Casi dos años después de que los socialistas conquistaran la presidencia de la República, luego de tres derrotas consecutivas, Francia celebra hoy la primera vuelta de las elecciones municipales. La consulta se lleva a cabo en más de 36.000 comunas y, aunque es una elección local, reviste no obstante un valor de prueba de fuego para todo el arco político francés: el Partido Socialista va a verificar si el estancamiento de la economía, las cinco millones de personas sin trabajo, las promesas incumplidas y la impopularidad record del presidente François Hollande repercuten en el voto: la derecha podrá medir hasta dónde la arrastran los escándalos que en las últimas semanas hicieron tambalear el bastión conservador: con 597 listas, la extrema derecha presenta esta vez el número más alto de candidatos en su casi medio siglo de historia y sale al abordaje del caos y el descrédito que empañan a toda la clase política. A su vez, los ecologistas y el Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon se presentan diseminados y sin el empuje que tuvieron en las elecciones presidenciales de abril y mayo de 2012.
Casi todas las encuestas pronostican un ganador de consenso: la abstención. Alentados por el desencanto y la ausencia de sentido profundo del mensaje político, los abstencionistas podrían representar este domingo entre el 37 y 41 por ciento y superar incluso la abstención de 2008 (33,5 por ciento). Las últimas encuestas son de muy mal augurio para los socialistas. Los sondeos muestran una clara “abstención diferencial” que afecta sobre todo al PS francés. Una batería de consultas realizadas entre enero y marzo revela que 41 por ciento de los militantes o simpatizantes de la izquierda pensaban no ir a votar, contra 29 por ciento para la misma categoría de la derecha. Decepcionados por la gestión del presidente François Hollande muchos de los electores de la izquierda que votaron por él piensan quedarse en casa. El escenario de las elecciones municipales de 2014 es particularmente incierto. Crisis económica, decepción de los electores socialistas, escándalos judiciales que tocaron de lleno a la derecha del partido UMP, nunca había habido como ahora una percepción tan negativa de la oferta electoral. Sólo el 8 por ciento de los franceses cree en los partidos políticos mientras que el 88 por ciento está convencido de que a esos mismos partidos no les interesa saber en lo más mínimo lo que piensan o sienten sus propios electores. La separación es abismal. El secretario general de la UMP, Marc-Philippe Daubresse, admite que “el clima ligado a los escándalos pesa”. Laurence Rossignol, portavoz adjunto del PS, considera que, “de manera general, estas elecciones intermedias son siempre difíciles para el partido en el poder, tanto más cuanto que estamos en el centro de batallas que aún no hemos ganado: el reequilibrio del país, las finanzas... ”.
Como lo destaca en su última edición el vespertino Le Monde, la consulta se celebra con tres interrogantes: la abstención; las ciudades que podrían pasar de la izquierda a la derecha, y en cuántas circunscripciones la extrema derecha del Frente Nacional podrá mantenerse en la segunda vuelta y provocar así duelos triangulares de alto costo para los conservadores de la UMP. El Partido Socialista tiene garantizado un triunfo fácil en París, donde su candidata, Anne Hidalgo, mantiene una ventaja muy cómoda ante su rival. El PS podría, sin embargo, perder ciudades importantes como Estrasburgo y Toulouse, o hasta ganar la perla del Mediterráneo, Marsella. La derecha busca por su parte revertir una tendencia, es decir, reducir el margen del 55 por ciento de las ciudades de más de 10.000 habitantes que están en manos de la izquierda.
Estas elecciones municipales se celebran con una nueva promesa incumplida por parte de François Hollande: los extranjeros que no pertenecen a los países de la Unión Europea no pueden aún votar. Nada nuevo, en suma. Una promesa más que terminó en el catálogo general de los incumplimientos socialistas. Hasta hace unas semanas, el descrédito socialista era tal que muchos vaticinaban una hecatombe. Sin embargo, los escándalos financieros y judiciales que golpearon a la derecha matizaron los pronósticos. El actual dirigente de la UMP, Jean-François Copé, apareció implicado por el semanario Le Point en el pago de ocho millones de dólares a una empresa que, de hecho, estaba dirigida por amigotes y ex empleados suyos y que, además, había montado las reuniones electorales del ex presidente Nicolas Sarkozy en 2012. El ex mandatario ha sido la gran estrella de la triple saga judicial que estalló en las últimas semanas. Nicolas Sarkozy está siendo investigado por la Justicia en casos muy delicados: está bajo sospecha de haber abusado de la heredera del imperio de cosméticos L’Oreal, Lilianne Bettencourt, a fin de obtener dinero destinado a su campaña electoral de 2007: también se lo investiga por haber supuestamente recibido fondos del difunto dictador libio Muammar Khadafi: y está igualmente bajo la lupa de los jueces debido al papel que habría desempeñado en el caso Bernard Tapie, un empresario que, gracias a un arbitraje privado, consiguió que el Estado le pagara una indemnización de 403 millones de euros ligados a un litigio que mantenía con el banco Crédit Lyonnais. Se sospecha que Sarkozy mantuvo varias reuniones con Tapie y otros actores del arbitraje antes de dar su visto bueno.
Este triángulo judicial condujo a los jueces a supervisar las conversaciones telefónicas de Sarkozy. En ellas se descubrieron muchas cosas turbias que, en parte, salieron publicadas en la prensa. Para defenderse, Nicolas Sarkozy imitó a Silvio Berlusconi. En una carta publicada en el diario Le Figaro, Sarkozy se presenta como “víctima” de los jueces y de sus adversarios políticos, compara los método de los jueces con los que eran de uso corriente bajo la dictadura roja en la desaparecida RDA (República Democrática de Alemania), y termina asegurando que, al espiar sus comunicaciones, se están “pisoteando los principios sagrados de la República”. Su intervención como víctima se produjo pocos días antes de las elecciones municipales. Nadie sabe si el ex presidente contribuyó con ello a espantar a los electores moderados o a acrecentar aún más el ejército de abstencionistas. Lo cierto es que tanto la socialdemocracia gobernante como los opositores de la derecha hicieron todo cuanto era posible para disuadir a los electores de que votar tenía realmente un sentido. En esa ruta sin destino espera agazapada la extrema derecha.
(Diario Página 12, domingo 23 de marzo de 2014)