Una figura que combina conceptualización académica con lunfardo, el bombero pirómano, constituye una tipología útil para caracterizar parte importante de la realidad.
Se entiende, la metáfora remite a quien puede producir el incendio y al mismo tiempo es el único que puede apagarlo. Como ocurre con el poder en general, los verbos pueden estar conjugados en potencial o en presente. Una vez que demostró que puede encender la fogata quienes tienen que tomar nota de ello intentarán que no use los fósforos. Él prefiere no hacerlo porque los fósforos se gastan.
Al bombero pirómano se lo suele encontrar entre lo que llaman “operadores políticos”, pero puede estar en cualquier sector. Diferenciemos.
Un líder de un sindicato poderoso que puede iniciar un conflicto complejo, prolongado, es un líder de un sindicato poderoso pero no por ello un bombero pirómano.
Un dirigente piquetero que puede generar grandes trastornos a la vida urbana no es por ello un bombero pirómano.
Un empresario poderoso que puede desabastecer o subir el precio de un producto esencial no es por ello un bombero pirómano. La tipología no se explica por la capacidad de daño.
El bombero pirómano es un estratega y un táctico, utiliza fuerzas que no son las propias pero con las que puede establecer acuerdos y poner en acción en el momento oportuno. Generalmente actúa tras bambalinas y sus exigencias suelen tener que ver con conseguir manejo de recursos, cajas o aparatos que le permitan ampliar su poder y “pagar” la contraprestación derivada de los acuerdos.
Una figura prototípica de bombero pirómano que marcó una época en el país es la de Duhalde.
Hoy reaparece la necesidad de explorar detrás de algunos conflictos si todo es como parece o hay algún fogonero moviendo hilos detrás.
Entre los muchos debates de la Argentina de hoy, el de los bomberos pirómanos que se apropian de la política, que la envían al territorio del simulacro, la manipulación y el sometimiento, tiene un lugar primordial.
¿A qué dirigente mendocino calificaría ud. como bombero pirómano?