ARGENTINA / La filosofía del despojo / Escribe: Alberto Daneri






Varios sectores buscan que los últimos dos años sean críticos, se vulneren los derechos adquiridos, y un fin de mandato traumático discipline a la sociedad.

Su ideal es la Unión Europea, volcada a la derecha.

¿Por qué ésta incluso ganó en centros urbanos argentinos?

Quiénes la votaron desconocen lo que ocurre en Europa con los jóvenes: el 22, 4 % sin empleo.

Ignoran la realidad familiar.

Revean algún film de Ken Loach, que retrata magistralmente la vida social de las clases media y baja inglesas.


Es sabido que, si pudieran, los especuladores vaciarían nuestras reservas del Banco Central para “hacer volar al Gobierno por los aires”, afirmó el consultor opositor Miguel Bein.

Para los poseedores, sólo cuenta su propiedad.

Son capaces de traicionar al país para amparar a un fondo buitre o a un grupo económico.

Si les conviene, traicionan al grupo por un partido.

O por un cargo cambian de partido.

Ya muchos lo han hecho.

Cada uno para sí mismo.

En lugar de corazón tienen una caja registradora.

Cerrada.

Es lógico.

Hay “algo de rollizo y lustroso” en su pasión por el dinero, quizás diría el derechista escritor ruso Nabokov, “en esas curvas rellenas” de billetes.

Los corporación mediática no dice que para el índice Gini, que mide la riqueza y pobreza, descendió la riqueza en la década que añoran (1992 a 2002) un 8,2 %.

Y mejoró en la que detestan (2003 a 2010) un 9%.

Lo logró este Gobierno.

Por lo tanto, es absurda la corrida contra el peso que alientan desde hace años.

Ahora se revirtió.

El Noble Agro dice que la Constitución respalda su derecho a vender las cosechas cuando le conviene, y que no aceptará el aumento de las retenciones que compense el nuevo tipo de cambio.

La “libertad de mercado” es el discurso de las patronales de granos, que se sientan sobre ellos creyendo a su bolsillo constitucional.

Se quejan, pero sus peones callan.

Hace años que lamentan, casi en silencio, trabajar en negro; el suyo es un “gorjeo enjaulado” (cita de Nabokov sobre “Ana Karenina”).

Vendieron una parte de la soja por la suba del precio.

Ahora venderán el resto.

¿Por qué razón hay que cuidarse?

Porque se burlan de las consecuencias sociales.

Como Moyano y Barrionuevo con sus políticos paros, que apoya una izquierda neoliberal antikirchnerista.

El Noble Agro imita siempre esa cultura que llega del Norte: que uno suba o baje la escalera por sí mismo, sin ayuda estatal.

Aunque en esta década ganada ese criterio se agrietó, dada la labor de inclusión social.

Y hoy el dólar estable los obliga a ceder.

Obviamente, el egoísmo ronda por sus neuronas, se cuelga de una y queda allí.

Descolgarlo es tarea del Estado, para utilizar el excedente de la renta.

No hay otro modo.

Para evitar la avaricia, nuestro desafío es revertir la demora anual en liquidar las exportaciones (buscando lograr un dólar más alto y subfacturando) y el apuro en importar sobrefacturando.


Los vivos de la timba continúan al acecho.

Es hora de cuidados.

O el año próximo volverán.

Fue un dictador, Uriburu, el creador de la Junta Nacional de Granos en 1931, cuando tras la crisis mundial de 1929 nuestras exportaciones cayeron.

El país, colonizado, se creía parte del Imperio Británico (Churchill lo aseveró en su Cámara y aquí nuestro Nobel, Saavedra Lamas) y creó la Junta para proteger los intereses de los estancieros con la vaca atada.

Hasta que venció Perón y trastocó todo.

Como ahora el kirchnerismo, ampliando derechos caídos.

La solución es armar un organismo de control similar al IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) creado en 1946 apenas subió Perón.

El IAPI compraba las cosechas, las embarcaba en la recién creada Flota Mercante del Estado (orgullo del país y hoy destruida), las vendía y brindaba el excedente del precio a la industria, que se desarrollaba con tipo de cambio preferencial.

Era un método genial, silenciado por historiadores liberales.

Hace 58 años que no hay un IAPI.

La Presidenta dijo en la Celac: ya no se debe “permitir que las exportaciones se sigan reprimarizando”.

Dada esta situación, sólo se podría intervenir en el comercio de cereales con otro IAPI.

Faltan décadas para una Reforma Agraria.

La J. N. de Granos la cerró Menem al desguazar dichoso el país, pues los terratenientes y los obsecuentes gremialistas no la necesitaban.

El dilema para un IAPI actual son los senadores y diputados de los partidos, y sus parientes que poseen campos.

No admiten un mayor control estatal a sus rentas.

El apoyo al Estado podría surgir desde el sector industrial, que rechaza devaluar para no encarecer sus importaciones.

Es difícil controlar sin apoyo a un mercado exportador cuyo 64% lo manejan las 200 empresas más grandes, casi todas extranjeras, con un saldo comercial a favor de 30.000 millones de dólares.

Lo mismo pasa con las cerealeras: 15 empresas son dueñas del 95 % de la soja exportada en 2013.

Salvo con un IAPI, ¿cómo frenar los caprichos y evitar una disparada de los precios y luego de la inflación?

En el paradigma del proyecto kirchnerista, la puja distributiva necesita la justicia distributiva.

Antes, los gobiernos devaluaban en base a las órdenes de la oligarquía. Ahora el golpe de mercado lo dirigió el poder económico híperconcentrado, unido al financiero y el mediático.

Y a quienes integran la Mesa de Enlace.

Tras la 125 ellos entraron al Congreso para defender sus propios intereses y boicotear las políticas sustentables.

Al menos cuadriplicaron el valor de sus campos en esta década ganada.

Pero codician aún más.

El Estado debe ponerles un freno.

Sin duda, cambiar de patrón y aceptar un IAPI sería mejor para los bolsillos de los pequeños productores, como lo es Fútbol para Todos para los clubes.

Incluso, para la industria: a las pymes nunca les sirvieron las políticas concentradas.


En su discurso, del 21 de febrero, la Presidenta sostuvo que “mientras haya un pobre en la patria estaremos en deuda con nuestra historia, nuestras ideas y convicciones”.

Y volvió a hablarles a los formadores de precios para pedirles que moderen las remarcaciones: “No maten a la gallina de los huevos de oro que les ha dado muchísimos huevos, que ha engordado muchas canastas y les ha permitido hasta crecer e invertir en el exterior gracias a la rentabilidad”.

En esta década las empresas remitieron a sus casas matrices, en dólares, más del doble: del 0, 7 del PBI (15.686 millones) en los 90, pasaron al 1,7 % del PBI entre 2003-12 (41.093 millones).

Pero esto no aparece en Clarín o La Nación.

El hombre sólo por la unión es fuerte.

La base social kirchnerista debe resistir, con la juventud, las próximas conspiraciones.

Ya conoce quiénes son fieles y quienes desertan y corren al lado de los falsos peronistas (Macri, Massa, etc), que aspiran a políticas recesivas que anularán la demanda.

En cambio, en los tres gobiernos de Perón (1946-55, y 1973-74) hubo inflación, pero expansión de la economía y aumento del ingreso popular.

Como hoy, debido al consumo que generó el kirchnerismo.

La gula de los grupos empresarios es la misma del cuarto de siglo neoliberal (1976-2002): desempleo para subir su rentabilidad.

Hay que estar atentos.

Los pronósticos para debilitar este proyecto buscan que la gente legitime y tolere en el 2016 un plan económico neoliberal y regresivo.

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