El 19 de mayo de 2004 se nos fue el Goyo. Gregorio “Goyo” Levenson. Goyito para los amigos. 93 años de vida que bien pueden ser una enciclopedia ilustrada de las luchas populares en Argentina.
De jovencito y luego de un paso por el anarquismo, militó en el Partido Comunista y cuando éste se alió con el embajador de los Estados Unidos en nuestro país y con los oligarcas y conservadores, no lo dudó un instante y en 1945 pasó a engrosar las filas del naciente peronismo conjuntamente con Eduardo Astesano y Rodolfo Puiggrós entre otros.
Conoció a Perón y Evita.
Participó en la redacción de la importantísima Ley de Minería de 1949 que reivindicaba para la Nación las riquezas naturales de nuestro suelo, que hasta el momento se apropiaban descaradamente los consorcios extranjeros.
Luego de la caída de Perón se sumó a la Resistencia Peronista.
Pero será a partir de principios de la década del 70 cuando su apellido comenzará a trascender de diferentes maneras.
Conjuntamente con sus hijos fue partícipe de la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (F.A.R.), organización de la izquierda revolucionaria que adscribiría al peronismo combativo y años más tarde se fusionaría con Montoneros.
Dos de sus hijos cayeron luchando por la patria socialista.
Miguel Alejo con 33 años falleció el 19 de diciembre de 1970 producto de un infarto, luego de un frustrado operativo de las F.A.R. Bernardo –su otro hijo- cae en combate durante la dictadura militar de Videla al defender una central de comunicaciones de Montoneros en Capital Federal (Barrio de Almagro, calle Yatay n° 707) que servía para interferir con éxito la red policial.
Con Bernardo caen también combatiendo dos aguerridos cuadros de la organización: María Garzón Maceda y Jorge Casoy.
En 1977 un grupo de tareas de la E.S.M.A. secuestra y luego arroja al mar a su querida esposa Elsa “Lola” Rabinovich.
En esa acción le roban a su nieto Alejito, que Goyo con astucia y paciencia sin par logrará recuperar mucho tiempo después.
Como podrán apreciar a través de mi relato no se puede decir que la vida le sonrió a Goyito, muy por el contrario.
Sin embargo, él siempre estuvo dispuesto para participar, ayudar, aguantar, acompañar con fe inquebrantable y muchas veces inclusive, con una sonrisa a flor de labios.
Se reivindicó como Montonero hasta el fin de sus días y al servicio de esa causa del nacionalismo popular revolucionario participó de varias acciones.
Ser su amigo y quererlo como si fuera mi abuelo, compartiendo sobremesas interminables, me permitió saber sobre algunas de aquellas anécdotas –arriesgadas, risueñas, emocionantes- que hoy quiero compartir con ustedes.
1 - Primeros meses del gobierno de facto del genocida Videla.
El terror se apropia de todos los rincones de nuestro país.
La represión salvaje actúa aceleradamente.
Una casa operativa de la organización Montoneros es ocupada por los milicos. Está vacía.
Se instalan en los alrededores y adentro de la misma, emboscados, para caer sobre los moradores cuando aparezcan; estos, advertidos por los vecinos solidarios se esfuman. ¿Solucionado el problema?
A medias....Ocurre que en uno de los muebles de la casa, oculta, en un “embute”, hay una suma importante de dinero de la “orga” prevista para logística e infraestructura.
Los compañeros respiran profundo al no haber caído en la ratonera y dan por perdida la plata. Pero –tozudo como siempre fue- Goyito Levenson piensa recuperarla.
A través de un trabajo de inteligencia que monta él solo, descubre que todo el mobiliario de la casa pasa a ser “botín de guerra” de los represores, que es cargado en un camión del Ejército y que particularmente, el mueble en cuestión (el del “embute” con el dinero), termina en una fastuosa casa de remates de doble apellido, en la zona pituca de Barrio Norte.
Y por supuesto el día del remate está presente como un solo hombre.
Comienza la subasta y además de él por razones obvias, hay también interesada una mujer elegante que frecuenta esos lugares, buscando oportunidades que luego revende en su casa de antiguedades.
Así es como el mueble triplica inseperadamente su valor y cada vez que la mujer –ya por capricho- mejora la suma, el brazo de Goyito como un resorte se levanta para superar la misma.
Y al final, lógico, le gana a la señora por desmesura y por cansancio, y ella, ofuscada y malhumorada interpela públicamente al martillero, acusándolo de cómplice, al poner un “grupín” (el Goyo) para aumentar artificialmente el precio de un objeto.
Por lo que se armó un tole-tole de aquellos entre el rematador que defendía su buen nombre y honor y la señora, en tanto Goyito se hacía del mueble y con un flete se lo llevaba a “territorio liberado”.
Ni que decir acerca de la cara del compañero responsable de la guita, que ya daba por perdida, cuando nuestro querido Viejo (ya andaba por los 60 y pico en aquellos años) se le apareció y le devolvió hasta el último mango recuperado.
2 - Para la misma época
La organización acostumbraba a guardar en depósitos tipo guarda-muebles diversos elementos con el fin de preservarlos hasta que se debían usar.
Levenson está a cargo de una partida de esas, que se guarda en el barrio de Villa Crespo.
Tiene cierta relación amistosa con el dueño, un señor de su edad, con el cual comparten la pasión por la música, pero no mucho más.
Cierta vez Goyito debe ir al depósito para retirar algo y le llama la atención que el dueño del lugar esté flanqueado por tres tipos con overol, uno que mueve cajas y dos que toman mate.
Al entrar nomás y desde lejos el dueño en voz alta, como para que se escuche y no se acerque, le dice: “¡¡Don Vicente...Otra vez por acá... ya le dije que cuando lleguen los juguetes yo le aviso...!! Vaya tranquilo....” y Goyo entendió al instante que lo estaban esperando y que los tres de overol eran canas o milicos que aguardaban al joven que iba a retirar los bultos para “chupárselo”.
Nunca pensaron que un sexagenario era la persona que buscaban y el hombre del lugar con su oportuna advertencia lo había salvado.
3 - España. Madrid.
Los exiliados argentinos en masa a través de sus agrupaciones se entrevistan con el gobierno español para agradecer la hospitalidad demostrada por los ibéricos y tratar el tema de los desaparecidos.
Están presentes los reyes de España y entre los argentinos se decide que quien debe hablar públicamente es Goyo Levenson –debido a su edad, una especie de decano- en nombre de todos.
Pues bien, allí va Goyito, atrás suyo sus compañeros; adelante los reyes. Goyito se larga a hablar: “ Querido reyes católicos....” Cara de estupor de los monarcas, murmullos de los argentinos. Rápido de reflejos, Goyo dice : “Si, si....bien digo...Querido reyes católicos... porque me imagino que ustedes serán católicos ¿no?...” y siguió como si nada con su discurso ante las carcajadas de todos los presentes.
Así era Goyito: único, irrepetible, auténtico. Hombre de bien. Solidario y Justo. Querible. Revolucionario y sensible.
Quizá un anticipo de ese Hombre Nuevo que se preanunciaba a fines de los 60.
También humoristico y reflexivo a la vez, solía contarme entre risas, que una vez en Roma debió compartir la habitación de un hotel con motivo del lanzamiento del Movimiento Peronista Montonero con otro de nuestros “bronces”, el compañero Oscar Bidegain quien le dijo: “Mirá lo que son la vueltas de la vida, Goyo. En la década del 40 vos eras judío y del P.C y yo católico y un cuadro del nacionalismo de derecha: ambos estabamos enfrentados a muerte. Hoy 30 años después compartimos el mismo techo en pos de un sueño de liberación nacional, popular y revolucionario”.
Me contó que se fundieron en un abrazo.
Querido Goyito.
Te dejo en paz, esa paz que tanto merecés.
Quiero recomendarles a los compañeros tu libro, ese que escribiste en el 2000, que se llama De los bolcheviques a la gesta montonera verdaderas memorias de nuestro siglo XX y ese otro anterior (1998) en colaboración con Ernesto Jauretche, titulado Héroes.
Historias de la argentina revolucionaria donde rendías reconocimiento y admiración a tantos compañeros que dieron la vida por la Causa.
De ser justos, el mismo de ahora en más, debería tener una addenda, un agregado, un nuevo capítulo, ese que habla de tu vida sin par y de tu entrega sin límites. ¡Hasta la victoria siempre, compañero...!
Hasta que se haga realidad esa Patria Justa, Libre y Soberana a la que has dedicado gran parte de tu larga vida.