ARGENTINA / Un satélite con seguro / Nota






Este martes se va a firmar un contrato que significa un reconocimiento al desarrollo de la tecnología espacial argentina. En los papeles, es una operación comercial en la que el satélite recibe una póliza de Nación Seguros. Pero el reaseguro de la operación –un paso normal en contratos de porte– es del broker internacional de la industria espacial International Space Brokers, de Aon Risk Solutions. Estos dos nombres significan una entrada del país a las ligas mayores de la industria. Tanto, que los mismos operadores ya avisaron que cubren el primer Arsat, que volará este año, y también el segundo, programado para el año próximo. Y los contratos se firman en condiciones muy convenientes, con tasas menores que las habituales para plataformas nuevas y, por primera vez, con una cobertura de toda la vida útil de la máquina.


Para que el mercado reasegurador internacional aceptara el negocio, los satélites debieron pasar intensos procesos de auditoría y revisión de procedimientos, de manejo de riesgo y de control de calidad. Estas pruebas fueron realizadas por expertos internacionales y empresas de primera línea. La póliza de seguro resulta en sí misma una prueba de máximo nivel que avala la calidad y los procesos de diseño y producción.

Arsat-1 es el primero de los satélites del Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones, un plan que implica el diseño y la fabricación de tres satélites propios. Ponerlos en órbita y operarlos incrementará la capacidad argentina en telecomunicaciones, además de defender las posiciones orbitales asignadas al país e impulsar el desarrollo de la industria espacial. El primer satélite geoestacionario transmitirá en banda Ku, con alcance a todo el territorio (incluyendo la Antártida y las Malvinas), y transportará señales de video y servicios de TDH (Televisión Directa al Hogar) y de Internet por antenas VSAT, además de servicios de datos y telefonía.

El satélite fue concebido por Arsat, la empresa del Estado creada en 2006 como parte de la estrategia del presidente Néstor Kirchner para mantener las posiciones orbitales logradas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones. La empresa Invap, de la provincia de Río Negro, creó la máquina usando su experiencia en satélites de observación pero saltando al desafío de crear uno capaz de orbitar a 36.000 kms de altura durante quince años, sin posibilidad alguna de ser reparado y con una disponibilidad de servicios del 99,99 por ciento. Arsat aportó su experiencia en operar este tipo de satélite e hizo el seguimiento técnico del diseño y las pruebas.

Resultado fue un satélite de 3,925 metros de alto y 16,416 metros de largo con los paneles solares extendidos, una profundidad de 5,037 metros y pesa tres toneladas. Y también que Argentina sea uno de los apenas ocho países que producen sus propios satélites geoestacionarios y, junto a Estados Unidos, el único en las Américas.


Al espacio

En cuestión de meses, el Arsat-1 va a ser lanzado por ArianeSpace desde Kourou, en la Guayana Francesa. La base pertenece al consorcio europeo de empresas espaciales y utiliza el lanzador Ariane 5, que ya tiene 59 misiones consecutivas sin problemas. El lanzamiento de un satélite así es una operación compleja y muy demandante para la carga. El satélite es sometido en el despegue y ascensión a una serie de sacudidas rápidas y bruscas, más una vibración constante por el fuerte ruido. Esto último afecta a superficies grandes y de relativamente baja masa como los paneles solares, que por supuesto despegan plegados. Cuando el cohete llega a la altura indicada, libera al Arsat-1 y a otro satélite que transporta. Esto implica que no haya absolutamente ningún problema de comunicaciones entre la base y la nave, y que todo el aspecto mecánico funcione.

Para asegurarse de que el satélite argentino resista estos maltratos, se realizaron ya desde 2013 una serie de pruebas de extrema dureza. El Arsat fue sometido a un Shogun Shock Test, a un test de desprendimiento, un Global Leak Test de su subsistema de propulsión, un test Isepet de funcionamiento eléctrico y una revisión PER, en conjunto con ArianeSpace. Terminado todo esto, se siguió con otra serie de pruebas en el Centro de Ensayos en Alta Tecnología de Arsat e Invap, único en toda Latinoamérica, para hacer ensayos medioambientales en satélites de esta magnitud. El Arsat-1 pasó exitosamente.

Una vez que el satélite esté en su órbita elíptica, se abre una ventana de tiempo de apenas horas para que las antenas terrestres lo encuentren, se comuniquen con él y lo guíen a su posición geoestacionaria asignada. Esto implica que Arsat opere desde su base terrestre en Benavídez en conjunto con tres estaciones más en otros continentes, ya contratadas para asegurar la misión. El cohete deja el satélite a 250 kilómetros de altura, pero de ahí hay que subirlo a 36.000 kilómetros, lo que implica usar el ochenta por ciento del combustible de la máquina en su ascensión. El resto del combustible se reserva para futuros ajustes de trayectoria y altura en los quince años de trabajo de la máquina. Como se entiende, ahorrar combustible en esta maniobra es crucial para el futuro del satélite, con lo que Arsat está trabajando con un simulador de la operación desarrollado en el país. Una vez en su órbita, cosa que puede llevar hasta tres semanas de trabajo, el Arsat-1 se pondrá en “modo encendido” y será sometido a un completo test de funcionamiento, para asegurar que toda la electrónica llegó en buen estado.


La vida del Arsat-1 allá arriba no va a ser fácil. Un problema fundamental es el manejo del calor generado por sus equipos eléctricos y electrónicos. Como en el espacio no hay aire no se puede contar con los sistemas de disipación simples que se usan en cualquier equipo convencional, por lo que el satélite fue equipado con ductos que distribuyen de modo uniforme el calor y permiten irradiarlo al exterior. Pero, al mismo tiempo, cada noche el satélite argentino quedará a la sombra y eso significa temperaturas de -180 grados, mientras que cada día puede calentarse hasta los 150 grados. Para asegurarse que la máquina resista semejante latitud térmica se realizaron pruebas de vacío y de cambios de temperatura en el Centro de Ensayos en Alta Tecnología.

Y si algo falla, es imposible subir 36.000 kilómetros para repararlo, con lo que el Arsat-1 fue diseñado con sistemas redundantes, que entran en acción si fallan los principales. Si hubiera un problema irremediable –y en esto de poner satélites el riesgo es alto– hay un plan de contingencia para reposicionarlo de modo que siga prestando servicios.

(Diario Página 12, domingo 30 de marzo de 2014)

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