MENDOZA / ¿Qué harían hoy Tosco y Walsh? / Escribe: Ricardo Nasif






Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires.

Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.

La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.

Rodolfo Walsh

El sábado y domingo pasados se presentó en el Teatro Independencia de Mendoza “Las Obreras”, una puesta teatral ambientada en la Buenos Aires de principios de siglo XX, escrita por María Elena Sardi, dirigida por Julio Bacaro e interpretada por un sólido elenco encabezado por Luisa Kuliok.


La obra, organizada por el Teatro Nacional Cervantes , los ministerios de cultura nacional y provincial, el Sindicato de Docentes Privados (SADOP) y la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), retrata con crudeza las difíciles condiciones laborales que sufrían las trabajadoras argentinas e inmigrantes y la reacción organizada de las compañeras contra la patronal y la clase opresora.

Escenas muy logradas del clima de época de las primeras experiencias de lucha de las organizaciones anarquistas y socialistas en procura de elementales condiciones de trabajo como la jornada limitada, salarios dignos, descanso dominical, igualdad de la mujer y el niño respecto al hombre adulto y prohibición del despido de la embarazada. Muy buen rescate musical de canciones como “Hijo del Pueblo”, uno de los himnos anarquistas más populares de entonces. “Hijo del pueblo te oprimen cadenas/ las injusticias no pueden seguir/ si tu existencia es un mundo de penas/ antes que esclavo, prefieres morir…”, cantaban las madres del movimiento obrero.

En el otro extremo histórico e ideológico, hace pocos días hubo otra puesta en el escenario real de la Plaza de Mayo, con actores reales, trabajadoras y trabajadores conducidos por Hugo Moyano y Luis Barrionuevo. El 14 de mayo, la CGT Azopardo y la Azul y Blanca realizaron una concentración -35.000 trabajadores según los organizadores, 15.000 de acuerdo con el gobierno-, bajo las consignas: no a la pobreza, no a la inflación, no a la inseguridad.

Las mismas organizaciones, junto a la CGT Nacional encabezada por Pablo Micheli, el Frente de Izquierda y los Trabajadores, la pata de la Federación Agraria en la Mesa de Enlace y otras agrupaciones, ya habían confluido el 10 de abril en un paro general por jubilaciones dignas, contra el ajuste, la inflación y la inseguridad, entre otros reclamos.

Los grandes medios de comunicación opositores celebraron el paro que tuvo como enemigo al gobierno nacional y no a las patronales, las que en algunos casos mostraron una inusual predisposición para que la medida se concretara. Una extraña solidaridad de clase entre opresores y oprimidos.


"Si Tosco o Walsh vivieran hoy hubieran parado", dijo Micheli ese día en conferencia de prensa en el histórico salón “Felipe Vallese” del 1° piso de la CGT. A su izquierda Moyano y Barrionuevo sonreían con sorna. Poco probable le habrá parecido a Moyano, seguidor de Augusto Timoteo Vandor y de José Ignacio Rucci, que Rodolfo Walsh hubiese aceptado el convite. Difícil, debe haber pensado Barrionuevo, que Walsh, quien consideraba a Vandor un burócrata sindical asesino de obreros, quisiera sentarse con Moyano, para quien “el Lobo” era un compañero que entregó la vida por los trabajadores.

Difícil que el chancho chifle, Micheli. Improbable que Agustín Tosco, el líder obrero de la izquierda combativa, parado justo enfrente de las prácticas sindicales de Rucci y víctima del terrorismo de Estado, convocara a un paro general sin participación activa de las bases junto al gastronómico y el camionero, dos de los tantos referentes de la derecha sindical que batiendo el parche de la inconstitucional “teoría de los dos demonios” siguen reclamando –en consonancia con ex represores- que se considere el asesinato de Rucci como delito de lesa humanidad y así poder juzgar a los militantes políticos armados de los ´70 bajo los mismos criterios jurídicos que a los genocidas.

Difícil, pensó la propia hija de Tosco. Dijo Malvina: "cada uno debe asumir las responsabilidades propias, sin pretender subirse al prestigio de estos dos héroes, que actuaron en un contexto diferente. Si Micheli va a embanderar las posiciones de estos héroes, que lo haga, pero que se haga cargo de sus posturas, que son de él (…) Yo, que soy la hija, no adherí a este paro por convicción propia. Tampoco el Suoem, mi sindicato (de municipales de la ciudad de Córdoba). Y me gustaría saber qué habría hecho mi padre, pero no lo sé".

¿Qué harían hoy Tosco y Walsh? Es una pregunta que requiere un saludable ejercicio hipotético prospectivo pero de escaso rigor y consecuencias prácticas. Lo que sí podemos saber a través de la indagación histórica es que programas sindicales promovían ambos y podemos arriesgar, sin miedo a chingarle, que distaban mucho del escaso contenido de las consignas del tridente Micheli-Moyano-Barrionuevo.

“Más temprano que tarde deberá discutirse si el movimiento obrero tiene la mejor organización que podría tener” -dice Ana Vainman en un artículo publicado en Tiempo Argentino en octubre del año pasado http://tiempo.infonews.com/2013/10/03/editorial-110517-la-crisis-indisimulable-del-modelo-sindical.php - y agrega: “El sindicalismo argentino está en crisis. O al menos no está pasando por su mejor momento. A 30 años del retorno de la democracia –y del restablecimiento de la vida sindical luego del feroz combate de la última dictadura– se supone que todo debería marchar sobre ruedas. Pero no. Hoy hay cinco centrales obreras, bases que se alejan de las cúpulas, trabajadores con voluntad de participación que terminan formando sindicatos nuevos ante la imposibilidad de participar en los existentes y leyes sindicales que son objetadas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y hasta por la propia Organización Internacional del Trabajo.

Para algunos, (Moyano, por ejemplo) la cuestión pasa por la necesidad de democratizar las organizaciones. Para otros (Pablo Micheli, verbigracia) lo que hay que cambiar es el modelo sindical de la actual Ley de Asociaciones Sindicales.

Si bien estas son dos cuestiones centrales para definir las posibilidades de fuerza y unidad del movimiento obrero argentino, no menos preocupante resulta la carencia de bases programáticas consecuentes con las banderas históricas del movimiento obrero, sobre todo en quienes cuestionan el modelo económico que promueve el gobierno nacional.


Para no perder la orientación, siempre resulta oportuno para los trabajadores retomar los grandes programas políticos sindicales de la historia argentina. El “Programa de la Falda” es uno de ellos. Esta plataforma antioligárquica y antiimperialista, surgida al calor de la resistencia obrera peronista ante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu, fue el antecedente fundamental de la corriente combativa de otros dos grandes programas sindicales: el de “Huerta Grande” y el de la “CGT de los Argentinos”.

En Córdoba, en el año 1957, el Plenario Nacional de Delegaciones Regionales de la CGT y de las 62 Organizaciones aprobó un programa de gobierno que planteó, entre otras propuestas:

• Control Estatal del comercio exterior sobre las bases de la forma de un monopolio Estatal.
• Planificación de la comercialización teniendo presente nuestro desarrollo interno.
• Integración económica con los Pueblos hermanos de América Latina.
• Política de alto consumo interno; altos salarios, mayor producción para el País con sentido nacional.
• Incremento de una política económica tendiente a lograr la consolidación de la industria pesada.
• Control centralizado del crédito por parte del Estado.
• Programa agrario, sintetizado en expropiación del latifundios y extensión del cooperativismo agrario, en procura de que la tierra sea de quien la trabaja.
• Control obrero de la producción y distribución de la riqueza nacional.
• Control popular de precios.
• Fortalecimiento del Estado Nacional Popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros.

En esta línea, heredera de las mismas luchas de las obreras anarquistas, estuvieron Tosco y Walsh. Bastante más que las consignas “no a la pobreza”, “no a la inflación” y “no a la inseguridad” en las pancartas de los compañeros Micheli, Barrionuevo y Moyano.

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