar o ser aliados de todos los gobiernos brasileños desde la década del ’90, entre ellos los del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, el adversario más serio de la administración dilmista.
En las últimas semanas, cuando la amenaza del impeachment parecía inexorable, ambos se alejaron del gobierno, Temer de manera más sutil, generando un vacío de poder que alarmó al PT y parte del gabinete donde se analizó convocar a Lula para asumir la jefatura de la Casa Civil, una suerte de Ministerio del Interior, o la Cancillería.
Sin necesidad de ocupar ningún cargo formal en el Palacio del Planalto , lo que hubiera eclipsado la autoridad de la jefa de Estado, Lula asumió la responsabilidad de mitigar la crisis viajando a Brasilia para cerrar acuerdos que ya habían sido esbozados por Dilma con los caciques pemedebistas Temer y Calheiros.
En la reunión de ayer también participaron otros pemedebistas como el ex presidente José Sarney (amigo de Lula) y el ministro Eduardo Braga, de Minas y Energía, una cartera estratégica por su vinculación con la petrolera Petrobras.
Con el correr de los días se verificará la consistencia de esta refundación del pacto de conveniencia entre el PT y el PMDB que en lo inmediato desmoralizó a los grupos sediciosos del PSDB, con Aécio Neves como referente sin el apoyo de Cardoso, y el PMDB, dirigidos por el jefe de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha.
“Si me hubiera preguntado hace una semana le habría dicho que el impeachment estaba avanzando mucho. Hoy, después de todos estos movimientos para atraer a Renán (Calheiros) de vuelta a la base del gobierno, soy más optimista. De 1 a 100, la semana pasada el impeachment tenía 60 o más chances, ahora tiene menos de 30, capaz que 20. El impeachment se desinfló”, evaluó el diputado petista Wadih Damous.
“Hasta la semana pasada Eduardo Cunha y Renán Calheiros estaban juntos haciéndole la vida imposible a Dilma, pero ahora la cosa cambió muy fuerte, esto dejó a Cunha bastante aislado” completó el parlamentario ante la consulta de Página/12.
Con sus discursos exaltados, a la venezolana, Cunha y Neves habían adoctrinado a sus seguidores sobre un inminente asalto al Palacio del Planalto luego de la movilización por la renuncia y/o impeachment de la presidenta que incluirá la reivindicación de la dictadura “por habernos salvado de ser un régimen comunista como el de Cuba”, según la sentencia del militar retirado Jair Bolsonario, uno de los diputados con mayor poder de convocatoria.
Es probable que los actos de este domingo tengan bastante concurrencia, porque la fobia de las clases medias hacia el gobierno petista no se disipará ni el desengaño de los sectores medios bajos afectados por un ajuste que seguirá su curso. Defendido por el ortodoxo ministro de Hacienda, Joaquim Levy, y el senador Renán Calheiros, que esta semana propuso una agenda de “reformas” regresivas agradables al paladar de los grupos concentrados, como flexibilizar los contratos de privatización y aumentar la edad jubilatoria. El impacto inmediato de la reconciliación con el fluctuante PMDB fue colocar en aprietos a Cunha y Neves, y devolver cierta iniciativa a Dilma, cuyo gobierno no parece estar al borde del colapso, lo cual entraña una amenaza para las demás democracias sudamericanas.
Rousseff vinculó ayer la estabilidad institucional brasileña con su proyección internacional al hablar ante los flamantes graduados del Servicio Exterior, egresados del Instituto Rio Branco.
“El estado nacional brasileño sólo es respetado en el mundo en la medida en que en su territorio se ejerce y respeta plenamente la soberanía popular... y esa soberanía significa la sumisión a la voluntad general expresada en las urnas cada cuatro años.”
Electa en octubre de 2014 para un mandato que debe concluir en diciembre de 2018, Rousseff dijo a los nuevos diplomáticos que “Brasil es reconocido hoy como un protagonista internacional... y pasamos a ser respetados en el mundo en la medida en que unimos las dos dimensiones de la democracia, que son la libertad y la justicia social”.
Ojerosa y cansada, la presidenta habló con claridad y con firmeza en el Palacio Itamaraty donde fue saludada con un aplauso contenido. Más tarde, en el estadio mundialista Mané Garrincha, una multitud de mujeres campesinas la recibió calurosamente con consignas de repudio al golpe.
(Página 12, jueves 13 de agosto de 2015)