ARGENTINA / El porteño también es un ser humano / Escribe: Hernán Brienza






Soy cuarta generación de argentinos y cuarta generación de porteños. Desde 1897, año en que mi bisabuelo Vito Brienza bajó de un barco proveniente de Italia, ningún miembro directo de mi apellido vivió más allá de la General Paz más de un par de años. Flores, Villa Lugano, Pompeya, Almagro, Villa Crespo, Chacarita, son algunas de las geografías queridas que mis antepasados y yo hemos recorrido. Amo profundamente esta ciudad porque aquí están enterrados mis mayores, en estas calles hemos jugado a la pelota en el empedrado y hemos sangrado las rodillas y más de un diente hemos perdido en más de una pelea callejera. En estas calles está el club de mis amores, River Plate, y por estas mismas calles marché contra varios gobiernos. En estas esquinas me enamoré, en estos bares discutí y me emborraché hasta altas horas de la madrugada. Esta es la ciudad de la música popular más existencial y filosófica del mundo, con poetas inigualables como Homero Manzi, Enrique Discépolo, Homero Expósito y Enrique Cadícamo. A esta ciudad le cantaron y la cantaron Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Alejandro Dolina y Raúl Scalabrini Ortiz. Amó profundamente esta ciudad, aún cuando hoy, pocas cosas me unan a la mayoría de sus habitantes. Pero cuando alguien siente asco por los porteños me siento agredido, cuando alguien dice que los porteños son así o son asá me siento atacado. Toda generalización es un acto de fascismo (incluso esta). Pero sobre todo me produce urticaria cuando quien lo dice no vive en una república socialista soviética sino en algún rincón del país donde el tradicionalismo patrimonial, confesional y patriarcal todavía zurce los destinos de sus habitantes.



Buenos Aires, es cierto, es veleidosa, un poquito histérica y vanidosa; y los porteños no dejan de ser un poco tilingos, malinchistas y modernizantes a la garufa. Es imposible negarlo. Pero para actuar políticamente en el distrito hay que comprender los deseos imaginarios de sus habitantes. Se equivoca quien cree que el electorado porteño es de derecha. No es más de derecha que el salteño que vota a los Romero o a los Urtubey, o que el cordobés que elige a los De la Sota o a los Mestre o los Aguad, por poner dos ejemplos injustos (como todo ejemplo). El electorado porteño es “progresista”. De derecha o de izquierda, pero es progresista. No cree en el estancamiento ni en la quietud. Se ve siempre seducido por la novedad, por lo que viene del puerto, por lo que transforma su vida. Entre conservación y cambio prefiere el cambio, aunque no sepa si el cambio es positivo o no. El porteño quiere sentirse vanguardia, distinto, de avanzada. No en vano (el tucumano) Juan Bautista Alberdi tituló su primera revista “La Moda” a mediados del siglo XIX en la Buenos Aires rosista que soñaba con ser como París. Los porteños tienen algo de tilingos, es cierto, pero mucho más tienen de progresistas: aman la urbanidad, lo cool (tibio), los derechos civiles, el anonimato que permite una amplia libertad individual, la creatividad, la creación artística. No comprender la complejidad de los porteños es encerrarse en una lógica aldeana.

Quien mejor parece comprender este perfil es Martín Lousteau, candidato ya ni recuerdo por qué pedacito de la alianza FAUNEN o Fadividen. Repasemos su lanzamiento: un jovencito, ruludo, prolijamente despeinado, “chetito”, con pasado perversón, vestido “cashual” con una camisita desordenada y un microfonito moderno sin cables, moviéndose por el escenario con autoridad y utilizando todas las técnicas de las TED (Tecnologías, Entretenimiento, Diseño) para poner a jugar políticamente delante de la palabra Evolución. Más de una porteñita de Córdoba al norte o de Caballito o Devoto debe haber suspirado al recibir esa miel en sus oídos: “Evolución”. Gracias, mi Dios, vamos a poder sacarnos de encima a los “primates” derechosos del PRO y volver a ser “progres y cool” como los newyorkers.



El que no para de cometer errores es Mauricio Macri. Desesperado por mantener la Unidad de Negocios Políticos (UNP) en su poder, se apuró por apoyar a su secuaz Horacio Rodríguez Larreta, quien tiene menos carisma que Fernando de la Rúa dormido, frente a una Gabriela Michetti que aparece como la preferida por los “vecinos” del PRO. ¿Por qué se equivoca Macri? Sencillo: Primero, porque se empecina en defender al perdedor demostrando que le importa más la UNP que el candidato que prefiere “la gente”; segundo, porque pone en juego su conducción en el único distrito que maneja; tercero, porque si pierde en las PASO, queda desautorizado en el ámbito nacional para las elecciones de octubre, aún cuando Michetti sea noble y diga que apoya a Macri para las generales, tranquilamente podría hacer “pito catalán” y nadie podría reprocharle nada a ella. La desesperación del Jefe de Gobierno Porteño, quien logró interpretar el concepto de “Progresismo de Derecha” durante los últimos tiempos pero ahora está desbarrancando, pone en riesgo cierta transparencia democrática. Hoy Michetti le lleva más de 15 puntos en las encuestas a Rodríguez Larreta, pero éste último maneja todo el aparataje político del PRO. Cualquier resultado diferente en las PASO pondría en cuestión la legitimidad de la elección. Macri desestimó el voto electrónico por una razón específica: su transparencia. Con el antiguo método, al parecer, se puede “mexicanear” más fácil los votos de quienes no tiene fiscales en todo el territorio.

Dentro del Frente para la Victoria quien mayor libertad tiene para realizar una campaña que entienda a buena parte del electorado porteño es Gabriela Cerruti, quien juguetea en la campaña, quitándole dramatismo y modera su discurso frente al PRO intentando recuperar modernizado el espíritu del progresismo frepasista de fin del siglo pasado. Mariano Recalde, por su parte, con su exitosa gestión en Aerolíneas Argentinas a cuesta, no puede escaparse de la lógica que el propio Peronismo le pone a un distrito que por su riqueza, por su homogeneidad social y por su infraestructura no necesita del Peronismo porque ya fue “peronizada” socialmente, es decir, ya tiene a la mayoría de sus habitantes con las necesidades básicas satisfechas. Es decir, el Peronismo para ganar la capital debería dejar de ser Peronista. Quizás por esa razón la única vez que ganó en democracia fue en los años noventa con Erman González como candidato.



“Comprender al porteño” es una obligación para todo aquel que quiera hacer política en el distrito. Y por sobre todas las cosas es un gran desafío para la cosmogonía peronista. ¿Qué agenda peronista podría interesarle al porteño? ¿Cómo debería modificar su discurso, su forma, su temática el Peronismo para volverse competitivo en la CABA? ¿Puede hacerlo o ese desencuentro metafísico es insubsanable? Sin dudas no es “combatiendo al capitalino” que se logra seducir a ese electorado sino entendiéndolo, comprendiéndolo, incluyéndolo como sujeto político que se puede pensar a mediano plazo una nueva forma de relacionamiento. Para que ocurra eso, el Peronismo debe comprender que el Porteño también es un ser humano.

(Tiempo Argentino, domingo 29 de marzo de 2015)

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