ARGENTINA / Una aproximación al decálogo sciolista / Escribe: Hernán Dearriba






Daniel Scioli es protagonista más o menos central de la política desde hace dos décadas. Sin embargo, suele escucharse habitualmente que su pensamiento político es una incógnita imposible de develar detrás de un discurso armado exclusivamente para los medios. Quienes comparten su intimidad política sostienen, en cambio, que no hay nada oculto y que se pueden inferir cuáles serán sus ejes de gobierno en caso de llegar a la Casa Rosada apelando a sus discursos públicos, sus charlas en privado y su gestión al frente de la provincia de Buenos Aires.

“Está convencido de que será el próximo presidente y lo transmite”, aseguran quienes se cruzaron con el gobernador en las últimas semanas. Cerca de Scioli ubican el punto de inflexión en las encuestas -que lo muestran ahora como el preferido en intención de voto- a principios de marzo, con las asambleas legislativas que protagonizaron Cristina Fernández y el propio Scioli, momento en el que también se dio un quiebre en la investigación de la denuncia del fiscal Alberto Nisman contra la primera mandataria.



Otros incluyen en esa mejora, la buena temporada de verano, marcada por un Operativo Sol ampliado.

En cualquier caso, los sondeos lo tratan por estas horas mejor que a lo largo del año pasado, cuando en algún momento llegó a ubicarse en el tercer puesto detrás del renovador Sergio Massa y el alcalde porteño Mauricio Macri.

Cerca de Scioli consideran que saldrá fortalecido de las PASO, con el respaldo de los gobernadores, del aparato del peronismo y también de algunos referentes del kirchnerismo puro. “La polarización con el PRO, que se acentuó después del acuerdo con la UCR nos hizo muy bien”, reconocen en los despachos de La Plata y también en la torre del Banco Provincia en el centro porteño.

En esas mismas oficinas esperan una PASO nacional con tres fórmulas y quizás algunas más en la provincia. Sostienen que Scioli no se definirá por ningún postulante para sucederlo y estiman que Cristina Fernández también se mantendrá al margen de la disputa electoral. “Dicen que Florencio Randazzo es el candidato de Cristina, y entonces Sergio Urribarri de quién es”, chicanean.

Quienes lo escuchan a diario aseveran que celebró la incorporación de Aníbal Fernández y Eduardo “Wado” De Pedro al gabinete nacional y dan cuenta de una “buena relación” con La Cámpora. Sin embargo, advierten que no habrá un intento especial por seducir a los sectores ultra-kirchneristas que se podrían presentar como refractarios a su candidatura. “No voy a cometer el error de decirle a cada uno lo que quiere escuchar como hace la oposición, soy la garantía de la continuidad”, asegura en público y en privado, mientras saca cuentas sobre la cantidad de votos que necesita el Frente para la Victoria para quedarse con las presidenciales.

En la provincia de Buenos Aires, bastión electoral del peronismo, hacen falta entre 40 y 45 puntos para llegar a la Rosada, “pero la intención de voto de Scioli es pareja en todo el país, inclusive en la franja central. Ahí está mejor en Santa Fe que en Córdoba, pero no hay que descartar un acuerdo en la provincia mediterránea”, sostienen quienes sacan cuentas con el mandatario mientras muestran unos afiches de prueba de campaña con el lema “Scioli para la Victoria” y la misma tipografía del Frente para la Victoria.



Algunas señales se dieron en las últimas jornadas. En el círculo íntimo del sciolismo se entusiasman porque perciben que hay voluntad para trabajar por la unidad del peronismo. “Después de las PASO nos vamos a necesitar todos para garantizar la continuidad de este proyecto político”, dicen que repite Scioli como un mantra cuando lo consultan por las críticas más ácidas que surgieron de su contrincante más fuerte en la interna, el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo.

“El Frente Renovador se derrumba porque se construyó sobre la base de un escenario que no se cumplió. Pronosticaron que la economía se venía abajo y no sucedió, aseguraron que iba a haber elecciones anticipadas y tampoco se dio. La gente no es tonta”, se escucha entre sus asesores y se reitera una convicción que tiene ya más de un año: “Muchos van a volver”.

¿Pero qué piensa el Scioli candidato sobre los ejes de un eventual gobierno? “No hace falta un plan económico de shock, sino continuar con el gradualismo, se acabó en la Argentina el tiempo de los súper ministros de Economía, ahora la política maneja a la economía”, se compromete.

Siempre elige a Mauricio Macri como su principal contendiente: “Él plantea la incertidumbre y yo las certezas. Lo propuesta de Macri sobre el dólar (liberar el mercado de restricciones) no se puede. Hay que mejorar la competitividad sin caer en una híper devaluación y reducir la inflación sin subir las tasas de interés ni enfriar la economía”.

Quienes lo escuchan consignan que en su esquema económico aparece siempre la necesidad de promover la industria para generar empleo. Apunta a la minería y al petróleo como aspirador de inversiones; y asevera que la obra pública para mejorar la infraestructura es también un mecanismo para ganar en competitividad.

Tal como está planteado en este momento, la resolución del conflicto con los fondos buitres que discurre en el tribunal del juez Thomas Griesa quedará para el próximo gobierno. ¿Cómo se resuelve ese entuerto? “Con la misma estrategia que lleva adelante el Ejecutivo: los buitres se van a tener que avenir a la propuesta que efectuó la Argentina en los canjes de deuda y si no hay acuerdo no pasa nada. Hace meses que está planteado el diferendo y si la provincia quisiera emitir deuda hoy podría tomar fondos con una tasa de un dígito en el mercado internacional”, argumentan.



En política exterior tampoco surgen demasiadas diferencias con la gestión de Cristina Fernández. De hecho, se escuchan amplios elogios a Rafael Follonier el ex coordinador de la Unidad Presidente y uno de los más fervientes impulsores de la unidad latinoamericana. Cerca de Scioli recuerdan las fotos con los uruguayos José “Pepe” Mujica y Tabaré Vázquez, con Lula Da Silva, Evo Morales y Michelle Bachelet, y sus encuentros con funcionarios cercanos al ecuatoriano Rafael Correa.

“Está muy entusiasmado con los acuerdos con China”, cuentan y dice que “hay que apuntar ahí, a Rusia y a la India”. Latinoamérica y las potencias emergentes como eje central de la política exterior. “Con Estados Unidos hay que trabajar la agenda positiva de coincidencias, pero Argentina tiene que defender sus intereses”.

Otro de los puntos que generan dudas en los círculos más “puros” del kirchnerismo es la política de derechos humanos. Esta semana, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, lo cuestionó a Scioli sin medias tintas. “Scioli es un tipo que en la época de la dictadura apoyó la dictadura. Si vos sos un tipo de una clase social que te la pasás andando en una lancha y te cagás en lo que pasa en tu país ya te das cuenta que estás del otro lado”, afirmó Hebe.

La respuesta llega con el estilo de siempre. “Hay que preguntarle a Estela de Carlotto y Kibo Carlotto, ellos tienen la estatura moral para contestar a eso”. Kibo es Guido Carlotto, el secretario de Derechos Humanos de la provincia y uno de los hijos de Estela que hace poco acompañó al gobernador en la inauguración de un centro para la memoria en el ex centro de detención Comisaría 5 en La Plata.

Esta breve aproximación al decálogo sciolista incluye un repaso por la política de inclusión social. “Macri se opuso a la estatización de las AFJP, de YPF y de Aerolíneas”, recuerdan antes de destacar a la ANSES como “un instrumento extraordinario para promover la inclusión y a la vez generar puestos de trabajo por la movilización de la economía”. “Hay que profundizar programas como el PROCREAR o el PROGRESAR”, lo escuchan sus asesores.

Dicen que se siente ganador y que lo percibe en el contacto cotidiano. Por las dudas, para tener el termómetro afilado, la agenda de inauguraciones y actos de campaña de aquí a octubre promete un ritmo de vértigo. “Que no me hablen de la herencia, lo mejor está por venir”, les dice a sus colaboradores antes de salir para otro acto.

(Tiempo Argentino, domingo 29 de marzo de 2015)

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